Un refugio para la locura


Un refugio para la locura

Este era un caracol que, al paso de los años, sintió que su concha era un estorbo. Siempre se preguntaba la utilidad que le daba en ciertas ocasiones, pero también cuando le resultaba algo innecesario. Por ejemplo, cuando los lugares más acogedores y húmedos resultaban ser tan estrechos.

Cierto día se preguntó que sucedería si esta, su concha, desapareciera. Esa idea no lo abandonó, pues lo acosó durante madrugadas y medios días, hasta que, cansado de tanta indecisión, finalmente, optó por dejarlo en medio de un corto pastizal, a un lado de unas rocas secas.

Al principio, disfrutó las olas del viento que chocaban por su blando cuerpo, el cual se encontraba por primera vez con los rayos cálidos del sol. El caracol, feliz por la decisión que había tomado, festejó aquella tarde, revolcando su cuerpo en el mar de los sentidos que recién había descubierto.

Al llegar la noche, se dio cuenta que la temperatura le arrebata el calor que le había obsequiado, pues el frío lo rondaba de cola a cabeza. Por tal motivo, retornó tan rápido como pudo a las piedras secas donde había dejado su concha ese mismo día.


A lo lejos, a unos cuantos centímetros de las rocas secas, observó como decenas de hormigas cargaban sobre sus hombros lo que el sostuvo durante mucho tiempo, desde que tenía memoria. Al instante, su cuerpo se cubrió de muchas emociones desconocidas. Después de unos segundos, optó por dar la vuelta y continuar con su nuevo viaje.       

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