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Los sueños de Azucena

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Los sueños de Azucena Corría la primera noche del brumario para una niña de nueve años que vivía en el poblado de Españita, en México. Su nombre era Azucena, o florecita blanca, como solía decirle su abuelita Buganvilla desde que la vio por primera vez. Claro que ahora, ya casi hacían dos años que Buganvilla se había mudado al poblado de las Pléyades por motivos que Azucena apenas sí llegaba a entender pese a las explicaciones de sus padres.     Desde que su abuelita se mudó, a la pequeña Azucena le gustaba levantarse temprano los sábados y domingos para acostarse cerca del pino que se levantaba en el fondo del arriate de su casa, para así, imaginar a su abuelita Buganvilla y recordar los cuentos que ella le platicaba tan gustosamente. Su favorito era ese que hablaba de la señora Viuda Negra: mujer valiente e inteligente, quién por un manifiesto del Dios Arrebol, se le dio la tarea difícil de resguardar uno de los venenos más poderosos del mundo, afín de que no cay...

La chispa del alcohol

La chispa   del   alcohol: El perdón, el amor a ti mismo, la autocompasión, la respiración, la resurrección del espíritu, los abrazos, la tranquilidad, la verdad, la humildad, el amor al prójimo, el enojo y la ira ante la injusticia y el engaño, el orden y la administración de tus bienes, la confrontación de lo que ha de venir y es inevitable evadirlo, ser fiel a ti mismo y no traicionarte, pararte frente al espejo y reconocer tus limitaciones y errores, a fin de que ello no te lleve a una desgracia mayor, ser decidido, ser paciente, valiente y sereno ante la enfermedad y la adversidad, meditar y orar para no caer en provocaciones, cambiar lo que se pueda cambiar y resignarte ante lo que necesariamente se tenga que aceptar, reprender y reconocer lo que es malo sin cubrir la mente con ira, sino con comprensión y amor, elegir bien tu oficio, porque de él comerás, nunca doblegarte, guardar silencio cuando la prudencia lo ame...

Tormenta

Tormenta En medio del cristal, una tarde en la nada, un tiempo sin consuelo... melancolía nueva. Y lloré cuanto pude hasta agotar el cielo y me arrastraste hacia dolor !Como sufren los elfos! Vuelvo a empezar, pero mis manos yacen cansadas, no hay una esperanza: mis pies me sangran. Y la luna me vuelve a cubrir, no deja de brillar... lloro otra vez… mi alma perdida... esta. Leer más de... Colección Los muros de mi castillo

Renuncia a tu vida y te ataras al mundo entero.

Renuncia a tu vida y te ataras al mundo entero. Con tu mente… lograste elevar mis desnutridas plegarias hacia una realidad permanente que se enreda sobre las ramas del tronco del árbol de la vida. Con tu existencia… derribaste las púas de las rejas oxidadas que amordazaban mi seca y moribunda garganta. Con tu mirada… segaste la potestad de la muerte que tiene sobre los yacimientos que no sacian la sed de los malaventurados.   Con tu boca… desenvainaste la infección que mantenía en el silencio a las rocas de mis cuevas donde por mucho tiempo solo se arrastraron alacranes. Con tus manos… desvaneciste la congestión que ahogaba la fuerza de la tormenta eléctrica que doblegaba a mis enemigos. Con tus alientos… soplaste los vientos que formaron los puentes para dar el don de la movilidad al barro que diariamente cubre y recubre mis actos. Con tus palabras… desmembraste la raíz de mi timidez que me mantenía en el interior de un cua...