Manzanilla para el calor


Manzanilla para el calor

Todo principio, en este universo, está condenado a ser poseedor de un fin. Mientras los átomos son condenados por la inquisición de la repulsión bajo un principio natural, el fin de los eones nos alcanza constantemente y nos desaparece, y Miguel,  en  las escaseces del sueño bajo una madrugada dentro del sanatorio, decide contemplar y encontrar los secretos de las estrellas, principalmente el sol. Todo ello después de su trágico accidente.

Antes de anochecer, como suplicio y condena a un insomnio eterno, estudia cada suceso minucioso de su larga vida: la mona lisa, los nazis, el siglo de las luces, el primer viaje a la luna, la extinción de los predadores gigantes y el más grande misterio de todos: el estancamiento de la muerte por la vida. Después de ello, un poco de té sabor manzanilla era suficiente para aliviar las quemaduras en la piel, las náuseas, el repudio hacia sí mismo, y el sol que consternaba su vida entera: “si fuese un átomo de helio esto sería común, no me dolería,  y sin embargo, existiría…”

Diariamente se escondía por medio de gritos, travesuras, manotazos y agresividades, pero sólo la noche y el sol, con su perfume de cuna de Moisés, lo consolaban y lo bañaban con caricias a la piel de su cuerpo sin figura, que constantemente era amenazada por la reconstrucción de sus células, así como de los medicamentos que tomaba.  

El primavera pronto terminaría y con ella, la llegada del verano. Miguel se preparaba para dicho cambio con más té y más notas sobre la existencia y el ciclo del universo, así como más conocimientos sobre los descubrimientos de la humanidad, pero siempre acompañada de los movimientos estelares y la manta de sus realidades prefabricadas.

Esa noche tan radiante como el alba, un círculo marcaba el ciclo de la estación primaverano en el calendario que guardaba debajo de las almohadas percudidas. Tomó todas las pastillas que había reunido durante dos semanas y escapó en dirección a las afueras de la ciudad.

En una pila de árboles en medio de la nada, con un encendedor prendió fuego a todas las meditaciones que había cargado frente a la luna al tiempo que sus labios eran refrescados con té de manzanilla. En frente de él yacía  un coyote con forma de humano. Muerto del terror se tendió sobre el suelo sabiendo que ese fin que tanto buscó le respondía finalmente a sus súplicas, sabía como era, su forma y su sentido. Dio el último respiro a su té y cayó al fin en el vacío de las ramas.



Al día siguiente de su desaparición, la manzanilla inundó los campos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Participar en un panel de discución

Material Complementario