El enigma de las mariposas



El enigma de las mariposas

Aventura 1
 La advertencia de la araña

Pensaba en lo calmado que el clima se ha puesto, sobre todo a mi favor; en las adversidades del trabajo y de la escuela, también en lo delicioso que es una taza de café, ya que esta me ayudó en los momentos más difíciles, aunque haya sido sólo para quitarme el sueño más no el cansancio en los días más pesados tanto por el desgate del cuerpo como el de la mente. Vaya que fue una lucha contra la marea o al menos eso me decía él.

Justo en ese momento, cuando tomé el lápiz entre los dedos de mis manos para comenzar a escribir, una araña pasó entre mis libros de estudio que estaban sobre la mesa de madera. La muy temeraria parecía retarme a un duelo, ya que se quedaba ahí, quieta, esperando a que realizara algún movimiento, y con base a ello, decidir sus acciones. A esa araña ya la había visto en otras ocasiones: mientras lavaba trastes, cuando tomé un poco de sal para sazonar los nopales que quesillo cuando cocinaba y hasta cuando me metí a la regadera para tomar el baño matutino.

No sé si yo le caía bien y me visitaba de vez en cuando o sólo me retaba a un duelo, en el cual yo saldría vencedor con aplastarla solamente. Al menos hasta ese momento, pues estaba a punto de descubrir algo que todavía comprendo poco, pero me siento afortunado de ser yo quien lo viva y ahora de poder, de cierta manera, compartirlo antes de que la materia, la energía y el movimiento se agote.

En aquella ocasión había, como de costumbre, un poco de café, pero esta vez con más azúcar que agua en lo que yo considero una hermosa taza de barro, la cual no había completado el proceso de cristalización para convertirse en una taza de talavera. En aquellos instantes, la araña se acercó más de lo común, estaba a unos cuantos centímetros del dedo que podía quitarle la respiración y llevarla al seno de la inmensidad:

-Hoy me ves y mañana quien sabe. No es común que uno de tu especie conserve con vida a uno de los nuestros o sea en lo más mínimo tolerante. Una guerra entre nosotros se acerca y tú sólo observas como brinco entre el polvo de tus muebles. ¿Acaso eres uno de los nuestros? -dijo la araña…

En sí, ella jamás habló directamente… jamás… en mi mente su lenguaje fluía y se desarrollaba como una melodía extraña que conocía desde niño, pero nunca canté, desconozco porque mis neuronas estaban listas y preparadas para articular la contestación en su idioma:

-Yo no sé de qué me estas hablando. Es más, no sé cómo es posible que yo te entienda y tampoco comprendo porque soy capaz de comunicarme contigo. Unido a esto, en lo personal, no me ocupa tu situación y tampoco me interesa. Si estas en guerra, pues en guerra quédate allá, lejos de mí.

-¡Pero que soberbio eres! Los tuyos pronto serán exterminados ¿Y no te preocupa en lo absoluto? Claro, ustedes con sus inventos creen que nos han superado, pero sólo es una muestra de su incapacidad por ser autónomos, necesitan de nosotros para sobrevivir, no poseen armas propias como las nuestras, que ¿Acaso no te das cuenta de que lo que cubre tu piel fue primero piel de otro? -respondió la ocho patas.

-Si, pero…

-¿Acaso no te das cuenta que el lugar sobre el cual habitas esta compuesto de diversos minerales que se encuentran en aquello que ustedes han denominado montañas? -interrumpió la intrépida.

Antes de responderle y esperar otra interrupción de su parte, observé cuidadosamente la mesa sobre la cual reposaba mi tarrito con café. Me puse de pie y caminé hacía el baño del departamento, el cual se encontraba forrado de azulejo al igual que la cocina. La araña tenía razón: creí estar lejos de la naturaleza pero ella estaba más cerca que nunca. El olvido ha hecho que la distancia crezca entre nosotros dos, y al parecer, había un precio que pagar.

-Así es -replicó ella -hay un precio que pagar y por lo visto las consecuencias serán más dolorosas que en otros tiempos. Supongo que tampoco recuerdas la convención ¿Cierto?   

-¿Convención? ¿Cuál convención? -pregunté un poco molesto por el exceso de palabrerías desconocidas y asuntos de los cuales nunca había escuchado.

-Bueno -dijo ella -por eso no te preocupes, si no has escuchado detalles sobre la convención es por ser indigno de ella. Sólo los verdaderos aspirantes del proceso evolutivo y los preocupados por la armonía son los convocados para asistir a dicha convención.

Mi café se había terminado. Necesitaba otra taza con extra de azúcar para calmar mi apetito. Además, el clima lo obligaba: las nubes van y vienen, por lo cual la tarde era amarilla y gris en cuestión de minutos, incluso, de segundos. En la radio sonaba una canción en inglés desconocida para mí, pero con un excelente ritmo sereno.

Me levanté de la silla y con ello cayeron unas migajas de pan al piso rojo laminado que adornaba la sala. Después de cierto tiempo, comenté:

-Si antes no me interesó matarte, ahora posiblemente lo haga y en cuanto a esa convención, ustedes pueden hacer las reuniones que quieran. Pueden hacer guerras contra los de mi especie, pero al final del día el tiempo nos dará la victoria.

Ella dio un brinco tal alto y largo para ser una simple araña que quedó muy cerca de los dedos de mis pies. Sentí una mirada inmensamente penetrante sobre mis ojos que ocasionaba un mensaje de gracia y burla por parte de aquel insecto en mi mente. Mostró tanta determinación tanto en su postura como en sus palabras que despertó en mi un sentimiento de gran admiración:

-Puedes aplastarme en este instante y pudiste hacerlo antes, pero no lo haces porque estas solo, completamente solo. La tortuga que alimentas a diario y las plantas a las cuales brindas agua son tus únicos aliados. Te encuentras molesto con los de tu especie y crees que cuidando a algunos diferentes a los tuyos saciaras tu ira para regresar al mundo como si nada hubiera pasado, pero sabes en el fondo que eso no será posible. Es un alivio casero, momentáneo, más no te llevara más allá de lo que concibe la luz de tus ojos.

Tras sentir aquellas melodías alrededor de mi cabeza, di la media vuelta, tomé el tarro vacío y me dirigí hacia la cocina donde el agua tibia se encontraba, tratando de ignorar las palabras de aquel animal. Me preparé otro café, esta vez con agua fría. Pensé unos instantes más en lo dicho por la araña, pero las canciones de la radio me interrumpían e impedían mi concentración.

Regresé con mi taza con café entre mis dedos de la mano derecha. Ya había pensado que contestarle al atrevido arácnido, sin embargo, aquel animalito parlanchín ya no estaba donde lo había dejado. Levanté los libros de biología y de inglés, pero no se encontraba por algún rincón. También revisé por debajo del tortillero, así como una a una cada tortilla que tenía… fue en vano pues ni el mínimo rastro dejó aquella araña astuta.

-Posiblemente nos vemos después –se escuchó a lo lejos, pero el viento desvaneció el origen de la melodía que generaba ese eco en mi cabeza.          


 Aventura 2
Moscas en las hojas

No le quedaba otra opción que sonreír. Eso era lo único que sabía hacer ¿Por qué? Lo ignoro, pues yo no crecí cerca de él. Es cierto, lo rebasaba por unos cuantos centímetros y su piel, a comparación de la mía, resultaba ser más clara. Muy poco diría yo, por que a mi parecer teníamos el mismo tono. Sus ojos, esos ojos parecían dos bolas brillantes de cristal: siempre impredecibles con el universo en tempestad y destrucción debido a que el orden jamás se le había concedido… jamás.

Solía mantener una barba de candado limpia y barnizada de color negro, sobre todo los sábados por la noche. Ella hacía un buen juego con su rostro alargado y cuando una curva aparecía bajo aquella nariz respingada, de mejilla a mejilla, el confort reinaba algunos instantes o al menos eso opinaban aquellos que lo habían tratado. Podría coincidir con ellos, pero lo habitual era un carácter en forma de plastilina en manos de un niño de primaria.

Por tal motivo, la única manera de tolerar su tremendo carácter era a través de los versos, las rimas, la reflexión y el encanto que puede traer consigo la escritura, pues lejos de ella, las emociones hacían de las suyas causando una tormenta cósmica en el centro de una erupción estelar, volviéndolo más inestable que el mismísimo padre de los dioses del viejo continente: júpiter.

Desde las primeras veces que salimos, y hasta los últimos días que convivimos, su persona fue un laberinto de bibliotecas para mi diminuto curador. El argumento parecía ser una seductora consejera que extendía la delicadez de sus brazos alrededor de su cuello, sujetándolo para no matarlo, sin embargo, dejarlo en asfixia total hasta que la luna alcazaba casi la cúpula del cielo.   

Todos los actos que eran regidos por mi mente estaban ciegamente relacionados por la etiqueta que colocaba sobre las personas: era un analizador de sus ideas y de sus movimientos. No uno muy eficiente, pero lo intentaba con cada palabra que me daban de regalo: un significado digno para ser desentrañado y descubrir parte de sus intenciones, tanto a corto como a largo plazo.

Pero no, no en esta ocasión. Él era el amo de las identidades. Podría perderme en millones de portadas de personas y páginas de anécdotas que portan el yugo de la demarcación que visten a los guardianes que vigilan eternamente esos límites de este plano con el de las almas, y aun así regresar a tiempo para dar solución a los problemas o dificultades que se presenten en mi trabajo.

Pero ante él todo era en vano: la ceniza esparcida por el viento y los océanos conformaba una vez más a los dinosaurios a los cuales pertenecieron en tiempos pasados. Sus palabras eran filosofía barata para algunos y ley divina para otros, pero un poco de las dos para mí ¿Cuál es el motivo auténtico que me elevaba a esa situación donde carecía de neuronas que me acompañaran a la luz al final del túnel oculto dentro del subsuelo?

Todavía, a lo lejos, mientras sostengo este viejo telescopio que me fue encomendado por las esencias místicas hasta que sea tomado por aquel que posea la corona de la virtud y destelle con su respiro solemne iluminación, lo aprovecho para romper las reglas y observar nuevamente el paraíso que sostiene su cuerpo en compañía de las palmas de mis manos que le deje como sello.    

Si es que las ruinas se mantienen de pie todavía y muestran el esplendor de lo que una fueron aquellos palacios ahora en decadencia, debo aclarar que nuestros caminos se toparon justo cuando había concluido lo que se conoce como preparatoria. Él, en ese entonces, oscilaba entre los cuarenta y cuarenta y cinco años, y pese a ello, no había alguna arruga en su rostro que mostrar. Gustaba de ser rodeado por gente exitosa y las comparaciones siempre salían a relucir el imponente ego que yo siempre odié.

Recalco que odié con todas mis fuerzas, con todos esos principios establecidos que, poco a poco, se fueron mudando al drenaje de la ciudad para ser reemplazados por otros. Tal vez fue un trance, que, de no haber ocurrido, ahora me encontraría sentado sobre la silla de una oficina gris: rodeado de largas paredes y mirando el reloj con ansias de que llegase la hora de salida.    

La vida es tan pura y sublime que ni una persona ha podido conocerla, ni yo mismo diría estando en esta nueva situación ¿Por qué? Por que sólo conocemos aquello que nos rodea, aquello que la fortuna, la suerte y el destino nos lo permite, eso y nuestras capacidades: el mundo ya existe como tal y cualquiera que opine algo diferente es enviado a otros mundos muy lejanos a este.

Hoy, por poner un ejemplo, se anunciaba en diferentes lados el cuerpo de un sujeto extraño asesinado hace unos días. El principal sospechoso era un hombre que ostentaba el lápiz y la decisión. Él pertenecía a una jerarquía distinta a la de la mayoría. Lo alarmante estaba por venir: con él muerto sumaban doce decesos, sin incluir a los que estaban en la lista de desaparecidos.

No tuve la fortuna de conocerlo, tampoco los motivos reales de la tragedia, pero si lamentaba mucho aquel suceso, no por el hecho mismo, no por aquel hombre, no por la familia o el dolor que pudiese dejar su partida, ni por el culpable y mucho menos por la falta de claridad, sino por la degradación de la conciencia dentro del hombre y que amenazaba con la extinción del mismo ser.

Un león caza porque necesita, es decir, está obligado a cubrir con alimento que obtiene de otros animales la sed de su hambre, empero ¿Cuál es la necesidad que se cubre con matar a un hombre? ¿Acaso mañana por la mañana venderán a 20 pesos el kilo de carne de hombre y así evitar la desnutrición que impera en muchos lugares recónditos? Un caníbal, por lo menos, mata a su presa de tal manera que conserve un buen sabor.

No comprendo entonces porque se pierden vidas, las cuales se suman y suman en las decenas de cementerios de nuestro territorio al mismo tiempo que se acumulan sobre las cruces nombres que no volverán a pronunciarse ¿Por qué? Porque no hay motivos claros, por eso mismo, y por eso enfatizó que: el predestino si existe y este inicia justo en aquel momento que damos el primer respiro, y si no me creen, pregúntenle a Jesús.

Para ese tipo de asuntos, mi padre siempre recomendó portar el traje de la solidaridad: “debemos apoyar a todos los que engruesan la lista de desaparecidos ¡Tú deberías marchar junto a ellos que exigen lo que ahora la mayoría creen perdida! El que quiere, puede” … toda esa bola de dichos prefabricados para mantener una desgracia y lamentación eterna, pero eso sí, incados y con velas que atan nuestras acciones y nuestras ideas.

Por ello, estar en desacuerdo con él ya era el pan de cada día para mí, total, muy pronto abandonaría mi casa para descubrir cuál era mi propósito entre estas tierras extrañas. Pero resulta que la casa era el planeta entero, al menos aquel que me habían enseñado durante mis días en la escuela. La paciencia siempre cuidaba de mis arranques de locura que a diario encolerizaba mi espíritu. No me hago la víctima, es sólo que un hombre, si realmente quiere adquirir conocimiento y filosofía de la vida no le queda más que descubrir el mundo mediante sus propios sentidos.      

Los grandes lagos se desvanecen minuto a minuto, amenazando en convertirse en diminutos charcos, los cuales urgen una renovación, pues corren el riesgo de desaparecer por falta de veneradores de lluvia que les regrese ese tono azulado. El clima no los ayuda, pues el calor impera por todos lados: grandes grietas se dibujan a lo largo de lo que en su momento fue mi rostro.



 Aventura 3
El mensaje del grillo


Sentado sobre el cemento con grietas, observaba plácidamente las flamas expandirse a causa del choque del aserrín de escobas con los gigantes carbones que se encontraban en el interior de aquella caldera. El cuarto, además de permanecer sin revocado, estaba rodeado del hollín acumulado de, por lo menos, tres años. La prosperidad se encontraba cerca, podía sentirla, pero mientras llegaba la paz y tranquilidad continuaban visitándome… de vez en cuando.

El trabajo, aunque no era lo que esperaba, me dejaba un salario con el cual cubría los pagos de la hipoteca. De cierto modo, engañaba a mi mente comparando el oficio de fogonero que desempañaba en aquellos baños públicos con el de oficial ferrocarrilero principalmente porque los trenes siempre me resultaron maravillosos. Desconozco porque me llaman mucho la atención. Una razón puede ser por las vías, pues los ferrocarriles siguen una guía que son las vías. Supongo que buscaba afanosamente mis vías.

Por otra parte, las clases escolares se habían terminado y finalmente volvía a tener el control e mi tiempo, al menos, por esos momentos. Muy pronto enfrentaría una nueva etapa: dejar de cargar los barriles de aserrín y los troncos secos y mojados daban calor al agua fría, el lavado de pipas de agua, la escoba y las cubetas de agua con jabón por el lápiz y la libreta, las preguntas, la investigación y la publicación. Al principio, eso sería suficiente, pero al cabo de cierto tiempo, supongo que mis necesidades secundarias crecerían y entonces cambiaría a otro empleo, así de forma indefinida.    

Mientras mi imaginación generaba ese tipo de escenas que volaban de lado a lado dentro de mi cabeza, a mi lado, un grillo saltaba y saltaba por todo el aserrín como saltamontes en primavera. Por unos instantes pensé en tomarlo con las manos, pero una mordida es lo único que hubiese ganado. Además, ese insecto mostraba poseer el tiempo del parpadeo en sus brincos dados por esas largas piernas, lo que le daba la potestad de ser escurridizo. 

Por algunos minutos me concentré en ver sus largos brincos y piruetas, las cuales resultaban ser tanto graciosas como divertidas, lo que me hizo recordar lo travieso que podemos ser cuando no hemos cumplido más de diez años, pues pasando esa edad por alguna extraña razón olvidamos saltar queriendo alcanzar las estrellas más brillantes de la cúpula nocturna para discutir sobre un futuro seguro.

Es un poco trivial que ese evento se repita como espiral sin fin y con ello perdamos de vista lo tambaleante que es la vida y lo frágil que son nuestras aspiraciones. Mi mente fue interrumpida por el calor que crecía de forma constante y volviéndose insoportable después de permanecer más de cinco horas sentado dentro de aquel pequeño lugar con una ventana que servía de ventilación, pero con un tamaño menor al metro cuadrado.  

Las ocho de la noche que maraca el reloj dejaban en claro el instante en el cual me encontraba. Mi padre, por su parte, no se había aparecido por algún lado durante toda la tarde sabatina. Seguramente se encontraba acostado en su habitación recuperándose de la cruda a causa de la borrachera del viernes o tal vez la fiesta no había terminado y se encontraba en pleno festejo todavía.

No recuerdo en que instante surgió la idea de llamarlo papá si apenas cumplíamos un lustro de tratarnos. Supongo que despertó cierto grado de admiración en mí. Sin embargo, ello no le quitaba el mérito de ser un sujeto extraño que se preocupaba por todo y nada a la vez. Solía producirme un poco de confusión pues con nada parecía encontentarse: era un cerebro inundado por la administración y las finanzas. 

Todos los días se exigía así mismo algo, fuera un cliente más o un servicio de mayor calidad que las semanas pasadas. De no ser así, estallaba con toda facilidad con todos los que estábamos a su alrededor, dejando fluir una cólera, la cual me parece desconcertante. Aquí la raíz del asunto y por lo cual la compatibilidad de ideas sólo se presentaba si hablamos por casos de éxito. 

En ciertas ocasiones, delante de mis nuevos hermanos sermoneaba diciendo que nada faltaba bajo el techo que el mantenía: tenis nuevos, celulares de moda, medicamente que no era expedido por el seguro social, televisión con cable y acceso a internet, pan y rosca de reyes de las mejores panaderías del estado… todos esos frutos que él consideraba regalos del esfuerzo que ponía en su trabajo.

A ello no le faltaba el toque final ya que cerraba aquel sermón con el ancla que se clavaba en lo más profundo de su pecho…durante su infancia había carecido de los lujos de su época. Recuerdo que sus padres, mis abuelos, corroboraban sus palabras cuando los visitábamos en familia, en cambio, negaban haberle puesto una mano encima como ahora el hacía con mis hermanos.  

La tarea que se encomienda a aquellos que llegan a tener un infante en brazos me parece ser una de las más complicadas debido a que además de trabajar para sostener así mismo cargan con la responsabilidad de un tercero, el cual es abrazado por la vulnerabilidad durante los primeros años de su vida. Claro está que dicha necesidad de protección nunca termina, solo se atenúa con el crecimiento de los que una vez necesitaron mamila.

Mis tíos, de ambos lados de la familia, hacían lo posible o lo que estaba en sus manos para orientar a mis primos, lamentablemente se guiaban por el conducto de los gritos por lo regular. Cuando eso sucedía mi boca se abstenía de emitir alguna opinión a fin de no inmiscuirme en aquello que no me corresponde, por ahí mis abuelos aconsejaban buscar la prudencia.

Pese a ello, una renuencia brotaba entre mis choques neuronales para decir en silencio ¿Ellos, los niños, que culpa tienen de que la infancia de sus padres no haya sido la mejor o la adecuada y tengan que cargar con las consecuencias sobre sus débiles espaldas como ladrillos con púas que desgajan la piel causando dolencia continua? El problema de girar constantemente al pasado continua, como si se tratase de una epidemia de sufrimiento generacional interminable.

-¿Tú qué sabes sobre el sufrimiento ajeno que es el resultado de lo impredecible que suele ser esta vida? -susurró el aserrín mojado.
-No, no soy el aserrín mojado -contestaron -Pensabas en mí hace unos instantes mientras veías como mandaba un mensaje con lo corto de mi cuerpo ¿Estás seguro de que no recuerdas quien soy yo?
-¿El gri…? -dije cuando fui interrumpido.
-Ese mismo, ese mismo. Ahora te vuelvo a preguntar ¿Tú qué sabes sobre el sufrimiento ajeno que es el resultado de lo impredecible que suele ser esta vida? Te recuerdo que aún no eres papá y por tal razón me parece que estas incapacitado para emitir algún tipo de opinión, por muy mínima que esta sea.

Me quedé en silencio por unos instantes. El grillo sabía lo que decía: tan sólo presumía de llevar una vida independiente por el hecho de vivir solo, de preparar mis alimentos a diario, de lavar la ropa que vestía, aunque quedara con algunas manchas negras, todo ello entre otras actividades las cuales desarrollaba desde hace ya seis años, sin darle explicación a alguien.  

Las decisiones, incluyendo las más meticulosas, fueron de mi exclusiva responsabilidad, aunque no eran siempre las mejores. Supongo que ello no era motivo suficiente para ser padre de familia pues faltaba el amor, la crianza, el sacrificio o la preocupación que genera estar al frente de varias bocas que alimentar. Para no generar un conflicto que pudiese detener la labor que desarrollaba dentro de la caldera, di un respiro y respondí:

-Es cierto lo que dices porque no cuento con esa experiencia, empero ¿Quién eres tú para saber sobre ello? No tienes necesidad de trabajar o mantener. Tampoco veo a tu lado a tus hijos. Es más, ni siquiera eres humano; eres un simple grillo vagabundo sin destino. Eso y nada más. Los de nuestra especie tenemos mucho en que pensar y preocuparnos aun sin ser el pilar familiar.  
-Si, no sabes nada del sufrimiento, del sacrificio o de la vida. Estoy dejando escapar el gozo de este exquisito aserrín húmedo por charlar con alguien como tú, no debería tomarme esa molestia -y el sonido del fuego se dejó escuchar sobre la melodía del grillo -Yo vivo, tú mueres. El secreto de la vida se haya en lo que ustedes han denominado muerte. Si aprendieras a convivir con ella todos los días que se te han otorgado, simplemente la preocupación no descansaría sobre tus hombros.

Desaparecería el miedo, la angustia e incluso la soledad. En consecuencia, aprenderías a saborear con la palma de tu mano el agua salada de los mares, a mojarte con la tierra húmeda de los bosques ¿Me explico? Si para vivir fuese necesario tener un refugio que alimente tu falta de seguridad y poder ¿Tú crees que nosotros los grillos nos la pasaríamos jugando con el cuerpo de los árboles? Por eso se ha perdido el amor a la naturaleza, incluyendo la pasión por la misma existencia, porque las especies como ustedes creen que solo una diminuta parte de este universo es su hogar ¡el mundo entero es su casa! No lo olvides – y la voz dejo de oírse de nuevo.

Si el grillo haya tenido razón o nada más se vio limitado a decir lo que se le ocurrió de momento en aquel instante, hasta la fecha, no lo sé, pero aquel anochecer me molestaron mucho aquellos comentarios que eran navajazos directo a mi ego y también rasgaban la piel de algunas ideas que sostenían el primer piso del proyecto que estaba construyendo desde mi pubertad. Las nebulosas se esparcían y crecían por todo mi cerebro generando así más materia con ganas de ser alimentada con energía capaz de darle movimiento a dicha masa inerte. Dejé pasar unos minutos y posteriormente pregunté:

-Si la clave de la vida está en la muerte, entonces ¿Debemos morir para vivir o morir por vivir? -y esperé con ansias la respuesta.
-Ni una ni otra- escuché a mi lado- Ambos son tan falsos como un escritor que sólo crítica. Morir no es permitir que tú cuerpo deje de ser tierra fértil en un planeta donde el abono abunda sobre cada suelo que tocan mis piernas ni tampoco es abrir paso al holocausto dejando atrás la abundancia que por destino nos corresponde. Morir es aquello que te acerca a la línea de lo sencillo, de lo cotidiano, de lo común y que puedes disfrutar tanto como si fuera un efímero perdurable. En estos instantes el aserrín muere al ser devastado por una energía mayor, suprema, pero no por ello deja de existir ¿Ya viste la ceniza relegada? ¿Ya viste el metal que hay encima de ella? ¿La ves? ¿Sabes en quién perdura? ¿Observas como trasciende? Es tan sublime que un niño lo adivinaría con tanta facilidad como el boceto de una sonrisa que dibuja el cuerpo de una víbora sobre la arena del desierto: no es más que otra forma de existir. Es cierto, las cenizas no hablan, no caminan y no corren, por ende, no existen en tu mundo diminuto. En cambio, ello no significa que no lo hagan de otra manera, pues sólo porque tus sentidos hayan perdido sensibilidad para dar paso a la razón no quiere decir que no sea así. Ellos fluyen y fluyen tanto como tu y yo ahora juntos. Apuesto que si yo no hubiese emitido algún sonido ahora no sería parte de tu existencia. -y guardo silencio de inmediato.
-Cierto- respondí.
-No seas tan duro con los demás y contigo mismo. La rigidez conlleva a la creación de zonas firmes, muy útiles en cierto sentido, sin embargo, el planeta cambia porque gira. Entonces deja que la dureza se transforme en materia moldeable para que la tundra que un día va a ser sea primero corriente que descienda de la montaña y forme un extenso río y una hermosa cascada. Aprender a escribir acompañado de la muerte, a predecir sus pasos no para prevención de su fuerza, sino para redención ante la misma, pues es ella quien te permite existir al tiempo que te permite renacer -y el silencio se esparció.

Por mi mente pasaron tantas preguntas que fueron difíciles de articular. A la falta de palabras para formular cuestiones claras dejé que se marchitarán como el carbón cede ante el calor del fuego.

-Ya no te preocupes tanto. Tiempo al tiempo- e imperó el silencio.

Tras desaparecer aquel sonido armonioso emitido por el grillo, tomé la pala y acerqué más aserrín para echarlo a la caldera. Luego de volver a sentarme sobre el tibio cemento, aquel animalito dio un gran salto hacía mi mano, lo cual me permitió intercambiar miradas. Dio otro gran salto al tubo que transportaba el aserrín a los troncos ardiente dentro de la caldera y finalmente, aquel insecto intrépido desapareció.               


Aventura 4

Gusanos en el estanque

En estos tiempos, en donde las tormentas tropicales, los sismos, las altas mareas y los huracanes parecen estar siendo influenciados por el exceso de contaminantes dentro de la tierra, tener libre albedrío ya no es suficiente si éste no va acompañado de la responsabilidad y la disciplina. Al menos esa era una de las frases que se clavaba en el interior de mi frente aquella tarde sabatina.

Junto a lo ya mencionado, el cuerpo de la armonía con su rostro de paz daba indicios de muerte: un cáncer agobiaba el interior de sus entrañas adquiriendo un estado fantasmal al instante que la enfermedad se esparcía, todo a causa de las cuarteaduras sobre los cimientos que había dejado el terremoto del cruel pasado y que ni el mismo tepetate fue capaz de defender. El detonante fue la dinamita del recuerdo que convertía la estructura del arquitecto en gajos nauseabundos y quebradizos de los cuales yo personalmente emergía.

Los nervios tomaban la forma del relámpago, pues las emociones positivas alteradas chocaban con los hechos negativos del olvido para traer estruendo y destello en lo que en cierta temporada conoció el silencio. Pero esos rayos y truenos sólo eran el anuncio para el caos que se avecinaba por aquellos senderos: un cambio y uno de gran tamaño amenaza con postrase en el lugar que siempre le correspondió, más por algún extraño motivo nunca ocupó sino hasta ahora. Y, en consecuencia, ese nuevo reparto traería consigo un choque, de esos perduran por toda la eternidad.

Ensalada de lechuga, acompañada de zanahoria rallada, amaranto, miel y un poco de aderezo mostaza fue lo que había almorzado ese día. Un poco exótica la combinación para un estómago que lo resiste todo y para una lengua que esta ansiosa de nuevos sabores. Después de colmar mi paladar con dicho tazón con verdura y un vaso con agua de limón agría, me levanté de la mesa y posteriormente dirigí mi cuerpo hacía un pequeño estanque ubicado al final de mi morada, justo en el patio de servicio.

Aquella pila con agua estaba construida por una mezcla que contenía cemento y arena, más con el paso de las semanas, el color grisáceo había adquirido una capa leve verde de algún hongo. Usualmente, cuando me encontraba en casa descansado, tomaba los utensilios de limpieza para eliminar el polvo, la mugre y la grasa que dejaba el aceite sobre la estufa. En cuanto a los dos metros cuadrados, en donde se ubicaba la azotebuela, solía vaciar el agua que se estancaba por el orificio del lavadero y observarla como corría hasta perderse en la oscuridad del interior de la tubería.

Pero, a causa de mi pereza, había dejado que en aquel estanque pasaran dos semanas sin ser lavado. Era una persona activa, pero en esta ocasión no había sido un buen día. No circulaba agua por mi casa desde hace cuatro días y ahora esto: una especie de gusanos nadaban y nadaban de orilla a orilla. Admito que su forma de nadar fue demasiado peculiar: su cuerpo lo zangoloteaban de cola a cabeza como si miles de pulgas rodearan su calva piel, y de esa manera se desplazaban de una zona a otra.

Revolotearse como peces sin aletas me parecía una forma graciosa y genuina de aquellos gusanos para desplazarse. Siempre creí que ese tipo de animales nadaban similarmente a las víboras: con la cabeza por delante arrastrando su cuerpo. Rojizo, como el líquido que transitaba por las venas del cuerpo, era el color de la piel que cubría la fragilidad de esos animalillos.

Las lombrices ¿Cómo nadarán dentro de la tierra? ¿Y las larvas de las moscas en el interior de la carne en putrefacción? Vaya, todos nadamos de acuerdo con la masa de materia que este sobre nosotros. Sin embargo ¿Qué tiempo sobrevivirán si se les quita del lugar al cual están acostumbrados y se les coloca en otros? ¿Se adaptarán tal y como la ciencia lo ha dicho o perderán la bendición de la madre naturaleza? ¿Qué es la bendición? Palabra que escucho decir a diario, un poco descalcificada por el uso en exceso de la misma, así como por falta de leche nutritiva que la revitalice.   
 
Ellos, los gusanos, no saben de bendiciones. Se limitan a andar por ahí, nadando de formas exóticas sin preocupación de la daga del pecado, del miedo que trae consigo las llamas del infierno o del terror de los nuevos demonios. Respiran, se alimentan, crecen y buscan reproducirse en lugar de colmarse de bienes materiales. Bueno, también hay que tener presente que a ellos no se les obliga a pagar algún tipo de impuesto. Tal vez ese sea una de las razones principales por lo cual se encuentren más cerca que nosotros de la ligereza mental.

Esos animalitos rojos han permanecido fieles a un principio natural, y no me refiero a existir sin algún propósito dentro de sus ecosistemas, sino a transitar sin la necesidad de causar un daño con un par de manos que en lugar de uñas tiene navajas, para que los rasguños sean más profundos. Cabe la posibilidad de que los que se extienden a lo largo de la pila de agua evolucionen a un insecto que traiga algún tipo de mal. Me aventuraré a calificar a dichos gusanos como futuros mosquitos, los cuales alguna noche quitarían de mis ojos la perilla del sueño, amenazando con cenar y succionar mi sangre. Sin embargo, desconozco la propia zona donde vivo.

La sensación a lo desconocido que sacudía la llanura donde rondan mis pensamientos trajo algunas cuestiones un poco divertidas: ¿Y si pertenecen a algún insecto que sea transmisor de enfermedades? Si las dejo revolotearse en la claridad de aquel líquido fresco en lugar de ayudar a evitar la extinción de algunas especies por el crecimiento desmedido de nuestra población que invade sus hogares ¡causaría la destrucción de mis congéneres! Los animales dominantes con la capacidad de resolver problemas destruidos por seres inferiores que apenas si pueden formar diminutas sociedades… ridículo ¿Pero cierto?    

Fue muy difícil, en cambio, si no era tan profunda aquella decisión que se asomaba tras abrir el cofre del pensamiento ¿Y si los dejaba en aquel estanque? No parecen ofensivos. Además, pasarían a ser más de unos cuantos, seguramente su lapso de existencia sería corto… ¿Y si se sale esto de control y en lugar de tener en casa un estanque con agua se transforma en una pila con miles de gusanos ¿Dónde conseguiré a los depredadores de estos?

-No tienes que buscar a un depredador. Ese animal que puede exterminarnos se reflejará sobre la superficie del agua que contiene esta pila si te asomas un poco más a ella –dijo una voz tan suave y delicada que era imposible creer que tal timbre creara algún tipo de frecuencia.
-¿Quién eres? -pregunté de manera inquieta, pues desde las anteriores visitas por parte de aquellos invasores de neuronas ya no confiaba tanto en mí, y por ende, ni en mis propios pensamientos.
-Somos aquello que tus ojos te permiten ver, aunque debo advertirte que esa luz sobre la cual te respaldas para conocerme al mismo tiempo es la oscuridad que te impide descubrir mi autentica apariencia. Por tal motivo, si tu cielo no se haya despejado, al parecer nunca me conocerás.
Al percatarme, de que aquellos quienes trataban de comunicarse conmigo eran las delgadas brazas de fuego marinas nadadores que dominaban el estanque, no me sorprendió en lo absoluto debido a que, en mi interior, tras los primeros susurros emitidos por aquella extraña araña hace unos días anteriores, los tiempos venideros traerían consigo ciertas anomalías, que, de rechazarlas, correrían el riesgo de perder el misticismo y la sorpresa de la cual se engalanaban.
-El volumen invisible que rodea tu cabeza se ha abierto ante ti, y como el mar rojo, la brecha ha quedado limpia una vez más para decirte que somos los amos del estanque. 
-Así se encuentre debajo de ustedes y les haya servido para expandirse tengo que recalcarles que no hay más dueño que yo –comenté de manera súbita al tiempo que tomaba unas rocas del estanque dando esa señal de una limpieza inicial en pocos segundos. Sin embargo, algo que no esperaba ocurrió: debajo de las rocas había ya unos cuantos gusanos colorados. Hice un gesto de asco ya que Ari vivía cubierto con esa agua.  
-Si hubieses sido más responsable, nosotros no estaríamos aquí. Tu osadía pronto te traicionará y las consecuencias serán del tamaño de una plaga que invade a toda una nación -dijeron aquellos gusanos.
Por un momento fue muy preocupante darme cuenta de que, a causa de mis pocos cuidados higiénicos en el hogar del buen Ari, éste había tenido que soportar no sé qué tiempo aquellos vecinos molestos que podían ocasionarle alguna infección fatal, llevándolo incluso a la muerte. Por otra parte, sentía un amor profundo y perpetuo por la naturaleza, sin embargo, esto era absurdo: no dejaba de preferir el deshacerme de los gusanos para que permaneciera en buen estado de salud mi tortuga.  
Por algún motivo extraño recordé algunas palabras que mi padre sentenciaba como columnas para la resistencia de cualquier estructura: paciencia, tolerancia y responsabilidad, mismas que en medida que la tierra se alejaba del nacimiento de Cristo yo enterraba cómodamente con los escombros que resultaban de la degradación de mi primera personalidad.
-Así lo has pensado, así te has predestinado. Nuestros cuerpos no se extienden en el más allá de la consecuencia que tú mismo has generado por no llevar a cabo en aire y forma tus actos, por increíble que parezca. 
-¡Cállense! -interrumpí y con un vaso comencé a retirar el agua del estanque. La corriente que surgía al sumergir ese plástico naranja arrastraba a quienes no lograban escapar de su atracción siendo enviados directamente al drenaje del lavabo.
-¿Estás seguro que con lanzarnos al cráter solucionas la irresponsabilidad que se luce en lo alto de tu frente? -dijo una de ellas mientras cruzaba el estanque como símbolo de burla hacía las palabras que había dicho -¿Con asesinarnos cambiarás todo?
-Ambos estamos a punto de averiguarlo -respondí muy molesto sin detener el movimiento de mi muñeca -Sólo resta avisarles que sin importar en que desemboqué todo este asunto será mejor que ustedes tomen el papel de mártires que Ari o yo. Además, no habrá culpables ni escena de crimen que investigar ¿Quién invadió a quién? ¿Ari o yo en algún momento les dimos la bienvenida? Haya o no haya limpiado el hogar de Ari ustedes deberían de respetar la propiedad de mi tortuga. Han invadido un lugar cual no les corresponde -y jalé más agua con el vaso.
-Salvaste a una rata y ¿No nos puedes salvar a nosotros? Acaso no te das cuenta de que son incongruentes tus ideas con tus acciones: salvar a un animal rabioso que trae consigo aquello que tu especie ha denominado enfermedad de la ira que pudo desatar el mazo de tu padre, pero no a unos indefensos gusanos de tu propio enojo. Eres igual que todos lo humanos, hacen proyectos de cuidados al medio ambiente pero los ríos tienen cada vez más residuos de artefactos que bien pueden reutilizarse. Ustedes invaden y destruyen nuestros mundos ¿A dónde iremos el día que ustedes lo abarquen todo? Nosotros no invadimos pues ¿Desde cuándo debemos tener permiso para transitar libremente por lugares que por ley natural no le pertenece a alguno, pero sí a todos? ¿Acaso hay que pagar para vivir? Nosotros somos parte de ustedes y hasta que no lo acepten seguirán consumiendo todo a su alrededor hasta que sea tarde.

Quedé en completamente silencio. Aquellas sílabas tumbaban como clavos en la pared mental de indiferencia. El martillo de la razón trataba de perforar aquellos ladrillos que se habían tornado masas coaguladas de aburrimiento, mismos que fueron colocados por un albañil con cabeza hueca, algo similar como los sermones de cada domingo. Limité mi respuesta y las acciones confrontaron sus reclamos.

-No dices algo, ni el más mínimo susurro mental Es de suponer entonces que te has dado cuenta de que tengo razón ¿Verdad?
-No -contradije -¿Sabes por qué? Porque la razón no existe en este mundo. Su alma pepena por las calles vacías y los callejones sin salida. Nadie habla más ya de ella en estas fechas: se ha convertido en un recuerdo, un retrato cubierto de polvo dentro de un baúl cuya llave se ha perdido. Su retorno traería consigo la amenazante espada de la verdad: un filo destructor para esta sociedad. Ahora tenemos que conformarnos con una malsana intuición y tomamos decisiones con base a ella y con la influencia de nuestros intereses, lejos del sentido común. Te repito: no tienes la razón.
-El cielo nocturno es siempre el mismo y sus páginas se abren para los lectores que han abandonado su yo terrenal. Cuando eso sucede se inicia la expedición de la contemplación de todo lo que nos rodea. Se avecina el principio de la de responsabilidad más ¿Estás listo para domarla y portarla con el rigor de la disciplina que trae consigo? El vientre materno te resguarda entre sus paredes por una temporada hasta que la ilusión se fragmenta para dar paso un viaje donde lucharás incansablemente con muy poca ayuda, incluso, de tus padres. El indicio del fracaso se hace presente cuando te detienes a observar a tu alrededor y no has logrado reunirte con lazo natural que te une a la especie divina.

Ignoré por completo sus comentarios, principalmente porque no lograba entender a qué se referían. Por el contrario, me concentré en terminar aquello que había iniciado. En algún momento recuerdo haber leído que los gusanos respiraban por la piel y como mis invasores crecían plácidamente rodeas de agua, procuré que cada porción de agua que tomaba con el vaso cada gusano estuviera cubierto de la humedad necesaria, al menos hasta verlos desaparecer por el orifico de mi lavadero, el cual, si ellos estaban en lo cierto, llegarían a algún río, de aguas sucias lamentablemente, pero al menos ahí podrían sobrevivir sin la necesidad que yo sintiera asco. Al menos de esa manera procuraba mantener mi respeto a la naturaleza, aunque al final del día, muchos o todos fallecieran durante el traslado a las aguas del Atoyac, y con ello, posiblemente, recuperar mi sentido de responsabilidad perdido hace no sé cuánto, tal vez en la universidad.


Aunque por otra parte el egoísta gustaba de quedarse anclado: lo que es bueno o constructivo para mi no lo es necesariamente para otros. Estaba en un dilema sin salida porque nunca sabría entonces lo que es correcto para todos, después de todo la existencia sólo nos permitía andar, ser dueño de algo era ya algo artificial, lejos del entendimiento natural el cual nos había sido arrebatado durante nuestra formación. 

Aventura 5

El viaje del chapulín

Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado… pensaba un poco sobre aquella frase mientras mi cabeza visitaba nuevamente los vestigios que sobresalían de mis años anteriores. ¿Cuál es el motivo que se entierra en lo profundo de nuestro subsuelo y que extiende su gruesa raíz absorbiendo los diferentes minerales sólo para propagar que el amor de pareja es aquel que debe prevalecer sobre el amor a la familia, la naturaleza, la existencia, la aceptación o el destino? Es momento que ese amor que se cree perdido sirva de vitaminas para que esa raíz que se propaga en la oscuridad deje de extenderse dentro de la primera capa del suelo y busque en los más profundo del subsuelo donde seguramente hallará sensaciones que puedan forjar unos brazos más fuertes.

De esta manera eso que se cree perdido puedo abonar a su avance en el camino de los sentimientos y las emociones. Hay que reconocer que nada se pierde: sólo se transforma, por tal resultado es difícil ver el nuevo cuerpo del amor, sobre todo con estas ventanas sucias por el polvo de la contaminación y ensimismadas por las cortinas que nosotros mismos elegimos colocar ¿A qué se debe que la claridad de la cual gozamos cuando vivimos entre los brazos que nos crían se vaya opacando? Los recuerdos no tienen por qué ser dolorosos y el amor tampoco.

Regresando a lo que muchos llaman realidad, pero yo no coincido con ellos, caminaba por las calles recién pintadas de colores vistosos un miércoles por la mañana, algo que ya realizaba como costumbre antes de comenzar a correr. Al lago ya le había dado tres vueltas a pie por lo que no estaba cansado aún, sin embargo, mi cuerpo me exigía que permanecer caminando en lugar de correr: tengo que escucharlo también pues es él quien me da permiso llevar a cabo todas las demás actividades cotidianas. Eso es algo que se nos olvida a diario: los poderosos podrán ocupar el lugar del capitán, empero es el que está en el timón quien maneja el barco y los marineros los que colocan el nombre de tripulación.

La malinche jugaba conmigo ya que en ocasiones se postraba frente a mi pecho y en otras, tras de mi espalda. A diferencia de otras mañanas, ahora ella se hallaba oculta entre una gran mancha blanca ocasionando que ante mis retinas desaparecía, incluso, me hizo pensar que no existía, que en su lugar se encontraba un panorama semidesértico, con un futuro incierto por lo frágil que ha resultado ser nuestro planeta. Al percatarme de los personajes que me rodeaban, de que la malinche se encontraba frente a una mujer dormida y un guerrero eternamente desconsolado a causa del amor: un ser perdido sin motivos de lucha, víctima del tiempo y de la traición ocasionada tanto por el raciocinio de una mujer como de él mismo, desperté una vez más para darme cuenta de que mis dioses me habían traicionado.

Mi rumbo giraba sobre una tierra desconocida que se sostenía sobre flotando sobre una fuerza no revelada. Aquello no era lo preocupante, sino la sensación del descubrimiento que te deja observarte frente a frente para darte cuenta de que mi espíritu vivía como una mujer cautiva y petrificada, que estando lejos de resucitar estaría encadenada a un ensueño que nunca se extinguiría. Para colmo, mi cuerpo de hombre se volcaría por lo pesado que puede ser una joroba, la cual se plantaba sobre nuestras espaldas mucho antes de nacer. La vista permanecería con la mirada hacia donde las lombrices caminan condenados a congelarnos en esa postura sin la opción de sollozar. Todo ese daño colateral tenía su fundamento en una parte interna que vio su alborada en el principio de la traición y que en su momento fue orientada por un intelecto malsano. Ese ciclo se repetiría una y otra vez debajo de nuestras huellas hasta estos días.  

Mientras dejaba de recordar la leyenda de los volcanes y lo que ello implicaba, regresaban los tormentos de las letras de aquel dicho sobre el amor. Hasta hace pocos años solía imaginar que aquel sentimiento sólo existía en medida de la interacción que crecía entre dos objetos: los amantes que se ocultaban en la media noche, bajo juntas de trabajo o familiares enfermos, hasta lograrse consolidar y fundir en uno solo, lo cual los llevaría a transformarse en amados. Ahora estaba en medio de la nada.              

Incluso, aquella mañana me pareció muy desagradable imaginar el dolor que se gesta a diario por la falta de evolución en el pensamiento humano ¿Por qué es mejor haber amado? Presiento que aquí se encuentra el nacimiento de nuestra desdicha y melancolía. Nos entusiasmamos con el deleite que produce la emoción del amor sin ni siquiera tener conciencia de él, porque el hecho de conocerlo no implica sentirlo.

Si profundizamos en este punto, aún no somos capaces de diferenciar ciertos sentimientos. Por ello nos entregamos a una experimentación placentera y cariñosa que generalmente es pasajera sin que realmente se acerque en lo más mínimo al aprecio. El amor, en primer lugar, debe deslindarse de cualquier índole de necesidad, porque si es necesidad es entonces vital para la existencia y varios niños crecen en el completo abandono y no por ello se vuelven tiranos con el prójimo. No debe ser egoístamente el complemento de alguien más. Si alguien desea amar ya debe estar completo en sí mismo.

Es por ello por lo que el haber amado y perdido que nunca haber amado es una gran mentira. Si se pierde ese amor entonces nunca fue amor, a excepción de la muerte dada, porque esta es otra forma de amar malinterpretada por siglos; fue una ilusión de lo que pudo llegar a ser pero que nunca se concretó por falta de algo, de un vacío o de una necesidad instantánea y como ya lo dije: necesidad no es amor.

-Disculpa que interrumpa tus proposiciones sobre el amor. De quienes yo desciendo no se preguntan mucho por ese tipo de banalidades. Estaría en la mejor disposición de conversar contigo sobre ello para profundizar en el concepto, pero para ello tendría que probarlo.

-¿Quién eres tú? 

-¡Oh, disculpa por haberte interrumpido así de sorpresa! Soy nombrado como el chapulín sin rostro por los que me conocen y por la mayoría de mi especie.

-¿Y has venido aquí para saber y probar sobre el amor?

-Me llamó la atención la conversación que sostienes contigo así que guarde silencio para escuchar todas tus frases. Tengo que reconocer que de todo lo que dijiste desconozco la mayoría. En sí, el motivo por el cual vengo hasta ti es porque he venido a traerte un mensaje y nada más. No tengo motivos más ni motivos menos ¿Es molestia si me prestas atención unos cuantos aires?

-¿Aires? El aire no se presta, lo respiras y listo.

-Fui advertido que desconocerías el significado de esa melodía que ustedes han trasformado. Aun así, quise comprobar por mis antenas que tan cierto o falso era ello. En fin, no tengo mucho aire ¿Podrás atenderme ahora que ya se escapó la melodía del amor?

-Atenderé tus peticiones si atiendes una mía.

-¿Cuál?

-¿A qué te refieres con que te queda muy poco aire?

-Aires son las ráfagas que circulan mientras el sol esta sobre nosotros, y aun cuando este desaparece, ellos, las ráfagas, continúan. Con los aires nosotros medimos lo que ustedes han denominado tiempo. Es mejor medir la durabilidad por aires que por minutos y horas, como lo hacen aquellas cosas que llaman relojes.

-Es más fácil. No me imagino andando por las calles midiendo los aires para saber a hora del día.

-Los aires no miden la durabilidad del día. Los aires miden la durabilidad de tu existencia. ¿Por qué nos molestaríamos en medir algo tan simple que es cíclico y predecible cuando es más relevante conocer el momento en que regresarás a la fuente de la luz y del paladar dulce? Obedecer a la rutina puede traer la consecuencia de la esclavitud. No es por menospreciar su trabajo, aunque te sugiero que observes a tu alrededor.   

-Bueno, está bien, entiendo muy poco lo que dices, pero está bien. Dime ¿Qué es lo que deseas? ¿En qué puedo ayudarte? ¿Dices que tienes un mensaje para mí? ¿De quién y para qué?

-Espera, espera, espera… un momento por favor, son demasiadas preguntas. Los rumores en la cueva eran ciertos: eres sumamente desconfiado y antes de cualquier paso realizas una serie de enormes preguntas. 

-Disculpa, no era esa mi intención, lo que sucede es que…

-Si, relájate -interrumpió -ya hemos revisado tu expediente y créeme que no me resultó muy grato la parte de “los egresados y superiores”, pero nosotros hemos soportado mucha tiranía por parte de ustedes. Por esta ocasión lo pasaré por alto. Además, eso sucedió hace ya muchos aires que no me tocó respirar a mí. A ti, por otra parte, te han cambiado.  

-¿Los egresados y superiores? No comprendo.

-Lo peor que le puede ocurrir a un hombre no es bañarse en el lago de la desgracia porque aun en ardiente dolor se es capaz de sentir y reflexionar, sino aquello que lo vuelve sumiso y sin destino propio es olvidar la biblioteca de sus actos, lo que tú conoces como historia ¿Sabes a lo que me refiero?

-Por supuesto, es algo con lo que amanezco y anochezco: mi historia. Nadie puede dejarla arrumbada en un par de fotografías o diarios. Somos el resultado de lo que una vez fuimos, sin excepción ¿Porqué que es algo que he olvidado sí creo que es de vital importancia?

-No recuerdas tu historia. Recordarla va más allá que traer los buenos o malos momentos, o escribir diarios y vanagloriarte por los logros obtenidos en el presente a causa de las acciones pasadas. La verdadera historia, el sentido que le da lugar en nuestro mundo es muy similar a nosotros los chapulines: está en todos lados sin que sea reconocida por su verdadera identidad, da una cara, pero en realidad tiene otra, por eso no tiene rostro; da brincos, saltos gigantes y cantos a su propia voluntad cuando ya ha alcanzado una alta madurez, porque al principio lo hace de manera artificial puesto que no existe de forma natural. Si se le da un mensaje y un propósito, ella desaparece en medida que este es entregado, cuando llega a su destino. Entonces fallece. No siempre renace ya que la mayoría de los casos se desvanece más finamente que el mismo polvo. La que sobrevive, serán los demás quienes decidan su destino.      

-Entonces ¿Quién puede entender la historia?

-Nadie. Nadie puede entenderla si no la vive. Ella posee cuerpo por una razón, la cual es porque el hombre está en busca del sentido, la mayor virtud concebida a través de la búsqueda del conocimiento y la verdad absoluta. Eso se ha llevado a cabo mucho antes de que tú y yo naciéramos, pero el aire no dura lo suficiente para que el sentido alcance a todos. Lo peor radica en que es algo que no se hereda, se tiene que adquirir a través de la experiencia. Hay algunos que nunca llegan a encontrarlo. A otros les toca la fortuna de encontrarlo, lo perfeccionan y entonces tratan de transmitirlo.

-Ya no entendí.

-Viento al viento. De cualquier manera, estoy muy sorprendido. Hace algunos aires solías torturar a los de nuestra especie mediante pruebas insignificantes para convertirlos en seres superiores. Claro que hasta donde sabemos sólo reproducías lo que habían hecho contigo. Según lo que revisaron en ti es que estuviste a punto de perder tu sensibilidad. Sea o no sea así, mira, veme aquí contigo platicando: perecer ser que has logrado asomarte a la naturaleza de la historia y estamos reflexionando sobre ella por medio del sentido para crear una nueva -aseguró el chapulín.

Ya no sabía que pensar. En cambio, esa conversación regresó ciertas vivencias que tuve de niño: él estaba en lo correcto… era verdad: yo había atrapado algunos chapulines que crecían cerca del terreno donde jugaba cuando tenía menos de 10 años. A ellos los había encerrado cruelmente en una botella, de cierto modo, privándolos del oxígeno. A los sobrevivientes, los había encrudecido por el sometimiento a la tierra húmeda dentro de un bote. Quienes resistían fueron azotados en el concreto de la calle más cercana.

Finalmente, si su cuerpo aun se levantaba, eran agitados en un bote con agua. Los egresados eran premiados con su libertad. El primer llanto comenzaba a notarse por debajo de mis cejas húmedas. ¿Quién era yo para privarlos de su libertad y someterlos a pruebas, que, según yo, eran los necesarios y adecuados para convertirlos en seres superiores y poderosos? ¿Cómo puede concebir ese tipo de maldad a esa edad? ¿Qué hubiese sucedido si continuará esa línea?

-Ya no tiene gran importancia eso -dijo el chapulín- hasta nuestra pradera han llegado las nuevas de tu parte: han salvado arañas, ratas, incluso mosquitos y cucarachas, siendo ellos parte de nuestro arsenal de supervivencia. Muchos sugieren que tú eres el medio.

-Pero… -y guardé silencio, empezaba a acostumbrarme a la manera de cómo las visitas que recibía podían indagar en mi mente, pero no yo en las de ellos.

-Así es, ello llegará en su momento, bueno, sí es que logras desarrollar tu sentido.

-Esta bien ¿Cuál es el mensaje que tiene para mí?

-A ti, humano, te ha sido encomendada una tarea que debe ser distribuida entre los de tu especie. A lo largo de los siguientes vientos recibirás más visitas y tal vez algunas pruebas. Si lograr vencer la vida eterna que te espera en este mundo y en los otros ya no habrá secretos ni otros rostros ocultos: la línea del límite dejará de tener sus diagonales y podrás acceder al espacio.  

-¿Qué tarea? ¿Yo? ¿Para qué? ¿De qué?

-Viento al viento, viento al viento. Es todo por ahora.

Y dio un brinco entre la verde hierba y a la luz del día desapareció. Después un torrente ligero de lluvia empezó a caer en el valle. La malinche, por su parte, dejo ver nuevamente su capa al igual que los volcanes. Yo no dejé la amargura que me abatía por recordar la crueldad con la que traté a aquellos insectos en aquel tiempo. El lamento se dejó sentir y entonces comencé a llorar acompañado de las nubes del cielo.  

Aventura 6

El gato que no podía huir

Los vientos siguen llegando y continúan chocando en contra de muros, personas, arbustos y animales. Ahora sólo quedan lagunas de algunos alimentos y sabores… como la de aquel día que no sabía si era demasiado temprano para saborear una paleta de hielo y demasiado tarde para tomar algo caliente o simplemente comer. Por ello me limité a acercarme al refrigerador que se encontraba en la cocina.

Al abrir la puerta observé unos algodones muy pequeños de color blanco y verde, aunque también había otros un poco más grisáceos, los cuales se encontraban encima de algunos jitomates ya pasados de maduros… increíble… pese a la temperatura fría es posible que algunos microorganismos habiten en los alimentos. Afín de no desperdiciar, supuse que comería algo que llevase esas verduras rojas en el platillo.

Imaginé un exquisito arroz colorado con sus chicharros, zanahorias y un jalapeño bien picoso como el que preparaba mi mamá, sin embargo, éste aún no me quedaba delicioso ya que, por lo regular apagaba la lumbre antes de que estuviera bien cocido o me pasaba de agua y entonces se batía. Mi lengua dibujó un aroma a sopa aunque tampoco me convenció. La pasta era preferida ante el arroz, tanto que en el mes se repetía casi a diario. Finalmente, opté por un platillo que por los colores imaginaba que era muy mexicano: una salsa de pico de gallo. Ahora comprendo lo similar del nombre con el buche, a los picoteos del animal para comer son los que se dan a los ingredientes; que mejor acompañarla con un poco de atún.

Di el portazo al refrigerador y asomé las mejillas a la despensa desacomodada que estaba encima para ver si de casualidad quedaba un poco de atún. Dicho esfuerzo fue en vano: algunos paquetes de gelatina, lentejas, maíz y café era lo único que me quedaba. Aunque no quería salir al supermercado por una lata de atún si tuve que hacerlo a la tienda de abarrotes más cercana.

La apatía para cancelar la preparación de la ensalada comenzaba a derrumbarme. Unido a ello se postraba el cansancio, la ojera y el aburrimiento. La dieta de esta era se basaba en comida exprés, como sopas instantáneas, pizzas, hamburguesas, hot dogs, entre otros muchos alimentos, que según los nutriólogos causaban el principio de futuros malestares, siendo la obesidad o la diabetes en primer lugar.

La situación alimentaria parecía complementarse perfectamente al nuevo orden laboral de este siglo ¿Dos trabajos? ¿Trabajas y estudias? ¿No hay tiempo de preparar algo? Siempre hay una solución: las empresas alimentarias tienen lo más delicioso para todos los gustos en tan sólo unos minutos. El círculo de la pereza te abrazaba para que hicieras el mínimo de esfuerzo en algo que, al parecer, cobraba poca relevancia.

Las fondas y la comida corrida de las pequeñas cocinas estaban en peligro de extinción. Los más inteligentes estaban optando por colocar un carrito de tacos para abastecer el poco tiempo para comer de las personas y a la vez permanecer en el mercado de la compra y venta. El mundo tomaba un giro más veloz que el movimiento de rotación para cumplir logros que perdían su durabilidad en cuestión de segundos ¿Qué sigue después? ¿La maestría? ¿El doctorado? ¿Un ascenso? ¿Un nuevo viaje? ¿Algún negocio que cerrar? ¿Emprender tu propia empresa? ¿Una nueva meta de ventas? ¿Superar la del año pasado? ¿La del mes anterior? ¿Un cliente más?

El mundo parecía hundirse en la devastación ¿Era lógico que se mantuvieran algunas virtudes y valores que le habían dado esplendor a las civilizaciones antiguas? ¿Qué tiempo duraría la nuestra? ¿Estaba al borde de la evolución o de su suicidio? La situación social era hija de la situación individual debido a que todos contribuíamos a forjar la misma soga que asfixiaba el cuello de los seres vivos ¿Acaso podía generarse una salvación de esta muerte crónico-degenerativa? 
   
Y todo, como engranes de fábricas, repetían el simple mecanismo: las parejas se esfumaban dejando amarguras y heridas sobre los brazos que sanaban rápidamente con una píldora de penicilina. Contados eran los casos donde los codos mantenían ese sabor agrío durante semanas, meses, y al cabo de reunirse doce, el malestar cobraba años, como lo era para la persona que se reflejaba en el espejo de mi baño.

Mi mejor amigo parecía tener el síntoma pirotecnia: tras la pérdida de la pareja con la cual pasó su adolescencia y juventud, optó por conciliar lo poco probable: iniciaría una nueva etapa lejos de Puebla y cerca del bello puerto acapulqueño. El desconsuelo circulaba por debajo de sus pestañas, los fantasmas le clavaban un cuchillo por todos los órganos vitales y un desconcierto se generaba en el interior de sus palabras. La bomba detonó dejando ciertas secuelas como en Chernóbil, desviando su mente hacía un paisaje seco, sin rostro que rejuvenecer. Por tal desastre, él había cambiado mucho su esencia desde que lo recuerdo en aquella larga plática que tuvimos frente al hospital y cuya duración de la misma no se comparaba con lo cortas que solían ser las charlas actuales.

Por aquellos días de otoño, ambos éramos demasiado jóvenes para comprender la voracidad sobre la cual caminábamos, lo cual resultaba alentador. Mirar a la realidad de frente, observar la gran mandíbula con la triple fila de los colmillos que tiene y esas tres filas de ojos que penetran los cráneos trae como resultado una histeria continua, obligándonos a sobrevivir con pastillas de ilusión y sueños que sólo traen una rota y pasajera alucinación. Esa verdad se asomaba lentamente aquel domingo que fuimos bendecidos por el sol de medio día: no parábamos de sonreír y platicar … tanto por conocer a un ser que se había dividido por el destino, como para romper el muro del silencio y acercarnos al segundo o tercer contacto.

Según los proverbios, escritos antes de la creación del cielo y de la tierra, hay múltiples contactos. Los principios de energía y movimiento se rigen por la unión que existen con la iluminación. Este es el contacto eterno: cuando todos formamos una sola estrella. Lo que está cerca no permanece por siempre de esa manera, se tiene que salir para regresar y viceversa, más es imposible regresar a la estrella de donde venimos no sin antes traer algo dentro de nuestros destellos, por tal motivo tenemos que interactuar con nosotros mismos, pero a través de otros cuerpos. Eso, además de permitir un autoconocimiento traerá consigo un segundo contacto: se abren entonces los ojos. De este surgirá el tercer contacto, aquel que definirá el rumbo que deberá de forjarse con una nueva iluminación afín de retornar a la estrella que nos da la fraternal bienvenida en forma de cometas.   

Eso fue dictado por los oradores, olvidado por los escribas y retomado por los profetas. Desde que se inventó el libro la humanidad se ha postrado en la oscuridad de los mares siendo pocos los que cargan con una conciencia que por mera responsabilidad nos corresponde a todos. Vestigio, vestigios de sobrevivencia ahora contemplaba en los bordes de todos los ojos. La bomba nuclear no sólo había causado secuelas en Japón, sino en cada una de las mentes posteriores a esa época. Los herederos continúan estallando en su interior y el motivo no es necesario mencionarlo.

Sin embargo, mi amigo representaba la persistencia: era fuerte, audaz y un hombre honorable, según la terminología del siglo XX. Su nueva pareja lo seguía opacando. En esta ocasión no con infidelidades, gritos o humillaciones, sino con regalos excesivamente caros, que la tarjeta de crédito solventaría, es decir, lejos de lo que él podía pagar, las vagas promesas de una vida con alcurnia y la felicidad eterna sustentada en el lujo y la ropa de marca. Con tales controversias, de mí se alejaba aquella imagen que una vez estuvo y fue para dejar un cuerpo vacío y sin sentido.

Unido a lo anterior, las pretensiones por parte de mi padre crecían más y más, el volcán pronto eructaría piedras ardientes y cenizas, vomito de grandes masas de lava y sombrillas de ceniza amenazando la existencia de las especies más vulnerables. La alerta se colocaba en lo alto del cielo, en medio de sus oraciones y en el centro de mi corazón. Nuevamente, era tiempo de alejarme o relajarme. Un viaje a solas idealicé, pero por el momento no podía cubrirlo. Un fin de semana sólo para una mente que estaba más que perdida como maldición de un niño con muchos tíos, tías, primos, primas, abuelos, sobrinos, hermanos… pero carente de padre y madre.   

Todo a su tiempo, todo a su tiempo, y todo a su tiempo. Las manecillas no saldrían de su aburrida monotonía, en cambio, yo sí. El agua que alimentaba la sed creciente de un camino desierto, como consuelo, era la charla que había sostenido con aquel imprudente chapulín, así como con la sabiduría que éste me había sofocado a tal grado de alzar los dedos hacía la meditación… viento al viento.

Salí de casa con dirección a la tienda. Por suerte a unas cuantas cuadras se ubicaba. La conversación con quien atendía fue tan larga como lo que destino a contar mis penas. Compré el atún más económico y trataba de hacer a un lado la situación precaria que me envolvía: exceso de graduados sin empleo, carreras con un futuro poco prometedor y las ruinas al borde de la expansión. Hace mucho que la armonía no transitaba por estas calles. Las necesidades básicas continuaban fundiéndose con las primordiales dificultando y nublando el propósito de la existencia.

Desconecté a mi cerebro y subí las escaleras que me llevaban hacía la morada del amor. Prendí la radio y el éxito de la semana sonó por toda la habitación. Dirigí mi cuerpo a la cocina cuando la silueta de un gato sobre la estufa me detuvo. No dirigí movimientos a mis músculos, permanecí de pie observando el vacío de su rostro. Pensé en espantarlo para que saliera huyendo cuando éste murmuró: 

-¿Trajiste el atún? -preguntó.
-Claro, pero no es para ti -contesté.
-Por ahora -dijo el felino.
-¿A qué te refieres con ello? ¿Eres capaz de rasguñarme para conseguirlo?
-No es necesario. Estoy seguro que compartirás un poco conmigo, bueno, al menos eso se rumora entre los animales que habitan por estos rumbos. Además, no has tratado de lastimarme pese a que continúo frente a ti en medio de los calentadores de tu estufa.
-Es cierto. Para serte sincero creo que solo eres un visitante con bigotes con algunos días sin probar algún tipo de bocado que te quite tu necesidad de comer. Si, lo acepto, es demasiado molesto aquí aunque esto es algo tolerable.
-Lo sabía -dijo el gato y dio un salto que lo acercó prácticamente a mis pies. Formó un par de círculos a mi alrededor y después de unos breves minutos mostró un rostro agresivo: dejo a la vista sus pequeños colmillos blancos y bien lustrosos mientras su cuerpo largo tomaba una joroba como la que tienen los camellos. Me estremecí por aquel cambio brusco de estado de aquel animal, sin embargo, con una patada bastaría para calmarlo.
-Tú eres el nuevo aquí… igual que todos los demás, sólo que los anteriores a ti mostraron más seguridad a lo desconocido de lo conocido, dominaban sus miedos y su ingenio era absolutamente único. Seguramente el orden se ha vuelto más accesible o por el contrario los de tu especie han sido gobernados por la decadencia.
-Tus palabras son demasiado agresivas como para evitar que yo no modere mi carácter. Recuerda que estas en dominios donde mi ley se ejerce con severidad y capricho.
-No es necesario que muestres sentimientos ajenos a los de tu conciencia. No vengo por atún como lo dije anteriormente. Pasaba por esta zona del valle cuando a mis orejas llegaron cuchicheos de que el consejo había determinado al nuevo guía. Estando tan cerca no podía perder la oportunidad de conocerlo. Además, tú sabes muy bien que los vientos son muy cortos en este lado del muro. A ninguno que yo recuerde, por ahora, ha gozado de dicho privilegio… o disgusto. Como sea: tus dominios no parecen encontrarse en su mejor condición.

Con recelo, miré alrededor de las paredes que conformaban mi pequeño espacio y ciertamente aquel siamés sabía de lo que hablaba: trastes sucios de dos semanas inundaban el lavabo desde el fondo hasta la llave de bronce. A ello se unían el exceso de grasa pegada sobre el color negro de los calentadores de la estufa, mientras que los restos de alimentos se reían de en la superficie de la mesa y los gusanos construían su nicho en el interior del bote de basura.

No sentí algún tipo de vergüenza porque era mi espacio, mi lugar de estar. Un cierto grado de molestia punzaba como martillo en mi mente. Caminé unos cuantos pasos y de golpe llegó a mí la casa de mi padre: un lugar polvoso y sucio a causa de su descuido y el trabajo, en lo odioso que era limpiar en esos momentos más no porque fuese un hombre desalineado, sino por la ira que deambulaba en mi habitación y mis cosas personales para mantener la desobediencia de alguien que me fomentaba la limpieza como hábito pero era incapaz de limpiar su carácter, pulir su conciencia y purificar tanto sus ideas como su tolerancia.

-Alguien ya te aconsejó que debes limpiar tus ideas ¿O dime si estoy equivoco? Yo te voy a aclarar, al contrario de ellos, que alimentes tu odio con más odio hasta que seas incapaz de contenerlo.
-¿Deseas que sea un amargado?
-No. Deseo que odies tanto como puedas porque gracias a él existe el amor. Odiar es vital para derramar lágrimas, emociones, sentimientos y volver a nacer. Sin él solo seríamos meras maquinas de felicidad maquillada y mentes inertes sin la posibilidad de renovarse. Por ello Adán y Eva abandonaron el paraíso: porque deseaban intensamente sentirse libres, seres vivos, probar el odio que se encuentra en medio del amor; la perfección los ataba al suelo de largas brazas calientes con grandes y pesadas cadenas.
-El odio genera destrucción. Yo lo veo a diario, genera más odio y ambición. Corrompe, engaña, altera, domina y confunde ¡Mira como estamos! Lo has dicho ¡La decadencia come con nosotros!
-Precisamente -dijo el gato- confunde. Te han inculcado que la confusión es signo de malestar mental y que conlleva a la inseguridad, pero es una gran mentira. La inseguridad abre las brechas escondidas del único camino que transita la mayoría. Si la sabes aprovechar, la inseguridad te lleva a la exploración, a la duda, a la corona que refleja sobre el suelo húmedo y fértil la figura de la curiosidad. Un ser confundido llegó a ese nivel porque tiene mucho dentro de si y recuerda que es necesario saber para decidir.  
-Hace unos momentos me juzgabas porque mostraba inseguridad, miedo y poco ingenio.
-¿Y? ¿Qué te importa lo que yo diga y piense? ¿Quién soy yo para que mis palabras sean ley sobre tus dominios? La confusión es la llave, es el camino, es el suelo de las mariposas y del espíritu que rodea su metamorfosis y es parte de la búsqueda eterna de tu especie en el paradigma que encierra la verdad. Tú estás cerca de ella. El paradigma se abre ante ti como el mundo abrió sus puestas a Adán y Eva. Muchos nacerán, crecerán y regresarán de donde vinieron así, como materia: vacíos. En ti tal vez sea lo contrario pera eso es algo que se haya lejos de mi en entendimiento. Son ese tipo de presentimientos que no existen a menos que tú los traigas al mundo tangible y los alimentes con la potencia de tus actos y perduren más allá de los eones…

Justo cuando pronunció la última palabra, dejé el atún sobre el refrigerador gris. Se escuchó caer un chorrito de agua dentro de un vaso con jabón líquido del cual inmediatamente creció blanca espuma hasta derramarse por los bordes del vaso. Lavé un trastecillo verde con esmero de tal manera que mi rostro se reflejaba en la diminuta capa de agua que bañaba aquel utensilio que pertenecía a mi madre. Dentro coloqué un poco de atún para aquel gato que había venido, con la esperanza de que él regresaría a probar, por lo menos, un pequeño bocado.


Aventura 7

La primera hoja se marchita

Decenas de veces mis oídos han escuchado la misma historia en las películas del cine: todos tus recuerdos, absolutamente todos, desde el más diminuto hasta el más desagradable se presentan ante tu memoria como campanas de navidad para recorrer tu cuerpo en forma de pensamientos y finalmente escaparse en el límite de tus venas para dar paso a tu fin… la muerte… pero son mentiras del filme. 

Después de lo acontecido hace algunos días en las playas de Acapulco, ahora pienso que lo anterior fue la experiencia de alguien que se propagó como plaga para evitar un ocaso amargo y terrible, pues cuando el episodio final es inevitable es mejor creer que lo que viene es algo maravilloso, incluso mejor que toda la vida terrenal. Claro, es una magnifica idea que nos han vendido para evitar una evolución religiosa.

Pero ese no es el motivo por el cual reflexiono, en estos momentos, sobre los últimos respiros que da un ser cualquiera, sino por mi propia experiencia en el interior de los mares, ya que ahora comprendo que fue una prueba para descubrir que tan separado de vida me encontraba, al menos eso me explicó aquella noche un ser que siempre creí inferior: la cucaracha.

Donde ahora me encuentro no importa mucho: estoy entre la inmensidad donde inicia la claridad del día y donde termina la oscuridad de la noche. Es una línea delgada invisible para los ojos, pero íntimamente cercana a los parpados que permanecen cerrados con un respiro sereno. Todavía puedo describir como fue aquel largo atardecer y la noche con horas que parecían milenios.   

Un par de amigos decidieron visitarme unas semanas antes de las fiestas patrias, en septiembre. La plática fue tan amena que se prolongó más de cinco horas; la cena no fue con plato fuerte: sólo una merienda con pan, leche y café. El reloj marcaba ya cerca de las once de la noche, por tanto, era difícil que ellos se retiraran. Nunca tuve la intención de prestar mi colchón para que ellos pasaran la noche conmigo, en cambio, tuve que hacerlo como gesto de cortesía, algo que no se me da mucho debido al egoísmo que rondaba muy cerca, sin embargo, sólo serían por un par de horas insignificantes.

Las cobijas limpias de repuesto guardadas en los cajones para las visitas abrigarían mi piel en aquella madrugada. En tan sólo unos minutos, las ropas de anfitrión las tuve que cambiar por las de huésped, para poder vestirme con ellas. Ellos ocuparían las que usualmente yo solía vestir. Mi habitación fue el pequeño sofá de la sala y por el tamaño no tenían mucho problema con ello.

Antes de que las manecillas del reloj marcaran las dos de la madrugada, el sueño me continuaba meciendo dentro de su cálida cuna. Si mi mente dibujaba imágenes, es posible que no fueran de gran relevancia puesto que fueron interrumpidas por una pequeña comezón. Lo curioso, hasta ese momento, era que la comezón que había iniciado en uno de los tobillos de mis pies lentamente se acercaba a la rodilla, transitando por mi pierna delgada y cubierta por el sarape rojo.   

Al instante el susto se apoderó de mi tranquilidad. Sin embargo, di un profundo respiro y esa energía obtenida se esparció a lo largo de mis venas, lo que ayudó a calmar mi estado de ánimo, obligándome a recorrer con mis manos la búsqueda de semejante molestia. Lo que encontré justo sobre mis rodillas liberó un tormentoso grito que estalló sólo dentro de mis paredes neuronales: una cucaracha grande, enorme, con alas, de un color café y unas patas asquerosamente desagradables. No sé qué me horrorizaba más, si el hecho de observar su horroroso aspecto o el hecho de imaginarla con sus patas recomiendo mi cuerpo.

Tras continuar respirando profundamente, no dude en quitarla velozmente de mi rodilla y después de pensarlo dos veces, la aplaste con el peso de la cobija roja. La intención era acorralarla más no matarla, aunque en el fondo no sólo me causaba repulsión por su grotesco aspecto, sino también un poco de miedo. Por tal motivo, las cucarachas pertenecían a la lista de insectos que más me causaba repulsión.

No siempre fue de esa manera, es sólo que no recuerdo el momento exacto en el cual comenzó la clasificación los animales entre los que me resultaban más simpáticos y los que no tanto. Supongo que fue mientras crecía cuando sucedió eso. Entre los miembros de mi familia se decía que las cucarachas portaban enfermedades y además deambulaban en los alimentos.

Eso no me parecía un mayor problema, al contrario, si gustarles nuestros alimentos era cierto podría ser algo maravilloso, pues dejaba claro que tenían gustos similares a los de los nosotros, es decir, no estábamos tan alejados unos de los otros, incluso, porque negarse a cerrar la puerta que podía juntarnos para ser buenos amigos, sin menospreciar la importancia del perro.

El problema radicaba en que, si uno las trataba y cuidaba, las cucarachas pronto se convertirían en plaga difícil de controlar, aunque también eso tenían en común con la especie humana, pues me recordaba a nuestros antepasados invadiendo tierras ajenas, cometiendo abusos sobre los conquistados, llevando muerte y destrucción, dolor y soledad, entre muchas otras virtudes bajas, al menos retomando todo lo que dicen los historiadores.   

Sin embargo, había un premio especial que las cucarachas poseían y que seguramente los humanos envidiaban: ellas se aferraban a la vida de tal manera que era difícil eliminarlas una vez que se extendían. Tal vez ese era el verdadero motivo de desprecio del hombre hacía esos insectos. Como siempre, la corrosión en la supervivencia del hombre daba un paso adelante; y ese desprecio es el que yo había heredado.  

-Es tu culpa -dijo la cucaracha- el que yo sea despreciable. No puedes llamarte autónomo ni tampoco independiente si aún conservas las ideas de los ancestros de tu especie que te anclan en lo profundo de los mares. Nosotras existiremos por siempre. Deja la idea de la aniquilación como lo han venido haciendo tus hermanos. La destrucción se puede opacar si se concentran en aprender el secreto de la resistencia. Ustedes son más frágiles que una hoja seca de otoño, más no lo quieren admitir. Se disfrazan con el poder y la humillación sobre otros, lamentablemente la guerra se acerca y es inevitable que suceda.
-Ya he escuchado mucho sobre la guerra que se avecina. Supongo que es una batalla entre ustedes y la naturaleza donde el hombre no tiene el papel del protagonismo ¿Cierto?
-¿Cierto? Por vientos se ha buscado y evitado, por El Orden, el enfrentamiento final y en la mayoría de las ocasiones se ha logrado la preservación de la existencia. Tu puedes volar sobre el valle para ver cómo se conforma de múltiples razas, tanto de animales como de plantas y así la admiración inundará tus sentidos por la maravilla de la cooperación; para cuando caminas en medio del valle serás consiente de que el abismo se impone, la ira crece como verdadera plaga y te das cuenta de la realidad de las cosas. Especies y especies luchan incontablemente por dominar a las más débiles con una tregua que jamás se presentará.
-Esa es la ley de la vida.
-Esa es la ley a la cual sirven aquellos que ignoran el sentido de la armonía.
-Si hay naciones que pelean entre si no hay armonía. Si dicha guerra se acerca y las batallas se iniciaron desde antes de nuestra existencia, simplemente no es nuestro asunto.
 -Ni tu ni yo tenemos elección. Nuestra capacidad todavía es demasiado débil para discernir entre la vida y la muerte. Sólo se nos permite existir, no elegir. Aquellos aventurados que lo hacen son consumidos por la confusión de la marea. Hay excepciones: presidentes pobres, reformistas y pacificadores, y no olvidemos a los elegidos. Tú estás entre ellos, así que El Orden te protege, no tienes nada que temer.
-Ya he escuchado esos cuentos. Un gato me puso al tanto de la situación hace apenas unos días. Sin embargo, a medida que esto avanza presiento que continúo ignorando la verdad ¿Cuál es mi papel en esta guerra?
-Es porque todo llega cuando estás preparado para que llegue. No llegará algo que no deba que llegar. De suceder lo contrario la destrucción puede envolverte en llamas.
-Mi curiosidad me obliga a deambular entre las posibles respuestas.
-Ah… si la curiosidad te invade y descubres las cosas antes del viento y no eres destruido ocurre algo fantástico llamado sensación. Tú ya has probado mucho de ella, si eso no fuese cierto, las arañas que rondan en las esquinas de tu casa ya se hubieran esfumado.
-¿Arañas? Están ahí porque no las he querido matar.
-Están ahí porque cuidan tu morada del peligro que puede acecharte al igual que las moscas que rondan por tu habitación. La tortuga que cuidas en el estanque también te fue asignada, es un regalo especial del Orden que otorga a los elegidos. Por cierto, te pido una disculpa por merodear en tus alimentos, pero se me ha encargado cuidar que ningún tipo de veneno inunde tu boca. Ya imaginarás por qué.

Sonreí unos segundos mientras pensaba en las palabras de la cucaracha. La tortuga levantó mi ego y me sentí como las princesas de cuentos de hadas y magia, pues ellas se rodean de animales que les sirven de personal de limpieza, sastres, cupidos, mensajeros y todo tipo de oficios extraños. Ya sólo me faltaba comenzar a cantar hasta que alguien tocara en mi puerta diciendo que es mi príncipe azul.  
-Oye, pero…
-¿Por qué estuviste a punto de morir ahogado en el revolcadero? -leyó mi mente la cucaracha.
-Exacto -contesté.  
-El Orden necesita de hombres valientes. ¿Has escuchado la frase de que un hombre que nada tiene que perder es más peligroso?
-En algunas ocasiones.
-Pues El Orden te colocó en medio de una prueba. La dominación del miedo a la muerte es la más grande de las virtudes que muy contados alcanzan. Tú lo lograste: estabas frente a tu familia pero lejos de la respiración: el momento más fuerte de la conexión entre la vida y la muerte. A ti te invade la serenidad, la aceptación y no el temor. Demostraste la prudencia en momentos difíciles: eres hombre de honor.
-¿Y si no hubiese pasado la prueba?
-Un tiburón rondaba cerca para evitar el suplicio.

La traición se forjó como un pésame durante aquellas palabras que zumbaban como avistas enfurecidas por todo mi cráneo ¿Cómo era posible que si El Orden necesitara de mí había enviado un tiburón sobre mis piernas para no dejar rastro alguno si yo perecía en la prueba? Después de enterarme de aquello por parte de la cucaracha, la tomé con un papel e inmediatamente me dirigí al inodoro.

-Quiero una vida tranquila. Sin pruebas de ningún tipo, enamorarme y morir como la gente normal -dije.  
-Ya es tarde -respondió la cucaracha -el ritual ha cumplido su cometido. No hay vuelta atrás. Pronto recibirás el mensaje que contiene los propósitos que deberás realizar.
-¿Y si me rehusó?
-Te lo dije antes y te lo repetiré una vez más: no puedes elegir.

Guarde silencio acompañando a la madrugada. Incliné la hoja y aquel diminuto animal cayó en medio del agua del inodoro, jalé la cadena lentamente para observar cómo el remolino se llevaba su cuerpo al interior del drenaje. Las palabras lastiman y lastiman mucho. El mensaje recibido por aquel animal hizo sentir que mis órganos eran los suyos, mis pies sus patas y mi espalda sus alas: era una cucaracha en medio de aguas que eran controladas por alguien desconocido para mí: El Orden, y con ello caía, como maldición, el destino que habían elegido para mí, ligados a sus intereses que permanecían ocultos por muy debajo de los míos.  


Tal vez aquel tiburón debió terminar conmigo aquella tarde cuando el agua salada buscaba llenar la profundidad de mi garganta y el par de pulmones… ser consumido por el miedo y el líquido hubiera sido el final feliz de este cuento mágico… pensé mientras regresaba al sillón para cubrir nuevamente mi cuerpo con aquella cobija roja y permanecer rodeado de una habitación oscura con arañas en las esquinas.      



Aventura 8

La presencia del rey

-La naturaleza del hombre es el pensamiento, no hay duda en ello. Para encontrar el origen y la armonía como los demás seres que habitan este planeta se tiene que indagar en nuestro entorno. Desafortunadamente, esa esencia que les ha sido otorgada fue utilizada de tal manera que sólo se ha conseguido generar más destrucción de la habitual en este plano delicado -respondió la mariposa cuando yo le pregunté cual era nuestra misión como especie humana -Pero eso sólo es un principio. La vida ha evolucionado en variadas formas biológicas que es por ello que es indispensable la presencia de El Orden inmediatamente. Yo sólo soy La Monarca del Florecimiento de las criaturas.
-Entonces, dime ¿Qué hace falta? -vacilé. 
-El último pétalo de la rosa carera y la pregunta no es qué, sino quién. Difícilmente se solucionará el conflicto si se carece de alguien que lo ejecute. No hay manuscrito sin escribano que maneje la pluma para su escritura. Es cierto que el pensador se acerca a la idea creada por la naturaleza porque la idea no nace en la frente del pensador, sin embargo es vitalicio una interpretación exacta del mensaje. Para nosotros es sumamente restringida la lectura de los símbolos plasmados sobre la piel de los cuerpos y es de gran exclusiva la comprensión de los mismos. Hemos luchado porque no sea de esa manera, lamentablemente ese ideal se esfuma cuando el descubrimiento trae catástrofes artificiales. Por ello, el libro de la sabiduría cierra sus hojas para abrirse una vez cada eternidad. A si ha sido desde el primer movimiento microscópico.    
-Si antes del formulario ya estipulado primero urge un falso formulista engañado por la madre tierra para dar a conocer tan sólo un párrafo de su libro ¿Dónde está la libertad de ideas?
-Esa llega a través de la invención. Es auténtica en su cuerpo como todos los caminantes de esta corteza, pero proviene de la cuna sobre la cual ya algo fue mecido anteriormente. Por otra parte, el trabajo del inventor es ese: balancearse entre ambos precipicios y si sobrevive ante una verdad angustiosa, traerá consigo una nueva verdad más certera.    
-Ante tal prueba, seguramente el escribano tiene características imposibles de cubrir por algún humano.
-Para un cuerpo…si… Para varios no tanto. 
-¿Quién falta entonces?
-Faltan los espíritus ancestrales que merodean en la penumbra de los parpados. Muchos los conocen por sus nombres vulgares. Los auténticos es revelan con cada respiro que dan las especies
-¿A quienes te refieres? ¿Fantasmas?
-El segundo es La Monarca de la Unión y el tercero es La monarca de la Desaparición. Los tres conformamos El Orden. Nuestras palabras se han pronunciado a través de otros: los mensajeros que tú has estado recibiendo día a día.
-Claro, los mensajes… aún los recuerdo -la vista rodó al suelo –¿Por qué soy yo aquel que ha tenido que conocerlos? - trate de no mirar fijamente a la mariposa sin éxito alguno.  
-Por tu potestad sobre la conmoción. No la elevas a un plano extremo, sino que la procuras con mesura y empatía. Mantenerla en ese estado te permitirá mantenerte estático en un mundo agitado. Además, lograste agudizar los sentidos que te fueron otorgados. Tu conciencia ha rebasado a las arrugas antes del viento marcado.  
-Aún tengo muchas lagunas en mi mente y mientras converso contigo se convierten en océanos que pronto cubrirán las bahías neuronales con respuestas que permanecen entre mis dientes cerca de la lengua, sin embargo, lejos de mi estómago.
-No tuviste calzado desde temprana edad. La planta de tus pies tuvo que sentir frío, calor, humedad, resequedad, lo rasposo de la tierra, lo punzante de los minerales, lo resbaloso de la grasa. Todo se calmó hasta viento después. Las oportunidades son para quienes carecen, porque para quienes duermen en abundancia ¿Qué sentido tendrá disfrutar de un vino que ya su paladar no distingue? Aquel que camina, contempla. En cambio, aquel que corre, observa. La sabiduría es un tesoro inevitable, pero si lo elevas a sus grados superiores puedes encontrar la perdición.
-No recuerdo que eso me hayan enseñado en algún momento de mi formación. La sabiduría no corrompe, sino el ego, la vanidad y el uso que le damos a los conocimientos. Un sabio puede ser prudente y no un tirano.
-Pero un tirano si puede llegar a ser sabio. Incluso tomar decisiones entre como utilizar la sabiduría conlleva necesariamente una habilidad del pensamiento en el cual emplearás toda la razón conveniente, por ello necesitarás la máxima sabiduría equilibrada.
-Dicen entonces que ¿No debemos de pensar para librarnos del mal de la sabiduría para elegir?
-Sólo digo que debes despojarte de esta vida de trampas para alcanzar el máximo nivel que te prepare para tu siguiente etapa.
-A eso me refiero. No acabo de entender una cosa y tú me dices otras para generar más dudas dentro de mí.
-Por ahora te digo que la reunión será pronto cuando el viento marque la temporada de la unión, el florecimiento y la desaparición. Entonces estaremos las tres presentes, ante tus manos y la encomienda dará inicio para ti…

Tras haber pronunciado aquellas palabras, la mariposa salió volando desde la ventana con dirección a las nubes que tenían forma de flor con un color gris. No tardó mucho en perderse de mi vista debido a su tamaño diminuto, por la distancia y por aquellas extrañas nubes en el cielo. Inmediatamente pensé que ya estaba listo para enfrentar aquello que estaba por venir, y si fuese un autoengaño, de cualquier manera se tendría que lidiar, eso era lo inevitable.

Por otra parte, me sentí especial por primera vez en toda mi vida. Desde niño recordaba lo mucho que imploraba ser igual que cualquier infante de mi edad, pertenecer a una familia que muchos denominan de tradicional, casarme, tener hijos, dejar herencia, tener un buen trabajo sin asistir los domingos, jugar con los nietos y sonreír con sus visitas los fines de semana; lastimas que eso no funcionó… pero ahora la fortuna me daba la grata sorpresa de que aquello que muchos creyeron defectos de mi personalidad en realidad eran dos diamantes con gran brillo de proezas y virtudes.

Como lo había dicho antes, nuevas dudas inundaban mi mente ¿Quiénes eran esos seres? ¿Qué querían de mí? ¿Cómo podía ayudarlos? ¿Qué sucedería después?... Traté de olvidarlo todo por unos instantes para regresar a la vida mortal. Preparar un poco de comida porque mi estómago me recordó que necesito alimentos. Reí un poco y caminé rumbo a mi pequeña pero encantadora cocina.

Como era tiempo de festejar, busque los ingredientes para preparar un poco de arroz. Agregué jitomates eligiendo, a diferencia de otras ocasiones, los más rojos que encontré. Esta debía ser una comida especial. La cebolla estaba con un poco de lama, la cual eliminé con un cuchillo y agregué, según los consejos de mi abuela, dientes de ajo. El toque especial fueron los chiles huachinangos. Al cabo de treinta minutos el delicioso aroma que emana de los granos de arroz recién hervidos por el agua bañada en ricos nutrientes del jitomate inundaba a la cocina, la sala y el comedor. Basta con decir que con tres platos bien soperos casi termino con todo el guiso.

Un sueño acaparó mi entorno y aunque en aquellos días solían ya ser fríos por el acercamiento del invierno, la tarde pintaba un cálido rosa alrededor de la nieve del volcán. Un tarro tibio de café con canela me acompañó hasta la alcoba y ahí me envolví entre las más suaves cobijas que guardaba en mis cajones. Los rayos del sol atravesaban mi cortina más blanca que amarilla por el desgaste que ocasiona a diario el astro de la luz.

Todo se ubicaba donde debía de estar. Por muy egoísta que suene, parecía que sólo existía yo y nada más… el universo estaba extinto al igual que dios, la propia nada, no tenía cuerpo ni carne, sólo el diminuto latido de la mente que generaba imágenes amorfas era la que permanecía latente. No fue extraño, todo lo contrario: fascinante pues las preocupaciones tampoco estaban presentes… sólo un rastro seco con aroma a dulce serenidad.

Finalmente la neblina bañó el éxtasis de mis neuronas y sucumbía el placer de los recuerdos que merodeaban mi ser en forma de sueños y realidades que iban y venían, así en un vaivén ilimitado, lejos de este mundo. Dude en analizar mi vida con sus desgracias irreparables, los momentos de angustia transitados inimaginables, la soledad, el dolor, la tristeza; así como el hielo en la punta de los de dos de mis pies, el cual crecía y recorría todo mi esqueleto.

Mi aparato locomotor hervía como lava y mis nervios estallaban en forma de caldera, de ira y de incertidumbre. Todo aquel mundo se deformaba conmigo y para mi sorpresa se reformaba al mismo tiempo pues las células caminaban y desfilaban para reintegrarse. Cada una tomaba el lugar correspondiente para realizar su función debida. Fue entonces cuando la temperatura dejo el abrigo del calor y la desnudez del frío. La responsable de mantener la calidez de todos mis muslos comenzaba a revitalizar un nombre cuya silueta desconocía mientras tocaba aquel escrito que desaparecía con cada oración leída.


Desperté a tiempo para observar al amo del cielo despedirse y prepararse para viajar al otro lado del mundo. No leí su mensaje en la luz que expedía ya que estaba seguro de que pronto sus hombros regresarían trayendo las calles de mi memoria. Sé que también traería consigo la palabra que ahora parece olvidada y que en realidad solo se haya polvosa y descuidada, esperando ser ansiosamente limpiada por los dedos de cristal. Mientras tanto, se alejaba en medio de las montañas que siempre ha gobernado y vigilado bajo este esplendoroso valle: territorio radiante otorgado solamente para mí.



Aventura 9
Bajo el color de los límites

Mi piel puede describir de mejor manera al frío por el color que la rodea y por el alma que la conforma que la propia mente con todas las palabras habidas y por haber porque ¿Quién sabe más sobre dicho ser que aquel órgano que reconoce todos sus estados de humor tan enigmáticos? Porque quien trata de describirla con ideas corre el riesgo de engañar al mundo entero, y peor aún, a sí mismo.  

Ahora comprendo que tampoco puedo describir al viento, y menos ahora que La Orden lo ha convertido en el tiempo. Es suave, de eso si tengo la certeza, y su perfume es el conjunto de cristal líquido que entibia los juegos de los niños que gritan, lloran, ríen y se corretean en el parque que se sitúa frente al balcón sobre el cual escribo mis últimas ahogadas notas que algún día serán reescritas por alguien más.

Pasaron algunas semanas desde que La Monarca del Florecimiento visitó mi casa para resolver algunas dudas y a generar otras. Los encuentros con los insectos que hablaban sobre guerras habían cesado posterior a esa audiencia. Es extraño, pues desde aquel día los fríos fueron más crudos y más largos acompañados de fuertes vientos que chocaban duramente con los cristales de las ventanas. Por lo menos mi cabello lo disfrutaba a tal grado de alborotarse al verlo.

Las distracciones que ocasionaban los placeres humanos, tales como las canciones trasmitidas por la radio o por el reproductor de discos no sólo invade el espacio personal del ser humano, sino también el tono de voz del interprete, sobre todo cuando mantiene un ritmo tan suave como el chiflido de los gorriones. Al mismo tiempo invaden las emociones que surgen de las ideas provocadas por la magia de las palabras que ellos mismo cantan en armonía con los instrumentos musicales que conforman la melodía.

Además de algunos recuerdos, las visitas a mis abuelos han tomado una mayor importancia. Aún creo que eso es extraño, supongo que la soledad al fin después de ser mi capa y espada se han oxidado y me han oxidado junto con mi armadura. Ahora camino observando los destellos que ocasiona el sol al reflejo del lago sobre una base que parece piso, más no tiene tierra ni pasto. Pero eso no me basta: ahora he aprendido a recibir su mensaje, ahora puedo tocarlo a él y mismísimo viento.

Sus mensajes envueltos tenazmente entre la tela de la interpretación con las cadenas de la incertidumbre y los candados del engaño se desvanecen con el calor del amor y las miradas intercambiadas antes y después de los abrazos me acompañan y me sonríen a cualquier lugar que toca la punta de mis pies. Antes me hablaban los animales: ahora lo hace el ambiente entero.

Hoy, por ejemplo, los pétalos morados de la flor que crece en la tierra que coloqué encima de un vaso hecho de unicel se abrió frente a estos ojos ciegos. El movimiento fue lento para la vista, sin embargo, es eterno para la memoria. No creo que me haya sonreído en agradecimiento por su crecimiento ya que ella misma lo logró por su perseverancia, por aferrarse a la vida y por saber alimentarse. Ayudarla con el agua que vertía sobre su tierra y sacarla a probar el aire de la calle cada mañana antes de salir a correr fue lo único que hice, no más.

El esplendor no radica en el interior de mis venas, pues de ser así, esa planta ya mediría por lo menos dos o tres metros de alto. Los pensamientos de mis antiguos maestros se hacen presentes ya que la corona de mis ojos no me pertenece y la corona de la flor que se forma con los pétalos tampoco es suya: ambas coronas son una sola, se conocen desde hace ya varias eternidades gracias a que son del mismo padre y ahora que finalmente una ayudaba a la otra, como los buenos hermanos, no era un descubrimiento, sino un reencuentro.

Tal vez eso es lo que filósofos, pensadores, escribanos y espirituales han procurado explicar lo que es la vida, en especial la ciencia y el propio conocimiento: nada se descubre por el hombre… sólo se reencuentra después de una separación que se gestó en el mismo momento en que dejamos el vientre materno o justo antes de la fecundación, cuando el espermatozoide, esa máquina genética que dejo un ser para unirse a otro.

Hay que reconocer que ese también es uno de los pocos pero múltiples eventos maravillosos que suceden en nuestra especie y en la de muchos animales ¿Cómo un ser diminuto se aventuró a invadir otro mundo diferente, desconocido, ajeno a él para enfrentarse a uno nuevo? ¿Qué no piensa o no tiene miedo? ¿Confía en sus instintos o esta programado para ello? ¿Cuál será la verdad? ¿Cuál?

¡Pero vaya! Por eso mismo nosotros nunca abandonamos nuestro origen: imitamos al espermatozoide del cual provenimos en busca de nuestro óvulo, así en un ciclo infinito: somos espermatozoides desarrollados andando en un planeta que es nuestro ovulo eterno. La cuestión, el problema y lo intrigante es ¿Qué surgirá de nuestra fecundación con el planeta? ¿Qué especie surgirá y cuál poco a poco se extinguirá?

Las flores, por el contrario, no sólo han fecundado al planeta, sino que además lo adornan con su gama de colores más diversa que el total de culturas que se han brotados en los continentes. Han hecho que el universo se colme de trofeos por este trabajo y que la luna, marte, júpiter e incluso los anillos de Saturno sean acreedores de la más grande envidia. Estoy casi seguro de que por ellas somos la envidia de las estrellas y los cometas.

Además de que ellas no pelean, ni se destruyen unas a otras ni se humillan. Tal vez compiten, pero no veo que tengan que pasar por encima de otros para alcanzar su crecimiento total. Ahí esta el asunto, nunca atacan, sólo se limitan a defenderse como cualquier criatura en este mundo, mucho menos sonríen o festejan con la caída de otros, como sucede entre las naciones y patrias.

Ellas son patriotas sin importar la tierra en la cual se encuentren. Al contrario, prefieren engalanarse con sus relucientes y exóticos colores que dan la atracción a sus vestidos. Están ahí, sólo existen y se extienden, aunque lo hagan de forma lenta. Unido a esto, las flores hacen el mayor trabajo para que existan los animales sobre esta superficie ya que la producción del oxígeno que contiene el aire y la purificación del mismo se debe a ellas.

Es, incluso, como si ellos fuesen los guardianes de la vida y tal vez lo son las verdaderas protectoras del mundo y los intermediarias del caos. Nosotros talvez somos las guardianes del pensamiento, pero es una carga difícil porque como la he razonado, y muchos otros también, puede conllevar a la destrucción.

Los sentidos me permiten renacer las sensaciones de las cuales alguna vez fui privado. Los juegos que creí alejados han vuelto para quedarse. Hay una pequeña diferencia clara, los juegos han tomado la forma de cooperación y de trabajo. Jamás imaginé que toda mi niñez se me preparara para los juegos de grandes, es decir, mientras jugaba a las corretizas, actividad popular entre los infantes de mi época, ahora sean han transformado en otro tipo similar: ahora corro al trabajo, a la escuela, por la despensa y por la familia: cierto, los compañeros con quien me divertí han cambiado, pero enfatizó que por ello no he dejado de jugar.

Las escondidillas, por mencionar otro juego que se da en la edad adulta y en la de niñez donde una persona debe buscar a todas las demás luego de contar hasta cierto número con los ojos vendados, daba a mis mejillas y sobre cuando era el último en ser buscado por el ingenio que poseía para perderme entre las calles, los terrenos baldíos como el camaleón y en ocasiones contadas hasta en l escuela.

Varios anos después, más de 25 para ser exactos, también me escondo de las personas que por algún motivo no deseo ver: lo que mis amigos me han recomendado que deje de hacer. Me escondo del crédito hipotecario por los excesivos costos que impone a los huérfanos de tierras, o del pago de la luz y del agua, que, aunque pertenecen al pueblo por derecho de ingenio o nación, seguimos pagando cuotas innecesarias con un papel que fácilmente puede servir para hacer barquitos que naveguen en las tardes cuando haya lluvias.

Tal vez la ambición y la codicia que nutre a la especie seudo-dominante de este planeta del sistema solar hacen que las cosas más sencillas sean confusas, y las confusas sean aún más perplejas. De aquello que si estoy seguro es de lo que tengo que hacer, con o sin miedo a las consecuencias que traigan consigo lo que venido repitiendo día con día, viento con viento.

Espero tristemente que los meteoritos que llegaron algún día para remover a los gigantescos reptiles que la estaban acabando vuelvan pronto y que el día último para nosotros llegue a su alborada y traiga consigo la madrugada final. El cielo permanecerá nublado para todas las especies, no sé si bien merecido, pero seguramente ni las mariposas podrán remediar la catástrofe que no espera sino llegan antes los meteoritos.

Porque si no somos capaces ni de eliminar la preocupación antes del sueño, ni el hambre o la pobreza con todos los recursos del mundo ¿Qué será de nosotros en cincuenta años? Esta noche caminaré descalzo entre el pasto del jardín y el cemento de la acera dejando que encuentre el límite de mis sentidos, de mi ventana, de los colores que concibo a diario, de aquello que me ha sido negado, pero sobre todo de aquello que esta por venir, porque después de los límites se encuentra la desintegración de las cosas que formarán parte de la nada: una materia que viaja sin música, sin letras, con mucha violencia interna pero al mismo tiempo con la inocencia extrema: un punto culminante nos acerca a lo imposible en donde las fantasías son pesadillas y en donde la sal es dulce, siempre a cambio del alto precio que cobra el cambio de la cosas.       

Aventura 10

El ejército de las arañas

 

A mediados de otoño noté varios hilos de telaraña unidos en algunas de las esquinas de mi hogar, si no es que en todas. Como es sabido, no me molestaban, es más, ni me causaban preocupación alguna. Unas semanas después encontré tres tipos de arañas juntas en la pequeña cocina. No sabía a qué se debía ello. Por tal motivo, caminé hacía el cuarto de servicio y comencé a colocar la ropa sucia en el suelo con la intención de dejar en claro que no me interesaba más conocer su reunión.

- Bien, que buen aire es el que ahora circula por aquí. Y tú – intentó conectarse conmigo la araña más grande, negra y horrorosa - Cuando las ráfagas del movimiento planetario sean más fuertes por fuerte y ocasionen una sensación de tenuidad a tu piel, El Orden estará presente. Entonces esta zona será resguardada por nosotros, por lo cual pedimos de tu cooperación para que todo funcione según las medidas convenientes establecidas desde el principio de la materia.

La araña más pequeña, de color gris, saltó hacia adelante y manifestó:

- Lo que queremos aclarar es que a lo largo de este tiempo nosotros construiremos una línea de telaraña gruesa alrededor de tu casa; nuestra misión es proteger a El Orden y a ti, por supuesto, para la renovación.

- ¿Protegernos de qué? ¿De quién?

Entonces la araña de piernas largas y cuerpo del tamaño de una lenteja transmitió:   

- De nadie y de todos. De nadie por cuanto todos ignoran el próximo evento a suceder. De todos porque habrá animales, incluso de tu propia especie, que caminen junto a ti y que de un momento a otro puedan ser dominados por sus instintos más difíciles de manejar. Con esto quiero dar a entender que no son malos, simplemente, carecen de una mayor autodominación propia. Clarifica tu postura ¿Qué especie exigiría algo a cambio de ofrecer un recurso que la propia naturaleza te otorga, por ejemplo, el agua? Quien hace eso muy seguramente no es tu amigo dado que te pretende privar de un elemento sustancial algegando que así está estipulado.

- Pero a qué protección te refieres. Cuando vino a mí la Monarca del Florecimiento no hubo alguien que la resguardara ¿Cómo es que ahora es importante el cuidado de ellas, de El Orden? Ah… porque ya soy sabedor de quien compone El Orden. Más regresando al asunto, apuesto a que, en estos mismos aires, donde quiera que se halle no anda resguardada.

- La Monarca del Florecimiento no puede ser resguardada por un ejército de arañas tan débil como el nuestro. Ella es resguardada por todas las criaturas en evolución, ya que se alimentan de ella y, por lógica, de ella viven, de ella dependen. Dicha monarca no es vista por ninguno de nosotros. Tan sólo es percibida por medio de una fuerte presencia en el cuerpo y talvez de la mente. Ella está a diario con nosotros y se encuentran en todos los lugares en donde la existencia es posible. Es más, en este momento yace aquí, contigo, conmigo, en nuestros pensamientos que compartimos o ¿Es que acaso no la presientes? Tal vez ya conozcas El Orden, pero aun ignoras la renovación. Cuando es tiempo de dar un paso hacia otro cambio, La Monarca del Florecimiento toma cuerpo y figura, podríamos decir que se materializa, pero aun así es imposible de ver, al menos no para el elegido. ¿Recuerdas a los reptiles gigantes de sangre fría y apetito voraz? ¿Recuerdas a las especies que en aires atrás dominaron a los mares? Pues bien, ellos en su aire también fueron los elegidos y entonces también la pudieron ver, e incluso, tocar. Más al momento de corromperse perdieron esa facultad y en consecuencia, El Orden se tuvo nuevamente que separar cambiando su forma. Por ello no para todos es la misma figura, pues dependiendo la finalidad es el cuerpo que muestra, que tú veraz. Próximamente pasarán contigo las otras dos monarcas, y al cabo de cierto tiempo, ellas volverán a desaparecer. Entonces tu morirás y la línea de la existencia continuará según la nueva dirección que se dada.

- ¡Morir! ¡Cómo! ¡Yo! ¡Porqué! ¡Nadie me habló de ello! ¡Explícame!

- Es necesaria tu muerte para la comprensión de la razón de tus nuevos conocimientos, así como de la trascendencia de tus próximos actos para que se convertirán en el pilar de los nuevos sabios de la existencia ¿Cómo piensas que se trasciende? Nada rompe el aire: sólo la muerte.   

- ¿Nuevos sabios de la existencia? ¿A qué te refieres? Yo no quiero morir, es más, están más cerca ustedes de la muerte debajo de mi zapato que todo yo.

- Haz lo que quieras. De cualquier manera, nuestra muerte acerca más la tuya.

- ¡Es una amenaza!

- Es sólo la verdad.

Desesperado y enojado tomé la ropa y la aventé encima de ellas, dejando cubiertas solamente a dos, pues la más pequeña salto a tiempo para observar como caminaba con dirección a mi habitación, pretendiendo ignorarlas, pero no sólo a ellas, sino también a la locura que comenzaba a asecharme primero por comunicarme con insectos; segundo, por escuchar que el principio de mi muerte había iniciado. 

- Yo comenzaré a rodear la casa. Por las otras dos arañas que quedaron debajo de tu ropa ni te apures. Una, la más negra, saldrá de ese montón y subirá al techo, mientras que la otra de patas delgadas se quedará merodeando por las habitaciones. Además, debo de advertirte que acudirán otras de nosotras en apoyo a nuestro trabajo, porque el aire se acerca. Hemos esperado esto desde que nuestra especie fue elegida como fiel servidora al terminar la última reunión de El Orden. De esta manera nuestra especie al fin descansará.

- Desde ese entonces – comunicó otra de ellas desde el montón de ropa - se ha venido capacitando a más de un tercio de nuestra población, misma que llegará poco a poco, no hasta aquí, se irán quedando y agrupando en círculos cercanos: tu hogar es el sol y ellas los planetas con sus respectivas órbitas. Tenemos resguardado este lugar y alcanza hasta todas las montañas más cercanas que rodean este valle. Así, en dado caso de que un percance sucediese, tendríamos viento para actuar y trasladarnos a un sitio aún más seguro, pero eso ya forma parte del archivo secreto.

- Tendrás a tus pies a un ejército completo de arañas, perfectamente bien adiestrado en maniobra de ataque y defensa – aseguró la araña gris saltarina - algunas poseen un veneno tan potente que es capaz de matar a mil elefantes… estas bajo el mejor resguardo para recibir a la muerte.                     

Aventura 11

Las alas de una mosca

 

Eran los primeros días de diciembre cuando me recuperaba de una severa gripe que me había mantenido siete días en reposo forzoso. Al menos había conseguido descansar mi cuerpo que estaba severamente desgastado por lo largo y tedioso del año, pues de mí dependía mi sobrevivencia. De la renta de un cuarto había pasado a la paga de una pequeña hipoteca en una zona demasiado descuidada, pero lo suficiente barata para el acceso a su compra.

Pero ello parecía carecer ya de sentido, pues según mis visitantes pronto moriría, lo cual también implicó un desanimo en varias de mis actividades. Incluso ya no me importaba perder un empleo con sueldo barato que, si sobrevivía a la caída, reaparecería otro en las mismas o peores condiciones en menos de cinco días, y es que la noticia de mí sacrificio había producido cambios lentos en todas las decisiones que tomaba: me sentía como prisionero de guerra.  

De igual forma, comenzaba a preocuparme menos por detalles en los cuales antes hubiese hecho una tormenta en un vaso de agua. No estaba seguro todavía si era serenidad o descuido, más esa incertidumbre me invadía de tal manera a orillarme a vivir el momento: abandonar la conciencia de mis actos y alejarme de la demencia que me había acosado durante toda una niñez.

Desconozco, para ser sincero, si la demencia se heredaba o se adquiere y si ello me convierte en un ser inocente o en un demente porque, el hecho de llevar una vida recta, digna y pulcra no libra al hombre de aquello que puede ser nefasto para la especie por cuanto alguien ha dictado las virtudes que han de ser endiosadas y las antivirtudes que han de ser endemoniadas… ¡Talvez Salomón lo sabía y por eso dejo cola que le pisen!

Todo esto me recordaba lo sensible que es el mundo, porque si bien la ciencia ya lo dijo – a toda acción conlleva una reacción – yo llegaba a la conclusión de que toda acción no sólo conlleva a una reacción, sino también a una pregunta sensorial de las percepciones generadoras de motivos que forzosamente abordan una postura que saldrá a relucir ante tal hecho generador de las emociones y razones.

De cualquier manera, no importaba mucho que pensara, esto, además de disolverse ante las neuronas de mi cerebro, también quedarían atrapadas en la esfera del vacío que se produce por el desinterés del mundo que gira en una sola dirección forzada. Esto si de alguna manera mis pensamientos salieran más allá de las palabras… todo se perdería: soy como una mosca entre un ejército de arañas hambrientas bien adiestradas no para devorarte de un sólo bocado, sino que, para su deleite, te rodean dentro de una capa de hilos finos y delicados que te da una esperanza de salida, de libertad, haciendo que el sufrimiento y la agonía sean eternos, ya que tales cadenas jamás serán removidas, pues la llave única la tiene la muerte debajo de su cuello.

Supongo que por ello las moscas ponen cientos de huevecillos, pues buscan afanosamente una revolución en contra de sus agresoras, la cual jamás se llegará a consumar, pues el error de ellas radica en el abandono de sus crías que, a comparación de las arañas, aun en el peligro arrastran consigo a sus huevecillos… ¿Quién lo diría? Un acto tan sencillo tiene un gran impacto en el reino animal, pues, aunque las moscas sean dueñas del mejor diccionario de aromas es el ingenio y la sensibilidad lo que superpone a las arañas…

Talvez sea mosca panteonera la que tenga una oportunidad no sólo para vencer al ejercito de arañas, sino a la propia muerte, pues es ella la que sobrevive a partir del cadáver: ha aprendido a degustar el trabajo de la inquietud de la muerte. Talvez sea ella la que debe ayudar a sus afligidas hermanas. Talvez ella tenga el poder para luchar y vencer, pero lamentablemente su existir sólo radica entre los difuntos, en el inframundo terrenal, en donde pocos se atreven a explorar. 


Aventura 12

La mariposa de la unión

 

Todos los días suceden acciones que moldean, de cierta forma, nuestro carácter, y con ello, la manera de expresar nuestras emociones, trayendo como consecuencia los accidentes en el sentido: la turbación de la armonía que regula la existencia pura interna. Y es que la contaminación es tan sutil, tan sublime, tan nítida, tan liviana como suele ser el aroma de los helechos.

 

- ¿Qué se supone que debemos hacer como especie? ¿Cuál es nuestro fin en las acciones del presente si el futuro no existe?

 

- La energía es el paradigma de la naturaleza que se encuentra oculto, celosamente resguardado por los seres más diminutos que nos componen. A mi parecer, es la inestabilidad lo que da forma y figura al espíritu de la materia: la energía. De no haber inestabilidad jamás hubiese habido reunión, fusión, acercamientos, recreación, unión. Las colisiones serían ajenas a lo eterno. Y es que, cuando la energía estalla da origen a las figuras que acompañan nuestro mundo. Sin embargo, necesitamos forzosamente de la conciencia para que los tipos de materia sean artefactos. Ahí, entre la creación y la conciencia se encuentra el inicio de la especie: la supervivencia, pero también encuentra el fin. Estamos condenados a la supervivencia porque huimos de la inactividad de la inmovilidad, de la tranquilidad. Esta tarea no es fácil de llevar. Es por ello que alguien debe fungir como responsable: yo.  

 

- Es difícil, muy difícil… comprender el mensaje de tus palabras, ya que es una metamorfosis del alma en un espacio frio, incierto y sensible. Aún, a estas alturas y tan absurdo que se escuche, no logro concretar aquello que realizo todos los días. La mitad de mi mente se encuentra esparcida en los aparatos que utilizo como herramientas de trabajo, la otra mitad en la concentración debida para la utilización correcta de dichas herramientas, la otra mitad en aquellos que acontece a mis espaldas a modo de defensa, y la otra mitad en aquello que las células producen para generar mi inteligencia emocional. Y si todo lo que he mencionado da claridad a la metamorfosis del alma que has comentado ¡Ni aun así logro comprender el motivo de esta entrevista!

 

- Ahí está el problema. Posees tantas mitades alejadas la una de las otras que creas espacios de dudas sin puente de conecte que ayude la fundición de las mismas. Hay muchos ladrillos, bloques sin rehabilitación que aíslan tus ideas, debilitando e impidiendo la cima de tu energía potencial.

 

- Eso ya lo sé, se le llama inseguridad y no es necesario que lo menciones. Ya he aprendido a vivir con ella: somos hermanos gemelos, pues fue concebida casi como mi alma con mis primeros pasos fuera del vientre materno.

 

- Es falta de respiración, de desapego con todo lo que fuiste. Claro que, para lograr penetrar en una selva que se ha atestado de materia, es pertinente observarla para posteriormente ponerte a trabajar. Eso tú ya o hiciste y abriste tantos caminos que no ha decidido cual seguir. Pues bien, olvida todos y guíate por uno. Permite que los demás florezca a tu alrededor y no lo dañes más. Deja que alguien más te alcance y enfócate en tu propia reunión, pues ya has colisionado bastante… ¡Re – únete contigo mismo para alcanzar el propósito de la vivencia, de la existencia!

 

- No lo sé cómo reunirme conmigo mismo. He visto como todos los días muchas cosas en la vida del ser humano se unen de diferente manera. Incluso, ello es reproducido en los actos, como las bodas, y también en la biología por cuanto se da la fecundación de las células. Sería de tontos decir que una re - unión es aquello que junta lo necesario para dar como resultado lo que se ha de conformar, talvez, en esto que nos involucra ahora, la conformación de mi ser, del tuyo y de lo que está por venir.

 

- La unión es aquello que permite la existencia de diferentes tipos individuales de materia, por medio de la energía. De aquí la relevancia de aquello que permite el movimiento. En este caso las palabras ya no importan, pues han perdido su razón de ser: es el espíritu de ellas la que nos importan: las ideas. De esto se deriva que las palabras más difíciles de pronunciar son las más sencillas de escuchar, siempre y cuando lo hagas con plena conciencia del significado de la idea que has de comunicar. Más, ahora que ya te has arrodillado ante mí por cuanto tus oídos están aprendiendo a dialogar con tu conciencia, la re – unión contigo mismo será a través de mí, de tu especie y de todo ser viviente que ronda en este planeta, ya que sus necesidades son las mismas, aunque su cuerpo sea diferente…

Esas fueron sus últimas vibraciones de aquella mariposa de la unión, porque después de ello inició el vuelo hacia la planicie fresca que se dibujaba a través de aquel cielo. Ella parecía quedar atrapada entre el viento que circulaba, dejando su cuerpo a merced de estos aires casi invernales que se acercaban lentamente. De esta manera, ella, inmóvil, se dejaba perder entre el espacio cuyo fondo son dos volcanes.

El color de sus alas era transparente, pero a medida que permitía que el viento la cargara deslizando sus ráfagas entre su cuerpo, aparecía una combinación entre lo que parecía ser un blanco celestial, el rosa de un atardecer y azul intenso del mar. Aunado a ello, mientras continuaba desapareciendo, un olor concentrado a helechos inundaba el ambiente de la habitación en donde había tenido lugar aquel encuentro.

Ese color exquisito fue un golpe a la memoria: algunos instantes de mi niñez en casa de mis abuelos salieron como un barco a punto de hundirse. Pero la tripulación fue mala y cruel: por aquellos días solía aventar chapulines a las telarañas sin conocer los motivantes de aquellos actos. Ello dio paso a reconocer a aquel niño acostado entre la humedad de la hierba, con los girasoles salientes a un lado, rodeado por una infinita gama de insectos desconocidos: negros, largos, amarillos, rojos, rosas, combinados… Y fue entonces cuando la culpabilidad desapareció: no conozco el nombre de aquellos insectos tanto por mi edad como por la falta del guía que los conociera. Lo mismo aplicó para todos los males que ocasioné, en los cuales la víctima fui yo pues no hubo alguien interesado en mostrarme la bondad.

Ahora la ciudad ha crecido y desconozco el paradero no sólo de ellos, sino de sus hijos. Me pregunto qué fue de ellos, qué será de ellos y en dónde estarán ellos. Me preocupo tanto porque ahora sé que son parte fundamental de mí, ya que sin ellos no sería posible mi yo como ser de descendencia. Me preocupa tanto que no los encuentre y que ellos dejen de existir.     


Aventura 13

La libélula de la desaparición 

Solo, solo sin ni siquiera mis pensamientos. Todas mis ideas se han esfumado y mi mente siente cada microbio, cada bacteria que provoca el desvanecimiento. Ello afecta a mis energías, a mi preocupación y al interés por todo lo que sucede en mi entorno. Pero a comparación de otras ocasiones, no es por la indiferencia que solía tener hacia los de mi especie.   

Y en ese momento, estaba ahí entre la libertad y la esclavitud, pues, finalmente, después de tanto tiempo de esperar algo que no pedí yo estaba ahí: con un cuerpo presente pero disuelto. Mis sentidos se aliaban a mis órganos y estos transitaban señales al espacio que chocaban con la primera materia al paso, alterando el alejamiento y rebotando nuevas sensaciones hacía mí.

Y esas sensaciones que mantenían dentro de un estado petrificado consciente fueron la puerta de acceso, no para la visita de la desaparición, sino para destruir las murallas mentales del frío que tanto me habían dividido, pero, detrás de ello, ahí estaba ella sobrevolando: una mariposa en forme de libélula con límite de vapor, el cual se deterioraba con cada vistazo que le daba.

No fue necesario concentrarme para intentar interpretar la vibración de su mensaje, ni la más diminuta carga energética de atención porque, según recuerdo, aquello que debía ser transmitido se había liberado e intersectado en mí por medio de las nuevas sensaciones que me envolvían, como sucedía con los mensajes que recibía del mundo a través de mis sentidos corporales.   

Todo siempre estuvo ahí, dentro de la esencia que conformaba a mi mente y tan sólo tenía que aprender a leer a través de la creación de las formas. Comprendí el por qué se justificaba el proceso del cambio, la mentira de la muerte como un pasaje necesario hacia la vida, la realidad de la transfiguración propia sobre los demás… este fue mi verdadero renacimiento, la conclusión del mensaje de la desaparición.

La luz revelada desvaneció la función de mis células y las fragmentó a cada una en sus primitivos seres corpóreos: Yo viví la esencia de la función, de la interacción entre aquellos seres primitivos que me conformaron y también mi propia creación, así como las de todos los demás que ahora ocupan un lugar. Transgredí y ocupé el lugar de una omnipotencia eterna jamás imaginada para entonces extender mis nuevos tentáculos al mundo entero.

Primero vencí al tiempo, y después, jugué con él. Contemplé los sueños eternos del hombre que han sido los cimientos de toda su cultura. También fui sus sueños efímeros que han sido los cimientos de todas sus pasiones. Comí del primer alimento dado a la primera especie y luego di un centenar de vueltas como bailarina de valet en medio de la galaxia más lejana visualizada por el hombre y con un pequeño saltó alcance a su vecina. Indague dentro de las paredes del cofre del principio y también indague sobre los abismos que se creen la culminación, el fin.

Acerqué los cometas más distantes y me alejé lo suficiente para darme cuenta de lo cerca que se encontraban. El polvo de estrellas transitó dentro de mí, acaparando toda mi nueva figura. Incluso, pude regar agua a un tulipán que se encontraba en medio de un asteroide. Las mejores maravillas de todas las maravillas especuladas fueron para mí un acontecer infinito. La magia no existía porque era yo el que la poseía.

De algo sí estaba seguro: aunque me había convertido en una deidad, en una Era, no habría retorno hacia el terreno material. El puente entre mi mundo y el terreno material seria la imaginación, en primera instancia, las ideas, en segunda, y los actos como tercera ¿Por qué me encontraba en tal cúspide? Porque me dispuse a conocer la verdad que no se oculta, sino que se asoma y que es adictiva por cuanto hay un principio, pero no un fin ¡Y fueron los colmillos de esos seres celestiales los que atrajeron hasta aquí!

Este nuevo reino de las interconexiones sustanciales en el que habito jamás ha sido profanado ni por la caricia más sublime del ser más recóndito, y por ello, es un lugar bendito porque desde aquí se presiente desde la manifestación del abrir y cerrar de los parpados que resguardan a los ojos hasta las complejas conformaciones de las unidades que coexisten para dar función a un instante.

El engaño se ha desnudado para mostrarme la estructura de su esqueleto. Además, me ha prometido la enseñanza de su columna vertebral. Aquí no hay necesidad de siquiera preguntar sobre cuál es el precio, porque ahora todo se postraba ante mis pies. Tan sólo se tiene que respetar algunas autonomías, pero a partir de mis últimos aires, acceder a lo más lejano era lo mismo que mirar hacia adentro de mis nuevas aparentes venas.

El viaje, como dije, no concedió el retorno, pero sí me permitió enviar un último mensaje.                 

 

 





    

      

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Lenguajes

Prólogo

PRÓLOGO