Tumbas en las calles: también celebran el día de muertos


Tumbas en las calles: también celebran el día de muertos




 No sólo los panteones resguardan a aquellos que un día transitaron por las calles de esta ciudad, pues algunos “escapan” de estos recintos para permanecer como guardianes de algunas zonas, pues sus tumbas nacen al pie del pavimento. 

Tal es el caso de Mario Ramírez Andrade, quien por los últimos 40 años ha tenido que reposar debajo de una banqueta que se localiza en una de las calles principales de la capital poblana.

Esa zona es transitada por decenas de personas a diario, pero ni uno ha sido por parte de sus familiares, pues su recuerdo se unió a las manos que construyeron los muros de piedra desgastados que ahora resguarda.

Las flores que en su tiempo vistieron a los campos con su resplandeciente belleza morada, ahora lucen marchitas, secas y sin alma. A ellas las acompaña un frasco transparente, que posiblemente resguardo la fuente de vida pasajera.

No pueden faltar los alimentos de la ofrenda, aunque en esta ocasión sólo sean rastros secos de cáscaras de lo que fue una jugosa mandarina de temporada.

Es de esta manera como el buen Mario perdura sus días de existencia, antes de que la eternidad lo estrangule con sus manos del caos y polvo.

Otros tantos, trataron de ser protegidos por una especie de “casita”. Tal vez para decirles que no importa que estén condenados a observar el movimiento de la sociedad por décadas, sino que ellos serán el registro perfecto de que en México se respeta la vida después de la muerte.

En este caso, no hay inscripción, no hay datos de quien fue para aquellos que en esta temporada quieran contemplarlos, y en una o dos generaciones más tampoco habrá descendientes que puedan dibujar sus rostros.

La puerta blanca, como el color de las almas, se compone de siete rectángulos ¿Qué curioso no lo creen? El número que por mucho tiempo ha sido considerado de buena suerte ¿Morir será signo de buena suerte? La historia será quien defina ese adjetivo. 

Además, el pequeño “templo” se encuentra sellado por un diminuto candado dorado, por lo tanto sus secretos sólo serán revelados por aquel que nos preste la llave. Bueno, si es que aún existe en carne y hueso.

Pero no todas gozan de dicha suerte. Otras tantas aún dejan ver el hueco y la herida que dejaron en los seres de este plano, pues podemos encontrar aquellas que se visten de ese tono naranja otoñal que tanto agrada a la pupila humana.

La frescura de los colores despierta el deseo de acercarse para gozar de embriagante aroma. Esto sin recalcar que los objetos sagrados se hayan rodeados por un pasto verde y limpio, como los de algunos parques donde suelen columpiarse los niño ¿Será útil para un día de campo?

Los familiares regresarán pronto por tres razones, principalmente. La primera para dejar la tercera cruz, cumpliendo de esta manera la costumbre mexicana. La segunda nace de la sensación de ausencia que ha dejado la persona bondadosa que conocieron. Y la tercera, porque no importante donde se encuentren las tumbas de quienes una vez amamos, sea en el panteón, en la cremación o en medio de las calles, sino que buscarán la forma de revivirlos, aunque sea por un momento, aunque sea por medio de tradición, de la fe, del sentimiento y la devoción.     

                                                                                       


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