El precio del sacrificio


El precio del sacrificio

Una vez más la rosa estaba contenta. Ella siempre recordaba el primer día que había volado por el cielo en medio de montañas y nubes blancas. Pero además, ella siempre soñaba con que algún día alguien cortaría el tallo que conformaba su espinoso cuerpo. Ella era buena reflexionando sobre las cosas que ocurrían a su alrededor, y sobre el futuro. En ocasiones, después de observar las estrellas se decía a sí misma que los humanos eran sus principales enemigos, por lo cual perdía el sueño buscando una solución a su conflicto.
De tanto indagar e indagar se le fue el hábito natural de comer, y por lo tanto dejó de crecer. Sus hojas dejaron de ser coloridas y llamativas, bañándose por un color marchito. Esa es la solución: no crecer nunca otra vez. Pronto difundió la noticia entre sus hermanas: las flores más cercanas…
-          Debemos de interrumpir nuestro desarrollo y de esa manera venceremos la batalla en contra de la muerte que nos ha azotado por parte de la especie humana- dijo la rosa.
-          Eso no es posible querida, atentaríamos una vez más contra los principios naturales e incluso contra nosotras mismas, dejaríamos de reproducirnos y entones nos convertiríamos en líderes de nuestra propia extinción- le contestaron.
-          Yo dejaré de crecer.
-          Crecemos aun más.
Una semana después, un humano de mediana estatura, delgado y joven, cortó algunas flores en donde se había llevado a cabo la anterior charla. Ese mismo día todas las flores estaban enojadas, muy enojadas. La rosa, que no quería crecer, no dijo nada, pues prefirió guardar absoluto silencio a tener que iniciar un debate que no tendría sentido. Algunas flores comenzaron a apoyar a la rosa, por lo cual decidieron no crecer, mientras tanto, otras flores continuaron obedeciendo la ley natural y crecieron aún más. Esta es la razón porqué algunas flores son chaparritas y otras son altas.
La siguiente semana, ese mismo humano retornó y cortó otro tanto de flores. El campo se encontraba completamente en caos. Mucho se rumoraba sobre sus labios delgados y dientes blancos en forma de satisfacción, pero nadie confirmaba tal acción. La rosa observó por un instante al humano y a las flores escurriendo sobre sus manos. Ella gritó y después le reprochó:
-          Nosotras también tenemos vida, deberías pensar un poco en eso.
El humano giro el cuello y observó a su alrededor, pero nada encontró. La rosa volvió a gritar de tal manera que el humano al fin la vislumbró:
-          Lo siento pero necesito flores para mi mamá que se encuentra en casa enferma de cáncer. La verdad no tengo idea de qué es lo que hago. Además no quiero dañarlas pero deseo ver nuevamente a mi mamá sonreír. Ella ama las flores tanto como a mí.
-          No se mucho sobre el cáncer, pero no puedes seguir cortando flores, pues de ser así, nosotras dejaremos de crecer.
-          No – dijo el humano- no pueden hacer eso, romperían el corazón de mi mamá. Al menos permite que me lleve otras y nunca más me verán por estos rumbos.
La rosa contemplo el pálido rostro de su enemigo, sus manos le recordaban el color de sus hojas y su cabello al de sus espinas. Sabía de ante mano que no podía permitir una catástrofe más hacia su campo, por lo tanto, no le quedaba más que hacer lo que siempre han hecho los líderes.
-          ¡Córtame!, ¡córtame!, ¡córtame! Y vamos con tu madre porque no habrá otras flores muertas cuando yo me vaya- dijo la rosa.
-          Es una promesa- contestó el humano.
Al día siguiente, la mañana fue muy pesada en todo el mundo, el cielo permanecía nublado, y una niebla misteriosa se había extendido por el campo donde habían ocurrido los hechos. Por otra parte, la mamá de Abel se adornaba de encanto al observar que en el buró de recamára yacía una rosa marchita, pero bañada con agua recién vertida, con una enorme maceta y fresca tierra, así como un pequeñísimo pero visible tallo verde a un costado del cuerpo principal.   

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