El gato de Priscila
El gato de Priscila He perdido la cuenta de las horas, de los minutos y de los segundos que han trascurrido. Las cosas aquí no cambian, pues todo está condenado a lo eterno: el azulejo siempre permanecerá verde, la porcelana siempre será blanca y el cesto de basura nunca dejará su color negro cenizo. Todo permanece intacto, como un cuadro frío y áspero, rígido, que no se preocupa de la vejez y de la muerte. La última vez que vi el reloj, éste había marcado las 11:46 de la noche, muy cerca de la media noche. En aquel momento no había probado ni un bocado de alimento en todo el día. La habitación, recuerdo, permanecía oscura, pues me había negado a encender el interruptor de la lámpara, ya que estaba seguro que pronto recibiría la visita aquí… tu visita… aquí en medio de mi habitación, en medio de mi cama. Nada había cambiado en los últimos 30 años. El color de las paredes seguía siendo el mismo: un amarillo canario que ahora me parece el crudo color del vomito. Ese cuart...