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Mostrando entradas de 2018

El suplicio de una aventura ¿Con futuro para México?...

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El suplicio de una aventura ¿Con futuro para México?... Rostros que logran construir oraciones a través de sus ojos; humo y carbón que buscan purificar a un tlatoani y grecas que cantan el himno de una sociedad oprimida… es parte de la experiencia visual que enarbola la galería de arte municipal en Puebla.  Durante el recorrido, podrás apreciar las fotografías, tomadas por el sinaloense Germán Canseco y el poblano Cruz de la Rosa Quintero, que dan a conocer el cariño y la admiración del pueblo mexicano hacia el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), durante su campaña en el 2018. Por su singularidad, destaca una muy curiosa, en donde la mirada sorpresiva de una niña emana de la piel de una mujer, descubierta por las luces que iluminan un escenario y dispuesta a abandonar la oscuridad a la cual siempre fue sometida.   En una más, uno de los admiradores, no conforme con portar una playera, gorra o banderín con el logotipo del Mo

El águila real

El águila real En un pueblo grande, en lo alto, viaja una águila. Con sus alas hermosas las personas la miran. Es un águila real con su mirada enojada. Y en lo alto del sol brillan sus hermosas alas. Fin Autor: Jesica Hernández Pérez.    Leer más de... Colección Pequeños escritores

Blanca es la luna

Blanca es la luna Blanca es la luna: tan grande como una tuna. Es tan grande que me llenó de valor y por eso me gusta su resplandor. Fin Autor: Javier Espinosa Coronel Leer más de... Colección Pequeños escritores

El mar y la roca

El mar y la roca Amor, amor si tu fueras el mar, si tu fueras el mar y yo una simple roca, me lanzaría yo   a ti para besar tu dulce boca. Fin Autor: Omar Hernández Pérez   Leer más de... Colección Pequeños escritores

El dios del sistema solar

El dios del sistema solar Había una vez un dios que era el único en todo el universo. Él era muy fuerte. Cierta ocasión hizo un viaje a la Vía Láctea. En ese entonces en la galaxia no había luz. Por eso, colocó una piedra brillante en el centro de esa galaxia y después aventó ocho piedras mágicas. La más bonita de ellas la nombró Tierra y junto a esta piedra colocó otra roca más pequeña llamada Luna. Y así fue poniéndoles nombres a todas las piedras redondas. Después las piedras crecieron y ese dios visitó la Tierra. Vio que nada más tenía agua y entonces con su magia y cinco piedras preciosas, incluyendo la roca de la fertilidad, las aventó y entonces creó los continentes. Ese dios decidió quedarse en ese planeta por muchos años hasta que falleció. Con su último aliento se formó el viento, de sus cabellos nacieron los ríos, sus manos en plantas, los pies se transformaron en montañas, de los ojos se formaron los animales y de su panza nacieron ecosistemas. A

La leyenda del zorrillo y las brujas

La leyenda del zorrillo y las brujas. Había una vez un zorrillo que vivía en lo alto de una montaña. Él tenía como vecinas a unas brujas. Todas las noches las escuchaba hablar. También escuchaba a los niños que pensaban chuparse. Por eso él se sentía muy mal, porque las brujas mataban muchos niños inocentes. Cierta ocasión vio cómo una bruja llevó a un niño a su casa. Mientras el niño lloraba, las brujas, gustosas, bailaban a su alrededor aullando en tres idiomas místicos. Cuando acabaron el baile, lo devoraron. Desde esa vez el zorrillo quedó muy espantado, pero también se propuso ayudar a esos niños para que ya no fueran matados. Así que cuando escuchaba a las brujas a donde iban a ir, él se adelantaba a la casa para echar gases apestosos para que con eso ya no se acercaran las brujas. Así, el zorrillo logró ayudar a muchos niños, pues las brujas ya no se acercaban. Así fueron los días hasta que una bruja lo descubrió y fue a decirles a sus amigas brujas p

La muerte y yo

La muerte y yo Estaba la muerte sentada en un balcón llegue yo y le baje su calzón y por gracioso al panteón me llevó. Mi mamá Carina a la huesuda regañó y de ahí el presidente Jaime me desenterró.   La maestra Erika la pachanga armó y feliz a todos emborrachó, porque en día de muertos: “La muerte es una canción”. Fin Autor: Omar Hernández Pérez Leer más de... Colección Pequeños escritores

La muerte en el panteón

La muerte en el panteón Estaba la muerte durmiendo en el panteón y fui yo y le canté una canción. Por eso mi mamá Jesusa me pegó; pero la huesuda me defendió; y para calmar la situación mi hermana Jazmín flores y veladoras llevó. La fiesta en Temalacayucan se celebró y mi hermana Jaqueline asistió,    y de repente la flaca al presidente Jaime se ajustició. Fin Autor: Javier Espinoza Coronal Leer más de... Colección Pequeños escritores

Blanca Nieves y los 7 huachicoleros

Blanca Nieves y los 7 huachicoleros Había una vez una mujer que era muy bella, pero no tenía familia ni tampoco una casa donde vivir. Ella estaba muy triste porque también era pobre. Un día salió al bosque a dar una vuelta y lejos vio una casa muy grande y bonita. La mujer bella se acercó y se dio cuenta que la casa estaba muy polvosa. Pensó que estaba deshabitada, pero de repente salieron 7 hombres que eran huachicoleros. Ese era su trabajo por lo que Blanca nieves se asustó mucho. Esos hombres eran buenos y decidieron dejarla vivir con ellos. Todos los días llegaban cada uno en su tráiler con mucha mercancía, mientras la mujer se quedaba cuidando la casa. Uno de los hombres se enamoró de ella, pero no se atrevía a decírselo porque pensaba que se iba a molestar. Un día se sentó a platicar con ella y le dijo que le gustaba mucho. Blanca Nieves le respondió que a ella también le gustaba mucho, por lo que se casaron y fueron felices. Fin Autor:  Yesica Hernández Pérez

Caperucita blanca

Caperucita blanca Había una vez una niña que murió deseando llevarle una canasta de oro a su abuela. Su alma penaba porque nunca pudo cumplir su sueño. Un día se escapó del lugar donde viven las almas y por la noche salió con la canasta. Ella iba por el bosque cuando se encontró con unos leñadores. Entonces los espantó y ellos se fueron corriendo. Ella se puso muy contenta y siguió caminando hasta que se encontró con un lobo que se podía comer a las personas y a las almas. El lobo le pidió la canasta y la niña fantasma no se la dio. El lobo se aparentó alejarse y la niña siguió su camino. El lobo comenzó a ponerle trampas pero caperucita blanca nunca cayó en ellas. Finalmente, llegó a la casa de su abuelita. Cuando su abuelita la vio entrar convertida en fantasma, se murió del espanto y la niña se puso muy triste por lo que decidió penar en esa casa. Cuenta la leyenda que cada vez que entra una persona a la casa y trata de tomar la canasta de oro se aparece el fant

La gansa de diamante

La gansa de diamante  Había una vez una gansa en lo alto del cielo en un castillo. Esta gansa era de diamante. Ella no se movía, era como una estatua. Ella habitaba sola en ese castillo. Todo el pueblo de San Ricardo sabía que ahí existía esa gansa, por lo que algunas personas se pusieron a construir escaleras de palo, de quiotes y de paja, pero cuando la gente se subía, las escaleras se quebraban y se derrumbaban. En una ocasión, una señora encargada de un orfanato contó la historia a los niños. Todos lo tomaron a juego excepto dos. Esos dos planearon llegar hasta la gansa, así que para eso construyeron una escalera muy fuerte. Primero probaron con palo y quiotes, pero se quebraba. Luego lo intentaron con paja pero sucedía lo mismo. Así que un día comenzaron a experimentar con paja, tierra y agua, logrando construir una escalera muy fuerte. La construyeron sin dejar de pensar que algún día llegarían hasta el castillo. Cuando lo lograron ellos fueron los primeros niños en

El águila real

El águila real Había una vez un águila que subía todas las tardes a volar para ejercitar sus alas. Esta águila y su familia habitaban en México, pero también habitaban muchos cazadores de animales. Ella temía salir pues sabía que en cualquier momento le podían disparar y morir, pero, aun así, ella confiaba en si misma porque tenía buna vista. Un día vio a un hombre armado con una pistola calibre 50. Ella se echó a volar dando vueltas para que el hombre no lograra darle un tiro. Ella desde aquella vez mejor decidió salir en las noches a volar. Fin  Autor: Omar Hernández Pérez      Leer más de... Colección Pequeños escritores

El elefante

El elefante Había una vez, en África, un hermoso elefante que se alimentaba muy bien. En un atardecer muy bonito, el elefante quiso ir a beber agua en el río que siempre iba a beber. Fue a ver y el rio estaba seco. El elefante tenía mucha sed. Él anduvo caminando en busca de agua y no encontraba. Él e acostó un rato debajo de un árbol porque ya estaba cansado pues tenía mucha sed, ya que en África se estaba acabando el agua. El atardecer seguía, no bajaba el sol. El elefante seguía buscando agua, él solo porque se había alejado de su manada. A lo lejos vio una manada y se dio cuenta que era la suya. Se acercó y vio que todos disfrutaban del agua que había. Por ello, tomó mucha agua y se refrescó. Fin Autor: Yesica Hernández Pérez Leer más de... Colección Pequeños escritores

El león cazador

El león cazador Había una vez un león que era el más temido de África. Él vivía en África en una sábana. Él reinaba esa sábana, pero un día fue a cazar en la noche y no encontró comida.  Después fue al siguiente día y no encontró comida. Nada. Así sucesivamente fueron pasando los días y no encontraba nada de comida y se tuvo que ir de esa sábana. Tuvo que pelear con otros leones para poder ser el rey de esa sábana.  Consiguió derrotar a los otros leones y ahora está muy feliz con su reino que tiene mucha comida. Fin Autor: Javier Espinoza Coronel Leer más de... Colección Pequeños escritores

La mariposa

La mariposa En una mañana muy bonita, una mariposa que le gustaba volar muy alto anduvo en medio de las plantas y dio muchas vueltas. Ella era muy alegre.  Un día encontró a una mariposa que era amargada y como la otra no era así, las dos pelearon.  No se sabe quien ganó, pero posiblemente ganó la mariposa alegre. Fin. Autor:  Mariela Hernández Torres Leer más de... Colección Pequeños escritores

Siempre se agradecido

Siempre se agradecido Cuando te hayas enfrentado a los colmillos filosos que en ocasiones pueden mostrar el hocico feroz de la vida y tan sólo tu logro fuera haber sobrevivido ante semejante batalla… siempre se agradecido. Cuando tu empeño y esfuerzo tan sólo hubiesen alcanzado pequeños logros para tus ojos de aquellos resultados que tú mismo te impusiste en el interior de las grandes y pesadas metas… siempre se agradecido. Cuando los obstáculos sean motivo de desvelo y cansancio exhaustivo, de largas ojeras debajo de los ojos y poca energía para levantarte temprano y continuar con tus actividades… siempre se agradecido. Cuando la ausencia de una buena salud te cause dolor, heridas, penas y molestias sofocando tu alma por la aflicción de una mejora muy lejana y de la naturaleza de la enfermedad… siempre se agradecido. Cuando el disgusto te envuelva desde los pies hasta el cuello con el peso de cientos de cadenas puras de hierro e impidan una respiración

Me tengo que ir

Me tengo que ir Esa noche fue la última vez que lo vi. Bueno, en realidad, cuando mi mente juega con los sentimientos y el pasado, suelo volver a conversar con él. Ya no como aquellas tardes en los bares de Apizaco o en los bailes que solíamos asistir, porque ahora sus palabras suelen ser enigmáticas, mucho más que antes. Es normal, dice mi mente, que todo haya cambiado desde que salió con ese hombre con máscara amigo. Emmanuel, el Emmanuel presente al cual me refiero sigue siendo el mismo físicamente: un hombre alto y esbelto, “lombriciento”, como dicen en mi amado san Pancho, en donde ambos solíamos causar molestas travesuras a las personas. Su piel, típica de los habitantes del lugar, descendía de los fundadores del pueblo: era de color más claro que el moreno pero más oscura que el blanco del queso que saboreo en las quesadillas con rajas que tanto que encantan. Al menos no cambiamos mucho después del ocaso.   Recuerdo que era típico que su bigote despidiera un olor m

No tengo ganas de escribir

No tengo ganas de escribir No tengo ganas de escribir porque los anzuelos de hierro fueron carcomidos por la acidez de las sales marinas. No tengo ganas de escribir Porque los remos de la balsa se ocultan por motivo de la lepra que los asesinan. No tengo ganas de escribir Porque las semillas no dieron el durazno dulce que los hambrientos anhelaban. No tengo ganas de escribir Porque la tierra no encuentra lluvia que cure los rasguños del arado. No tengo ganas de escribir Porque las alas de las polillas han traicionado a al espíritu del viento. No tengo ganas de escribir Porque las ruinas de los sagrados templos fueron construidas con látigo y sangre. No tengo ganas de escribir Porque la luna se sacrifico hace millones de años sólo para dar existencia a la noche. No tengo ganas de escribir Porque cubro a mi rostro con arcilla seca para evitar que sea tocado por la gracia y la verdad. Hoy no tengo ganas de escribir. Leer más de.