Aventura
2
Moscas en las hojas
No le quedaba otra opción
que sonreír. Eso era lo único que sabía hacer ¿Por qué? Lo ignoro, pues yo no
crecí cerca de él. Es cierto, lo rebasaba por unos cuantos centímetros y su
piel, a comparación de la mía, resultaba ser más clara. Muy poco diría yo, por
que a mi parecer teníamos el mismo tono. Sus ojos, esos ojos parecían dos bolas
brillantes de cristal: siempre impredecibles con el universo en tempestad y
destrucción debido a que el orden jamás se le había concedido… jamás.
Solía mantener una barba
de candado limpia y barnizada de color negro, sobre todo los sábados por la
noche. Ella hacía un buen juego con su rostro alargado y cuando una curva aparecía
bajo aquella nariz respingada, de mejilla a mejilla, el confort reinaba algunos
instantes o al menos eso opinaban aquellos que lo habían tratado. Podría
coincidir con ellos, pero lo habitual era un carácter en forma de plastilina en
manos de un niño de primaria.
Por tal motivo, la única
manera de tolerar su tremendo carácter era a través de los versos, las rimas,
la reflexión y el encanto que puede traer consigo la escritura, pues lejos de
ella, las emociones hacían de las suyas causando una tormenta cósmica en el
centro de una erupción estelar, volviéndolo más inestable que el mismísimo padre
de los dioses del viejo continente: júpiter.
Desde las primeras veces
que salimos, y hasta los últimos días que convivimos, su persona fue un laberinto
de bibliotecas para mi diminuto curador. El argumento parecía ser una seductora
consejera que extendía la delicadez de sus brazos alrededor de su cuello, sujetándolo
para no matarlo, sin embargo, dejarlo en asfixia total hasta que la luna
alcazaba casi la cúpula del cielo.
Todos los actos que eran regidos
por mi mente estaban ciegamente relacionados por la etiqueta que colocaba sobre
las personas: era un analizador de sus ideas y de sus movimientos. No uno muy
eficiente, pero lo intentaba con cada palabra que me daban de regalo: un significado
digno para ser desentrañado y descubrir parte de sus intenciones, tanto a corto
como a largo plazo.
Pero no, no en esta
ocasión. Él era el amo de las identidades. Podría perderme en millones de portadas
de personas y páginas de anécdotas que portan el yugo de la demarcación que
visten a los guardianes que vigilan eternamente esos límites de este plano con
el de las almas, y aun así regresar a tiempo para dar solución a los problemas
o dificultades que se presenten en mi trabajo.
Pero ante él todo era en
vano: la ceniza esparcida por el viento y los océanos conformaba una vez más a los
dinosaurios a los cuales pertenecieron en tiempos pasados. Sus palabras eran
filosofía barata para algunos y ley divina para otros, pero un poco de las dos
para mí ¿Cuál es el motivo auténtico que me elevaba a esa situación donde
carecía de neuronas que me acompañaran a la luz al final del túnel oculto
dentro del subsuelo?
Todavía, a lo lejos,
mientras sostengo este viejo telescopio que me fue encomendado por las esencias
místicas hasta que sea tomado por aquel que posea la corona de la virtud y
destelle con su respiro solemne iluminación, lo aprovecho para romper las
reglas y observar nuevamente el paraíso que sostiene su cuerpo en compañía de las
palmas de mis manos que le deje como sello.
Si es que las ruinas se
mantienen de pie todavía y muestran el esplendor de lo que una fueron aquellos
palacios ahora en decadencia, debo aclarar que nuestros caminos se toparon
justo cuando había concluido lo que se conoce como preparatoria. Él, en ese
entonces, oscilaba entre los cuarenta y cuarenta y cinco años, y pese a ello, no
había alguna arruga en su rostro que mostrar. Gustaba de ser rodeado por gente
exitosa y las comparaciones siempre salían a relucir el imponente ego que yo siempre
odié.
Recalco que odié con
todas mis fuerzas, con todos esos principios establecidos que, poco a poco, se
fueron mudando al drenaje de la ciudad para ser reemplazados por otros. Tal vez
fue un trance, que, de no haber ocurrido, ahora me encontraría sentado sobre la
silla de una oficina gris: rodeado de largas paredes y mirando el reloj con
ansias de que llegase la hora de salida.
La vida es tan pura y
sublime que ni una persona ha podido conocerla, ni yo mismo diría estando en
esta nueva situación ¿Por qué? Por que sólo conocemos aquello que nos rodea,
aquello que la fortuna, la suerte y el destino nos lo permite, eso y nuestras
capacidades: el mundo ya existe como tal y cualquiera que opine algo diferente
es enviado a otros mundos muy lejanos a este.
Hoy, por poner un ejemplo,
se anunciaba en diferentes lados el cuerpo de un sujeto extraño asesinado hace
unos días. El principal sospechoso era un hombre que ostentaba el lápiz y la decisión.
Él pertenecía a una jerarquía distinta a la de la mayoría. Lo alarmante estaba
por venir: con él muerto sumaban doce decesos, sin incluir a los que estaban en
la lista de desaparecidos.
No tuve la fortuna de conocerlo,
tampoco los motivos reales de la tragedia, pero si lamentaba mucho aquel suceso,
no por el hecho mismo, no por aquel hombre, no por la familia o el dolor que pudiese
dejar su partida, ni por el culpable y mucho menos por la falta de claridad,
sino por la degradación de la conciencia dentro del hombre y que amenazaba con
la extinción del mismo ser.
Un león caza porque
necesita, es decir, está obligado a cubrir con alimento que obtiene de otros
animales la sed de su hambre, empero ¿Cuál es la necesidad que se cubre con
matar a un hombre? ¿Acaso mañana por la mañana venderán a 20 pesos el kilo de
carne de hombre y así evitar la desnutrición que impera en muchos lugares recónditos?
Un caníbal, por lo menos, mata a su presa de tal manera que conserve un buen
sabor.
No comprendo entonces
porque se pierden vidas, las cuales se suman y suman en las decenas de cementerios
de nuestro territorio al mismo tiempo que se acumulan sobre las cruces nombres
que no volverán a pronunciarse ¿Por qué? Porque no hay motivos claros, por eso
mismo, y por eso enfatizó que: el predestino si existe y este inicia justo en
aquel momento que damos el primer respiro, y si no me creen, pregúntenle a
Jesús.
Para ese tipo de asuntos,
mi padre siempre recomendó portar el traje de la solidaridad: “debemos apoyar a
todos los que engruesan la lista de desaparecidos ¡Tú deberías marchar junto a ellos
que exigen lo que ahora la mayoría creen perdida! El que quiere, puede” … toda
esa bola de dichos prefabricados para mantener una desgracia y lamentación eterna,
pero eso sí, incados y con velas que atan nuestras acciones y nuestras ideas.
Por ello, estar en
desacuerdo con él ya era el pan de cada día para mí, total, muy pronto
abandonaría mi casa para descubrir cuál era mi propósito entre estas tierras
extrañas. Pero resulta que la casa era el planeta entero, al menos aquel que me
habían enseñado durante mis días en la escuela. La paciencia siempre cuidaba de
mis arranques de locura que a diario encolerizaba mi espíritu. No me hago la
víctima, es sólo que un hombre, si realmente quiere adquirir conocimiento y
filosofía de la vida no le queda más que descubrir el mundo mediante sus
propios sentidos.
Los grandes lagos se
desvanecen minuto a minuto, amenazando en convertirse en diminutos charcos, los
cuales urgen una renovación, pues corren el riesgo de desaparecer por falta de veneradores
de lluvia que les regrese ese tono azulado. El clima no los ayuda, pues el
calor impera por todos lados: grandes grietas se dibujan a lo largo de lo que
en su momento fue mi rostro.
Aventura
3
El
mensaje del grillo
Sentado sobre el
cemento con grietas, observaba plácidamente las flamas expandirse a causa del
choque del aserrín de escobas con los gigantes carbones que se encontraban en
el interior de aquella caldera. El cuarto, además de permanecer sin revocado,
estaba rodeado del hollín acumulado de, por lo menos, tres años. La prosperidad
se encontraba cerca, podía sentirla, pero mientras llegaba la paz y
tranquilidad continuaban visitándome… de vez en cuando.
El trabajo, aunque no
era lo que esperaba, me dejaba un salario con el cual cubría los pagos de la
hipoteca. De cierto modo, engañaba a mi mente comparando el oficio de fogonero
que desempañaba en aquellos baños públicos con el de oficial ferrocarrilero
principalmente porque los trenes siempre me resultaron maravillosos. Desconozco
porque me llaman mucho la atención. Una razón puede ser por las vías, pues los
ferrocarriles siguen una guía que son las vías. Supongo que buscaba
afanosamente mis vías.
Por otra parte, las
clases escolares se habían terminado y finalmente volvía a tener el control e
mi tiempo, al menos, por esos momentos. Muy pronto enfrentaría una nueva etapa:
dejar de cargar los barriles de aserrín y los troncos secos y mojados daban
calor al agua fría, el lavado de pipas de agua, la escoba y las cubetas de agua
con jabón por el lápiz y la libreta, las preguntas, la investigación y la
publicación. Al principio, eso sería suficiente, pero al cabo de cierto tiempo,
supongo que mis necesidades secundarias crecerían y entonces cambiaría a otro
empleo, así de forma indefinida.
Mientras mi imaginación
generaba ese tipo de escenas que volaban de lado a lado dentro de mi cabeza, a
mi lado, un grillo saltaba y saltaba por todo el aserrín como saltamontes en
primavera. Por unos instantes pensé en tomarlo con las manos, pero una mordida
es lo único que hubiese ganado. Además, ese insecto mostraba poseer el tiempo
del parpadeo en sus brincos dados por esas largas piernas, lo que le daba la
potestad de ser escurridizo.
Por algunos minutos me
concentré en ver sus largos brincos y piruetas, las cuales resultaban ser tanto
graciosas como divertidas, lo que me hizo recordar lo travieso que podemos ser
cuando no hemos cumplido más de diez años, pues pasando esa edad por alguna
extraña razón olvidamos saltar queriendo alcanzar las estrellas más brillantes
de la cúpula nocturna para discutir sobre un futuro seguro.
Es un poco trivial que
ese evento se repita como espiral sin fin y con ello perdamos de vista lo
tambaleante que es la vida y lo frágil que son nuestras aspiraciones. Mi mente fue
interrumpida por el calor que crecía de forma constante y volviéndose insoportable
después de permanecer más de cinco horas sentado dentro de aquel pequeño lugar
con una ventana que servía de ventilación, pero con un tamaño menor al metro
cuadrado.
Las ocho de la noche que
maraca el reloj dejaban en claro el instante en el cual me encontraba. Mi
padre, por su parte, no se había aparecido por algún lado durante toda la tarde
sabatina. Seguramente se encontraba acostado en su habitación recuperándose de
la cruda a causa de la borrachera del viernes o tal vez la fiesta no había
terminado y se encontraba en pleno festejo todavía.
No recuerdo en que
instante surgió la idea de llamarlo papá si apenas cumplíamos un lustro de
tratarnos. Supongo que despertó cierto grado de admiración en mí. Sin embargo,
ello no le quitaba el mérito de ser un sujeto extraño que se preocupaba por
todo y nada a la vez. Solía producirme un poco de confusión pues con nada
parecía encontentarse: era un cerebro inundado por la administración y las
finanzas.
Todos los días se exigía
así mismo algo, fuera un cliente más o un servicio de mayor calidad que las
semanas pasadas. De no ser así, estallaba con toda facilidad con todos los que
estábamos a su alrededor, dejando fluir una cólera, la cual me parece
desconcertante. Aquí la raíz del asunto y por lo cual la compatibilidad de
ideas sólo se presentaba si hablamos por casos de éxito.
En ciertas ocasiones,
delante de mis nuevos hermanos sermoneaba diciendo que nada faltaba bajo el
techo que el mantenía: tenis nuevos, celulares de moda, medicamente que no era
expedido por el seguro social, televisión con cable y acceso a internet, pan y
rosca de reyes de las mejores panaderías del estado… todos esos frutos que él
consideraba regalos del esfuerzo que ponía en su trabajo.
A ello no le faltaba el
toque final ya que cerraba aquel sermón con el ancla que se clavaba en lo más
profundo de su pecho…durante su infancia había carecido de los lujos de su
época. Recuerdo que sus padres, mis abuelos, corroboraban sus palabras cuando
los visitábamos en familia, en cambio, negaban haberle puesto una mano encima
como ahora el hacía con mis hermanos.
La tarea que se
encomienda a aquellos que llegan a tener un infante en brazos me parece ser una
de las más complicadas debido a que además de trabajar para sostener así mismo
cargan con la responsabilidad de un tercero, el cual es abrazado por la
vulnerabilidad durante los primeros años de su vida. Claro está que dicha
necesidad de protección nunca termina, solo se atenúa con el crecimiento de los
que una vez necesitaron mamila.
Mis tíos, de ambos
lados de la familia, hacían lo posible o lo que estaba en sus manos para
orientar a mis primos, lamentablemente se guiaban por el conducto de los gritos
por lo regular. Cuando eso sucedía mi boca se abstenía de emitir alguna opinión
a fin de no inmiscuirme en aquello que no me corresponde, por ahí mis abuelos
aconsejaban buscar la prudencia.
Pese a ello, una
renuencia brotaba entre mis choques neuronales para decir en silencio ¿Ellos,
los niños, que culpa tienen de que la infancia de sus padres no haya sido la
mejor o la adecuada y tengan que cargar con las consecuencias sobre sus débiles
espaldas como ladrillos con púas que desgajan la piel causando dolencia
continua? El problema de girar constantemente al pasado continua, como si se
tratase de una epidemia de sufrimiento generacional interminable.
-¿Tú qué sabes sobre el sufrimiento ajeno que es el
resultado de lo impredecible que suele ser esta vida? -susurró el aserrín
mojado.
-No, no soy el aserrín
mojado -contestaron -Pensabas en mí hace unos instantes mientras veías como
mandaba un mensaje con lo corto de mi cuerpo ¿Estás seguro de que no recuerdas
quien soy yo?
-¿El gri…? -dije cuando
fui interrumpido.
-Ese mismo, ese mismo.
Ahora te vuelvo a preguntar ¿Tú qué sabes sobre el sufrimiento ajeno que es el
resultado de lo impredecible que suele ser esta vida? Te recuerdo que aún no
eres papá y por tal razón me parece que estas incapacitado para emitir algún
tipo de opinión, por muy mínima que esta sea.
Me quedé en silencio
por unos instantes. El grillo sabía lo que decía: tan sólo presumía de llevar una
vida independiente por el hecho de vivir solo, de preparar mis alimentos a
diario, de lavar la ropa que vestía, aunque quedara con algunas manchas negras,
todo ello entre otras actividades las cuales desarrollaba desde hace ya seis
años, sin darle explicación a alguien.
Las decisiones, incluyendo
las más meticulosas, fueron de mi exclusiva responsabilidad, aunque no eran
siempre las mejores. Supongo que ello no era motivo suficiente para ser padre
de familia pues faltaba el amor, la crianza, el sacrificio o la preocupación
que genera estar al frente de varias bocas que alimentar. Para no generar un
conflicto que pudiese detener la labor que desarrollaba dentro de la caldera, di
un respiro y respondí:
-Es cierto lo que dices
porque no cuento con esa experiencia, empero ¿Quién eres tú para saber sobre
ello? No tienes necesidad de trabajar o mantener. Tampoco veo a tu lado a tus
hijos. Es más, ni siquiera eres humano; eres un simple grillo vagabundo sin
destino. Eso y nada más. Los de nuestra especie tenemos mucho en que pensar y
preocuparnos aun sin ser el pilar familiar.
-Si, no sabes nada del
sufrimiento, del sacrificio o de la vida. Estoy dejando escapar el gozo de este
exquisito aserrín húmedo por charlar con alguien como tú, no debería tomarme
esa molestia -y el sonido del fuego se dejó escuchar sobre la melodía del
grillo -Yo vivo, tú mueres. El secreto de la vida se haya en lo que ustedes han
denominado muerte. Si aprendieras a convivir con ella todos los días que se te
han otorgado, simplemente la preocupación no descansaría sobre tus hombros.
Desaparecería el miedo, la angustia e incluso la soledad. En consecuencia, aprenderías
a saborear con la palma de tu mano el agua salada de los mares, a mojarte con
la tierra húmeda de los bosques ¿Me explico? Si para vivir fuese necesario
tener un refugio que alimente tu falta de seguridad y poder ¿Tú crees que
nosotros los grillos nos la pasaríamos jugando con el cuerpo de los árboles?
Por eso se ha perdido el amor a la naturaleza, incluyendo la pasión por la
misma existencia, porque las especies como ustedes creen que solo una diminuta
parte de este universo es su hogar ¡el mundo entero es su casa! No lo olvides –
y la voz dejo de oírse de nuevo.
Si el grillo haya
tenido razón o nada más se vio limitado a decir lo que se le ocurrió de momento
en aquel instante, hasta la fecha, no lo sé, pero aquel anochecer me molestaron
mucho aquellos comentarios que eran navajazos directo a mi ego y también
rasgaban la piel de algunas ideas que sostenían el primer piso del proyecto que
estaba construyendo desde mi pubertad. Las nebulosas se esparcían y crecían por
todo mi cerebro generando así más materia con ganas de ser alimentada con
energía capaz de darle movimiento a dicha masa inerte. Dejé pasar unos minutos
y posteriormente pregunté:
-Si la clave de la vida
está en la muerte, entonces ¿Debemos morir para vivir o morir por vivir? -y
esperé con ansias la respuesta.
-Ni una ni otra-
escuché a mi lado- Ambos son tan falsos como un escritor que sólo crítica.
Morir no es permitir que tú cuerpo deje de ser tierra fértil en un planeta
donde el abono abunda sobre cada suelo que tocan mis piernas ni tampoco es
abrir paso al holocausto dejando atrás la abundancia que por destino nos
corresponde. Morir es aquello que te acerca a la línea de lo sencillo, de lo
cotidiano, de lo común y que puedes disfrutar tanto como si fuera un efímero
perdurable. En estos instantes el aserrín muere al ser devastado por una
energía mayor, suprema, pero no por ello deja de existir ¿Ya viste la ceniza
relegada? ¿Ya viste el metal que hay encima de ella? ¿La ves? ¿Sabes en quién
perdura? ¿Observas como trasciende? Es tan sublime que un niño lo adivinaría
con tanta facilidad como el boceto de una sonrisa que dibuja el cuerpo de una
víbora sobre la arena del desierto: no es más que otra forma de existir. Es
cierto, las cenizas no hablan, no caminan y no corren, por ende, no existen en
tu mundo diminuto. En cambio, ello no significa que no lo hagan de otra manera,
pues sólo porque tus sentidos hayan perdido sensibilidad para dar paso a la
razón no quiere decir que no sea así. Ellos fluyen y fluyen tanto como tu y yo
ahora juntos. Apuesto que si yo no hubiese emitido algún sonido ahora no sería
parte de tu existencia. -y guardo silencio de inmediato.
-Cierto- respondí.
-No seas tan duro con
los demás y contigo mismo. La rigidez conlleva a la creación de zonas firmes,
muy útiles en cierto sentido, sin embargo, el planeta cambia porque gira.
Entonces deja que la dureza se transforme en materia moldeable para que la
tundra que un día va a ser sea primero corriente que descienda de la montaña y
forme un extenso río y una hermosa cascada. Aprender a escribir acompañado de la
muerte, a predecir sus pasos no para prevención de su fuerza, sino para
redención ante la misma, pues es ella quien te permite existir al tiempo que te
permite renacer -y el silencio se esparció.
Por mi mente pasaron tantas
preguntas que fueron difíciles de articular. A la falta de palabras para
formular cuestiones claras dejé que se marchitarán como el carbón cede ante el
calor del fuego.
-Ya no te preocupes
tanto. Tiempo al tiempo- e imperó el silencio.
Tras desaparecer aquel
sonido armonioso emitido por el grillo, tomé la pala y acerqué más aserrín para
echarlo a la caldera. Luego de volver a sentarme sobre el tibio cemento, aquel
animalito dio un gran salto hacía mi mano, lo cual me permitió intercambiar
miradas. Dio otro gran salto al tubo que transportaba el aserrín a los troncos
ardiente dentro de la caldera y finalmente, aquel insecto intrépido desapareció.
Aventura
4
Gusanos
en el estanque
En estos tiempos, en
donde las tormentas tropicales, los sismos, las altas mareas y los huracanes
parecen estar siendo influenciados por el exceso de contaminantes dentro de la
tierra, tener libre albedrío ya no es suficiente si éste no va acompañado de la
responsabilidad y la disciplina. Al menos esa era una de las frases que se
clavaba en el interior de mi frente aquella tarde sabatina.
Junto a lo ya
mencionado, el cuerpo de la armonía con su rostro de paz daba indicios de
muerte: un cáncer agobiaba el interior de sus entrañas adquiriendo un estado
fantasmal al instante que la enfermedad se esparcía, todo a causa de las
cuarteaduras sobre los cimientos que había dejado el terremoto del cruel pasado
y que ni el mismo tepetate fue capaz de defender. El detonante fue la dinamita del
recuerdo que convertía la estructura del arquitecto en gajos nauseabundos y quebradizos
de los cuales yo personalmente emergía.
Los nervios tomaban la
forma del relámpago, pues las emociones positivas alteradas chocaban con los
hechos negativos del olvido para traer estruendo y destello en lo que en cierta
temporada conoció el silencio. Pero esos rayos y truenos sólo eran el anuncio
para el caos que se avecinaba por aquellos senderos: un cambio y uno de gran
tamaño amenaza con postrase en el lugar que siempre le correspondió, más por
algún extraño motivo nunca ocupó sino hasta ahora. Y, en consecuencia, ese
nuevo reparto traería consigo un choque, de esos perduran por toda la
eternidad.
Ensalada de lechuga,
acompañada de zanahoria rallada, amaranto, miel y un poco de aderezo mostaza
fue lo que había almorzado ese día. Un poco exótica la combinación para un
estómago que lo resiste todo y para una lengua que esta ansiosa de nuevos
sabores. Después de colmar mi paladar con dicho tazón con verdura y un vaso con
agua de limón agría, me levanté de la mesa y posteriormente dirigí mi cuerpo
hacía un pequeño estanque ubicado al final de mi morada, justo en el patio de
servicio.
Aquella pila con agua
estaba construida por una mezcla que contenía cemento y arena, más con el paso
de las semanas, el color grisáceo había adquirido una capa leve verde de algún
hongo. Usualmente, cuando me encontraba en casa descansado, tomaba los
utensilios de limpieza para eliminar el polvo, la mugre y la grasa que dejaba
el aceite sobre la estufa. En cuanto a los dos metros cuadrados, en donde se
ubicaba la azotebuela, solía vaciar el agua que se estancaba por el orificio del
lavadero y observarla como corría hasta perderse en la oscuridad del interior
de la tubería.
Pero, a causa de mi
pereza, había dejado que en aquel estanque pasaran dos semanas sin ser lavado. Era
una persona activa, pero en esta ocasión no había sido un buen día. No
circulaba agua por mi casa desde hace cuatro días y ahora esto: una especie de
gusanos nadaban y nadaban de orilla a orilla. Admito que su forma de nadar fue
demasiado peculiar: su cuerpo lo zangoloteaban de cola a cabeza como si miles
de pulgas rodearan su calva piel, y de esa manera se desplazaban de una zona a
otra.
Revolotearse como peces
sin aletas me parecía una forma graciosa y genuina de aquellos gusanos para
desplazarse. Siempre creí que ese tipo de animales nadaban similarmente a las
víboras: con la cabeza por delante arrastrando su cuerpo. Rojizo, como el líquido
que transitaba por las venas del cuerpo, era el color de la piel que cubría la fragilidad
de esos animalillos.
Las lombrices ¿Cómo
nadarán dentro de la tierra? ¿Y las larvas de las moscas en el interior de la
carne en putrefacción? Vaya, todos nadamos de acuerdo con la masa de materia
que este sobre nosotros. Sin embargo ¿Qué tiempo sobrevivirán si se les quita
del lugar al cual están acostumbrados y se les coloca en otros? ¿Se adaptarán
tal y como la ciencia lo ha dicho o perderán la bendición de la madre
naturaleza? ¿Qué es la bendición? Palabra que escucho decir a diario, un poco
descalcificada por el uso en exceso de la misma, así como por falta de leche
nutritiva que la revitalice.
Ellos, los gusanos, no
saben de bendiciones. Se limitan a andar por ahí, nadando de formas exóticas
sin preocupación de la daga del pecado, del miedo que trae consigo las llamas
del infierno o del terror de los nuevos demonios. Respiran, se alimentan,
crecen y buscan reproducirse en lugar de colmarse de bienes materiales. Bueno,
también hay que tener presente que a ellos no se les obliga a pagar algún tipo
de impuesto. Tal vez ese sea una de las razones principales por lo cual se
encuentren más cerca que nosotros de la ligereza mental.
Esos animalitos rojos
han permanecido fieles a un principio natural, y no me refiero a existir sin
algún propósito dentro de sus ecosistemas, sino a transitar sin la necesidad de
causar un daño con un par de manos que en lugar de uñas tiene navajas, para que
los rasguños sean más profundos. Cabe la posibilidad de que los que se
extienden a lo largo de la pila de agua evolucionen a un insecto que traiga
algún tipo de mal. Me aventuraré a calificar a dichos gusanos como futuros mosquitos,
los cuales alguna noche quitarían de mis ojos la perilla del sueño, amenazando
con cenar y succionar mi sangre. Sin embargo, desconozco la propia zona donde
vivo.
La sensación a lo
desconocido que sacudía la llanura donde rondan mis pensamientos trajo algunas
cuestiones un poco divertidas: ¿Y si pertenecen a algún insecto que sea
transmisor de enfermedades? Si las dejo revolotearse en la claridad de aquel
líquido fresco en lugar de ayudar a evitar la extinción de algunas especies por
el crecimiento desmedido de nuestra población que invade sus hogares ¡causaría
la destrucción de mis congéneres! Los animales dominantes con la capacidad de
resolver problemas destruidos por seres inferiores que apenas si pueden formar
diminutas sociedades… ridículo ¿Pero cierto?
Fue muy difícil, en
cambio, si no era tan profunda aquella decisión que se asomaba tras abrir el
cofre del pensamiento ¿Y si los dejaba en aquel estanque? No parecen ofensivos.
Además, pasarían a ser más de unos cuantos, seguramente su lapso de existencia
sería corto… ¿Y si se sale esto de control y en lugar de tener en casa un estanque
con agua se transforma en una pila con miles de gusanos ¿Dónde conseguiré a los
depredadores de estos?
-No tienes que buscar a
un depredador. Ese animal que puede exterminarnos se reflejará sobre la
superficie del agua que contiene esta pila si te asomas un poco más a ella –dijo
una voz tan suave y delicada que era imposible creer que tal timbre creara
algún tipo de frecuencia.
-¿Quién eres? -pregunté
de manera inquieta, pues desde las anteriores visitas por parte de aquellos
invasores de neuronas ya no confiaba tanto en mí, y por ende, ni en mis propios
pensamientos.
-Somos aquello que tus
ojos te permiten ver, aunque debo advertirte que esa luz sobre la cual te
respaldas para conocerme al mismo tiempo es la oscuridad que te impide
descubrir mi autentica apariencia. Por tal motivo, si tu cielo no se haya
despejado, al parecer nunca me conocerás.
Al percatarme, de que
aquellos quienes trataban de comunicarse conmigo eran las delgadas brazas de
fuego marinas nadadores que dominaban el estanque, no me sorprendió en lo
absoluto debido a que, en mi interior, tras los primeros susurros emitidos por
aquella extraña araña hace unos días anteriores, los tiempos venideros traerían
consigo ciertas anomalías, que, de rechazarlas, correrían el riesgo de perder
el misticismo y la sorpresa de la cual se engalanaban.
-El volumen invisible
que rodea tu cabeza se ha abierto ante ti, y como el mar rojo, la brecha ha
quedado limpia una vez más para decirte que somos los amos del estanque.
-Así se encuentre
debajo de ustedes y les haya servido para expandirse tengo que recalcarles que
no hay más dueño que yo –comenté de manera súbita al tiempo que tomaba unas
rocas del estanque dando esa señal de una limpieza inicial en pocos segundos. Sin
embargo, algo que no esperaba ocurrió: debajo de las rocas había ya unos
cuantos gusanos colorados. Hice un gesto de asco ya que Ari vivía cubierto con
esa agua.
-Si hubieses sido más
responsable, nosotros no estaríamos aquí. Tu osadía pronto te traicionará y las
consecuencias serán del tamaño de una plaga que invade a toda una nación -dijeron
aquellos gusanos.
Por un momento fue muy
preocupante darme cuenta de que, a causa de mis pocos cuidados higiénicos en el
hogar del buen Ari, éste había tenido que soportar no sé qué tiempo aquellos
vecinos molestos que podían ocasionarle alguna infección fatal, llevándolo
incluso a la muerte. Por otra parte, sentía un amor profundo y perpetuo por la
naturaleza, sin embargo, esto era absurdo: no dejaba de preferir el deshacerme
de los gusanos para que permaneciera en buen estado de salud mi tortuga.
Por algún motivo
extraño recordé algunas palabras que mi padre sentenciaba como columnas para la
resistencia de cualquier estructura: paciencia, tolerancia y responsabilidad,
mismas que en medida que la tierra se alejaba del nacimiento de Cristo yo enterraba
cómodamente con los escombros que resultaban de la degradación de mi primera
personalidad.
-Así lo has pensado, así
te has predestinado. Nuestros cuerpos no se extienden en el más allá de la
consecuencia que tú mismo has generado por no llevar a cabo en aire y forma tus
actos, por increíble que parezca.
-¡Cállense! -interrumpí
y con un vaso comencé a retirar el agua del estanque. La corriente que surgía
al sumergir ese plástico naranja arrastraba a quienes no lograban escapar de su
atracción siendo enviados directamente al drenaje del lavabo.
-¿Estás seguro que con lanzarnos
al cráter solucionas la irresponsabilidad que se luce en lo alto de tu frente?
-dijo una de ellas mientras cruzaba el estanque como símbolo de burla hacía las
palabras que había dicho -¿Con asesinarnos cambiarás todo?
-Ambos estamos a punto
de averiguarlo -respondí muy molesto sin detener el movimiento de mi muñeca
-Sólo resta avisarles que sin importar en que desemboqué todo este asunto será mejor
que ustedes tomen el papel de mártires que Ari o yo. Además, no habrá culpables
ni escena de crimen que investigar ¿Quién invadió a quién? ¿Ari o yo en algún
momento les dimos la bienvenida? Haya o no haya limpiado el hogar de Ari
ustedes deberían de respetar la propiedad de mi tortuga. Han invadido un lugar
cual no les corresponde -y jalé más agua con el vaso.
-Salvaste a una rata y
¿No nos puedes salvar a nosotros? Acaso no te das cuenta de que son
incongruentes tus ideas con tus acciones: salvar a un animal rabioso que trae
consigo aquello que tu especie ha denominado enfermedad de la ira que pudo desatar
el mazo de tu padre, pero no a unos indefensos gusanos de tu propio enojo. Eres
igual que todos lo humanos, hacen proyectos de cuidados al medio ambiente pero
los ríos tienen cada vez más residuos de artefactos que bien pueden
reutilizarse. Ustedes invaden y destruyen nuestros mundos ¿A dónde iremos el
día que ustedes lo abarquen todo? Nosotros no invadimos pues ¿Desde cuándo
debemos tener permiso para transitar libremente por lugares que por ley natural
no le pertenece a alguno, pero sí a todos? ¿Acaso hay que pagar para vivir?
Nosotros somos parte de ustedes y hasta que no lo acepten seguirán consumiendo
todo a su alrededor hasta que sea tarde.
Quedé en completamente
silencio. Aquellas sílabas tumbaban como clavos en la pared mental de
indiferencia. El martillo de la razón trataba de perforar aquellos ladrillos
que se habían tornado masas coaguladas de aburrimiento, mismos que fueron
colocados por un albañil con cabeza hueca, algo similar como los sermones de
cada domingo. Limité mi respuesta y las acciones confrontaron sus reclamos.
-No dices algo, ni el
más mínimo susurro mental Es de suponer entonces que te has dado cuenta de que tengo
razón ¿Verdad?
-No -contradije -¿Sabes
por qué? Porque la razón no existe en este mundo. Su alma pepena por las calles
vacías y los callejones sin salida. Nadie habla más ya de ella en estas fechas:
se ha convertido en un recuerdo, un retrato cubierto de polvo dentro de un baúl
cuya llave se ha perdido. Su retorno traería consigo la amenazante espada de la
verdad: un filo destructor para esta sociedad. Ahora tenemos que conformarnos
con una malsana intuición y tomamos decisiones con base a ella y con la
influencia de nuestros intereses, lejos del sentido común. Te repito: no tienes
la razón.
-El cielo nocturno es
siempre el mismo y sus páginas se abren para los lectores que han abandonado su
yo terrenal. Cuando eso sucede se inicia la expedición de la contemplación de
todo lo que nos rodea. Se avecina el principio de la de responsabilidad más ¿Estás
listo para domarla y portarla con el rigor de la disciplina que trae consigo?
El vientre materno te resguarda entre sus paredes por una temporada hasta que
la ilusión se fragmenta para dar paso un viaje donde lucharás incansablemente
con muy poca ayuda, incluso, de tus padres. El indicio del fracaso se hace
presente cuando te detienes a observar a tu alrededor y no has logrado reunirte
con lazo natural que te une a la especie divina.
Ignoré por completo sus
comentarios, principalmente porque no lograba entender a qué se referían. Por
el contrario, me concentré en terminar aquello que había iniciado. En algún
momento recuerdo haber leído que los gusanos respiraban por la piel y como mis
invasores crecían plácidamente rodeas de agua, procuré que cada porción de agua
que tomaba con el vaso cada gusano estuviera cubierto de la humedad necesaria,
al menos hasta verlos desaparecer por el orifico de mi lavadero, el cual, si
ellos estaban en lo cierto, llegarían a algún río, de aguas sucias
lamentablemente, pero al menos ahí podrían sobrevivir sin la necesidad que yo
sintiera asco. Al menos de esa manera procuraba mantener mi respeto a la
naturaleza, aunque al final del día, muchos o todos fallecieran durante el
traslado a las aguas del Atoyac, y con ello, posiblemente, recuperar mi sentido
de responsabilidad perdido hace no sé cuánto, tal vez en la universidad.
Aunque por otra parte el
egoísta gustaba de quedarse anclado: lo que es bueno o constructivo para mi no
lo es necesariamente para otros. Estaba en un dilema sin salida porque nunca
sabría entonces lo que es correcto para todos, después de todo la existencia
sólo nos permitía andar, ser dueño de algo era ya algo artificial, lejos del
entendimiento natural el cual nos había sido arrebatado durante nuestra
formación.
Aventura
5
El
viaje del chapulín
Es mejor haber amado y
perdido que nunca haber amado… pensaba un poco sobre aquella frase mientras mi cabeza
visitaba nuevamente los vestigios que sobresalían de mis años anteriores. ¿Cuál
es el motivo que se entierra en lo profundo de nuestro subsuelo y que extiende
su gruesa raíz absorbiendo los diferentes minerales sólo para propagar que el
amor de pareja es aquel que debe prevalecer sobre el amor a la familia, la
naturaleza, la existencia, la aceptación o el destino? Es momento que ese amor
que se cree perdido sirva de vitaminas para que esa raíz que se propaga en la
oscuridad deje de extenderse dentro de la primera capa del suelo y busque en
los más profundo del subsuelo donde seguramente hallará sensaciones que puedan
forjar unos brazos más fuertes.
De esta manera eso que se
cree perdido puedo abonar a su avance en el camino de los sentimientos y las
emociones. Hay que reconocer que nada se pierde: sólo se transforma, por tal
resultado es difícil ver el nuevo cuerpo del amor, sobre todo con estas
ventanas sucias por el polvo de la contaminación y ensimismadas por las
cortinas que nosotros mismos elegimos colocar ¿A qué se debe que la claridad de
la cual gozamos cuando vivimos entre los brazos que nos crían se vaya opacando?
Los recuerdos no tienen por qué ser dolorosos y el amor tampoco.
Regresando a lo que
muchos llaman realidad, pero yo no coincido con ellos, caminaba por las calles recién
pintadas de colores vistosos un miércoles por la mañana, algo que ya realizaba como
costumbre antes de comenzar a correr. Al lago ya le había dado tres vueltas a
pie por lo que no estaba cansado aún, sin embargo, mi cuerpo me exigía que permanecer
caminando en lugar de correr: tengo que escucharlo también pues es él quien me
da permiso llevar a cabo todas las demás actividades cotidianas. Eso es algo
que se nos olvida a diario: los poderosos podrán ocupar el lugar del capitán,
empero es el que está en el timón quien maneja el barco y los marineros los que
colocan el nombre de tripulación.
La malinche jugaba
conmigo ya que en ocasiones se postraba frente a mi pecho y en otras, tras de mi
espalda. A diferencia de otras mañanas, ahora ella se hallaba oculta entre una
gran mancha blanca ocasionando que ante mis retinas desaparecía, incluso, me
hizo pensar que no existía, que en su lugar se encontraba un panorama
semidesértico, con un futuro incierto por lo frágil que ha resultado ser
nuestro planeta. Al percatarme de los personajes que me rodeaban, de que la
malinche se encontraba frente a una mujer dormida y un guerrero eternamente
desconsolado a causa del amor: un ser perdido sin motivos de lucha, víctima del
tiempo y de la traición ocasionada tanto por el raciocinio de una mujer como de
él mismo, desperté una vez más para darme cuenta de que mis dioses me habían
traicionado.
Mi rumbo giraba sobre una
tierra desconocida que se sostenía sobre flotando sobre una fuerza no revelada.
Aquello no era lo preocupante, sino la sensación del descubrimiento que te deja
observarte frente a frente para darte cuenta de que mi espíritu vivía como una
mujer cautiva y petrificada, que estando lejos de resucitar estaría encadenada
a un ensueño que nunca se extinguiría. Para colmo, mi cuerpo de hombre se
volcaría por lo pesado que puede ser una joroba, la cual se plantaba sobre
nuestras espaldas mucho antes de nacer. La vista permanecería con la mirada
hacia donde las lombrices caminan condenados a congelarnos en esa postura sin
la opción de sollozar. Todo ese daño colateral tenía su fundamento en una parte
interna que vio su alborada en el principio de la traición y que en su momento
fue orientada por un intelecto malsano. Ese ciclo se repetiría una y otra vez
debajo de nuestras huellas hasta estos días.
Mientras dejaba de recordar
la leyenda de los volcanes y lo que ello implicaba, regresaban los tormentos de
las letras de aquel dicho sobre el amor. Hasta hace pocos años solía imaginar
que aquel sentimiento sólo existía en medida de la interacción que crecía entre
dos objetos: los amantes que se ocultaban en la media noche, bajo juntas de
trabajo o familiares enfermos, hasta lograrse consolidar y fundir en uno solo, lo
cual los llevaría a transformarse en amados. Ahora estaba en medio de la nada.
Incluso, aquella mañana
me pareció muy desagradable imaginar el dolor que se gesta a diario por la
falta de evolución en el pensamiento humano ¿Por qué es mejor haber amado?
Presiento que aquí se encuentra el nacimiento de nuestra desdicha y melancolía.
Nos entusiasmamos con el deleite que produce la emoción del amor sin ni
siquiera tener conciencia de él, porque el hecho de conocerlo no implica
sentirlo.
Si profundizamos en este
punto, aún no somos capaces de diferenciar ciertos sentimientos. Por ello nos
entregamos a una experimentación placentera y cariñosa que generalmente es pasajera
sin que realmente se acerque en lo más mínimo al aprecio. El amor, en primer
lugar, debe deslindarse de cualquier índole de necesidad, porque si es
necesidad es entonces vital para la existencia y varios niños crecen en el
completo abandono y no por ello se vuelven tiranos con el prójimo. No debe ser
egoístamente el complemento de alguien más. Si alguien desea amar ya debe estar
completo en sí mismo.
Es por ello por lo que el
haber amado y perdido que nunca haber amado es una gran mentira. Si se pierde
ese amor entonces nunca fue amor, a excepción de la muerte dada, porque esta es
otra forma de amar malinterpretada por siglos; fue una ilusión de lo que pudo
llegar a ser pero que nunca se concretó por falta de algo, de un vacío o de una
necesidad instantánea y como ya lo dije: necesidad no es amor.
-Disculpa que interrumpa
tus proposiciones sobre el amor. De quienes yo desciendo no se preguntan mucho
por ese tipo de banalidades. Estaría en la mejor disposición de conversar
contigo sobre ello para profundizar en el concepto, pero para ello tendría que
probarlo.
-¿Quién eres tú?
-¡Oh, disculpa por
haberte interrumpido así de sorpresa! Soy nombrado como el chapulín sin rostro
por los que me conocen y por la mayoría de mi especie.
-¿Y has venido aquí para
saber y probar sobre el amor?
-Me llamó la atención la
conversación que sostienes contigo así que guarde silencio para escuchar todas
tus frases. Tengo que reconocer que de todo lo que dijiste desconozco la
mayoría. En sí, el motivo por el cual vengo hasta ti es porque he venido a
traerte un mensaje y nada más. No tengo motivos más ni motivos menos ¿Es
molestia si me prestas atención unos cuantos aires?
-¿Aires? El aire no se
presta, lo respiras y listo.
-Fui advertido que
desconocerías el significado de esa melodía que ustedes han trasformado. Aun
así, quise comprobar por mis antenas que tan cierto o falso era ello. En fin,
no tengo mucho aire ¿Podrás atenderme ahora que ya se escapó la melodía del
amor?
-Atenderé tus peticiones
si atiendes una mía.
-¿Cuál?
-¿A qué te refieres con
que te queda muy poco aire?
-Aires son las ráfagas
que circulan mientras el sol esta sobre nosotros, y aun cuando este desaparece,
ellos, las ráfagas, continúan. Con los aires nosotros medimos lo que ustedes
han denominado tiempo. Es mejor medir la durabilidad por aires que por minutos
y horas, como lo hacen aquellas cosas que llaman relojes.
-Es más fácil. No me
imagino andando por las calles midiendo los aires para saber a hora del día.
-Los aires no miden la
durabilidad del día. Los aires miden la durabilidad de tu existencia. ¿Por qué
nos molestaríamos en medir algo tan simple que es cíclico y predecible cuando
es más relevante conocer el momento en que regresarás a la fuente de la luz y
del paladar dulce? Obedecer a la rutina puede traer la consecuencia de la
esclavitud. No es por menospreciar su trabajo, aunque te sugiero que observes a
tu alrededor.
-Bueno, está bien,
entiendo muy poco lo que dices, pero está bien. Dime ¿Qué es lo que deseas? ¿En
qué puedo ayudarte? ¿Dices que tienes un mensaje para mí? ¿De quién y para qué?
-Espera, espera, espera… un
momento por favor, son demasiadas preguntas. Los rumores en la cueva eran
ciertos: eres sumamente desconfiado y antes de cualquier paso realizas una
serie de enormes preguntas.
-Disculpa, no era esa mi
intención, lo que sucede es que…
-Si, relájate
-interrumpió -ya hemos revisado tu expediente y créeme que no me resultó muy
grato la parte de “los egresados y superiores”, pero nosotros hemos soportado
mucha tiranía por parte de ustedes. Por esta ocasión lo pasaré por alto.
Además, eso sucedió hace ya muchos aires que no me tocó respirar a mí. A ti,
por otra parte, te han cambiado.
-¿Los egresados y
superiores? No comprendo.
-Lo peor que le puede
ocurrir a un hombre no es bañarse en el lago de la desgracia porque aun en ardiente
dolor se es capaz de sentir y reflexionar, sino aquello que lo vuelve sumiso y
sin destino propio es olvidar la biblioteca de sus actos, lo que tú conoces
como historia ¿Sabes a lo que me refiero?
-Por supuesto, es algo
con lo que amanezco y anochezco: mi historia. Nadie puede dejarla arrumbada en
un par de fotografías o diarios. Somos el resultado de lo que una vez fuimos,
sin excepción ¿Porqué que es algo que he olvidado sí creo que es de vital
importancia?
-No recuerdas tu
historia. Recordarla va más allá que traer los buenos o malos momentos, o
escribir diarios y vanagloriarte por los logros obtenidos en el presente a
causa de las acciones pasadas. La verdadera historia, el sentido que le da
lugar en nuestro mundo es muy similar a nosotros los chapulines: está en todos
lados sin que sea reconocida por su verdadera identidad, da una cara, pero en
realidad tiene otra, por eso no tiene rostro; da brincos, saltos gigantes y
cantos a su propia voluntad cuando ya ha alcanzado una alta madurez, porque al
principio lo hace de manera artificial puesto que no existe de forma natural. Si
se le da un mensaje y un propósito, ella desaparece en medida que este es
entregado, cuando llega a su destino. Entonces fallece. No siempre renace ya
que la mayoría de los casos se desvanece más finamente que el mismo polvo. La
que sobrevive, serán los demás quienes decidan su destino.
-Entonces ¿Quién puede
entender la historia?
-Nadie. Nadie puede
entenderla si no la vive. Ella posee cuerpo por una razón, la cual es porque el
hombre está en busca del sentido, la mayor virtud concebida a través de la
búsqueda del conocimiento y la verdad absoluta. Eso se ha llevado a cabo mucho
antes de que tú y yo naciéramos, pero el aire no dura lo suficiente para que el
sentido alcance a todos. Lo peor radica en que es algo que no se hereda, se
tiene que adquirir a través de la experiencia. Hay algunos que nunca llegan a
encontrarlo. A otros les toca la fortuna de encontrarlo, lo perfeccionan y
entonces tratan de transmitirlo.
-Ya no entendí.
-Viento al viento. De
cualquier manera, estoy muy sorprendido. Hace algunos aires solías torturar a
los de nuestra especie mediante pruebas insignificantes para convertirlos en
seres superiores. Claro que hasta donde sabemos sólo reproducías lo que habían
hecho contigo. Según lo que revisaron en ti es que estuviste a punto de perder
tu sensibilidad. Sea o no sea así, mira, veme aquí contigo platicando: perecer
ser que has logrado asomarte a la naturaleza de la historia y estamos reflexionando
sobre ella por medio del sentido para crear una nueva -aseguró el chapulín.
Ya no sabía que pensar. En
cambio, esa conversación regresó ciertas vivencias que tuve de niño: él estaba
en lo correcto… era verdad: yo había atrapado algunos chapulines que crecían
cerca del terreno donde jugaba cuando tenía menos de 10 años. A ellos los había
encerrado cruelmente en una botella, de cierto modo, privándolos del oxígeno. A
los sobrevivientes, los había encrudecido por el sometimiento a la tierra
húmeda dentro de un bote. Quienes resistían fueron azotados en el concreto de
la calle más cercana.
Finalmente, si su cuerpo
aun se levantaba, eran agitados en un bote con agua. Los egresados eran
premiados con su libertad. El primer llanto comenzaba a notarse por debajo de
mis cejas húmedas. ¿Quién era yo para privarlos de su libertad y someterlos a
pruebas, que, según yo, eran los necesarios y adecuados para convertirlos en
seres superiores y poderosos? ¿Cómo puede concebir ese tipo de maldad a esa
edad? ¿Qué hubiese sucedido si continuará esa línea?
-Ya no tiene gran
importancia eso -dijo el chapulín- hasta nuestra pradera han llegado las nuevas
de tu parte: han salvado arañas, ratas, incluso mosquitos y cucarachas, siendo ellos
parte de nuestro arsenal de supervivencia. Muchos sugieren que tú eres el
medio.
-Pero… -y guardé
silencio, empezaba a acostumbrarme a la manera de cómo las visitas que recibía
podían indagar en mi mente, pero no yo en las de ellos.
-Así es, ello llegará en
su momento, bueno, sí es que logras desarrollar tu sentido.
-Esta bien ¿Cuál es el
mensaje que tiene para mí?
-A ti, humano, te ha sido
encomendada una tarea que debe ser distribuida entre los de tu especie. A lo
largo de los siguientes vientos recibirás más visitas y tal vez algunas
pruebas. Si lograr vencer la vida eterna que te espera en este mundo y en los
otros ya no habrá secretos ni otros rostros ocultos: la línea del límite dejará
de tener sus diagonales y podrás acceder al espacio.
-¿Qué tarea? ¿Yo? ¿Para
qué? ¿De qué?
-Viento al viento, viento
al viento. Es todo por ahora.
Y dio un brinco entre la
verde hierba y a la luz del día desapareció. Después un torrente ligero de
lluvia empezó a caer en el valle. La malinche, por su parte, dejo ver nuevamente
su capa al igual que los volcanes. Yo no dejé la amargura que me abatía por
recordar la crueldad con la que traté a aquellos insectos en aquel tiempo. El
lamento se dejó sentir y entonces comencé a llorar acompañado de las nubes del
cielo.
Aventura 6
El
gato que no podía huir
Los vientos siguen
llegando y continúan chocando en contra de muros, personas, arbustos y
animales. Ahora sólo quedan lagunas de algunos alimentos y sabores… como la de
aquel día que no sabía si era demasiado temprano para saborear una paleta de
hielo y demasiado tarde para tomar algo caliente o simplemente comer. Por ello me
limité a acercarme al refrigerador que se encontraba en la cocina.
Al abrir la puerta observé
unos algodones muy pequeños de color blanco y verde, aunque también había otros
un poco más grisáceos, los cuales se encontraban encima de algunos jitomates ya
pasados de maduros… increíble… pese a la temperatura fría es posible que
algunos microorganismos habiten en los alimentos. Afín de no desperdiciar,
supuse que comería algo que llevase esas verduras rojas en el platillo.
Imaginé un exquisito
arroz colorado con sus chicharros, zanahorias y un jalapeño bien picoso como el
que preparaba mi mamá, sin embargo, éste aún no me quedaba delicioso ya que, por
lo regular apagaba la lumbre antes de que estuviera bien cocido o me pasaba de
agua y entonces se batía. Mi lengua dibujó un aroma a sopa aunque tampoco me
convenció. La pasta era preferida ante el arroz, tanto que en el mes se repetía
casi a diario. Finalmente, opté por un platillo que por los colores imaginaba
que era muy mexicano: una salsa de pico de gallo. Ahora comprendo lo similar
del nombre con el buche, a los picoteos del animal para comer son los que se
dan a los ingredientes; que mejor acompañarla con un poco de atún.
Di el portazo al
refrigerador y asomé las mejillas a la despensa desacomodada que estaba encima para
ver si de casualidad quedaba un poco de atún. Dicho esfuerzo fue en vano:
algunos paquetes de gelatina, lentejas, maíz y café era lo único que me quedaba.
Aunque no quería salir al supermercado por una lata de atún si tuve que hacerlo
a la tienda de abarrotes más cercana.
La apatía para cancelar
la preparación de la ensalada comenzaba a derrumbarme. Unido a ello se postraba
el cansancio, la ojera y el aburrimiento. La dieta de esta era se basaba en
comida exprés, como sopas instantáneas, pizzas, hamburguesas, hot dogs, entre
otros muchos alimentos, que según los nutriólogos causaban el principio de
futuros malestares, siendo la obesidad o la diabetes en primer lugar.
La situación
alimentaria parecía complementarse perfectamente al nuevo orden laboral de este
siglo ¿Dos trabajos? ¿Trabajas y estudias? ¿No hay tiempo de preparar algo? Siempre
hay una solución: las empresas alimentarias tienen lo más delicioso para todos
los gustos en tan sólo unos minutos. El círculo de la pereza te abrazaba para
que hicieras el mínimo de esfuerzo en algo que, al parecer, cobraba poca
relevancia.
Las fondas y la comida
corrida de las pequeñas cocinas estaban en peligro de extinción. Los más
inteligentes estaban optando por colocar un carrito de tacos para abastecer el
poco tiempo para comer de las personas y a la vez permanecer en el mercado de
la compra y venta. El mundo tomaba un giro más veloz que el movimiento de
rotación para cumplir logros que perdían su durabilidad en cuestión de segundos
¿Qué sigue después? ¿La maestría? ¿El doctorado? ¿Un ascenso? ¿Un nuevo viaje?
¿Algún negocio que cerrar? ¿Emprender tu propia empresa? ¿Una nueva meta de
ventas? ¿Superar la del año pasado? ¿La del mes anterior? ¿Un cliente más?
El mundo parecía
hundirse en la devastación ¿Era lógico que se mantuvieran algunas virtudes y
valores que le habían dado esplendor a las civilizaciones antiguas? ¿Qué tiempo
duraría la nuestra? ¿Estaba al borde de la evolución o de su suicidio? La
situación social era hija de la situación individual debido a que todos
contribuíamos a forjar la misma soga que asfixiaba el cuello de los seres vivos
¿Acaso podía generarse una salvación de esta muerte crónico-degenerativa?
Y todo, como engranes
de fábricas, repetían el simple mecanismo: las parejas se esfumaban dejando
amarguras y heridas sobre los brazos que sanaban rápidamente con una píldora de
penicilina. Contados eran los casos donde los codos mantenían ese sabor agrío
durante semanas, meses, y al cabo de reunirse doce, el malestar cobraba años,
como lo era para la persona que se reflejaba en el espejo de mi baño.
Mi mejor amigo parecía
tener el síntoma pirotecnia: tras la pérdida de la pareja con la cual pasó su
adolescencia y juventud, optó por conciliar lo poco probable: iniciaría una
nueva etapa lejos de Puebla y cerca del bello puerto acapulqueño. El
desconsuelo circulaba por debajo de sus pestañas, los fantasmas le clavaban un
cuchillo por todos los órganos vitales y un desconcierto se generaba en el
interior de sus palabras. La bomba detonó dejando ciertas secuelas como en
Chernóbil, desviando su mente hacía un paisaje seco, sin rostro que
rejuvenecer. Por tal desastre, él había cambiado mucho su esencia desde que lo recuerdo
en aquella larga plática que tuvimos frente al hospital y cuya duración de la
misma no se comparaba con lo cortas que solían ser las charlas actuales.
Por aquellos días de
otoño, ambos éramos demasiado jóvenes para comprender la voracidad sobre la
cual caminábamos, lo cual resultaba alentador. Mirar a la realidad de frente,
observar la gran mandíbula con la triple fila de los colmillos que tiene y esas
tres filas de ojos que penetran los cráneos trae como resultado una histeria
continua, obligándonos a sobrevivir con pastillas de ilusión y sueños que sólo
traen una rota y pasajera alucinación. Esa verdad se asomaba lentamente aquel domingo
que fuimos bendecidos por el sol de medio día: no parábamos de sonreír y
platicar … tanto por conocer a un ser que se había dividido por el destino, como
para romper el muro del silencio y acercarnos al segundo o tercer contacto.
Según los proverbios, escritos
antes de la creación del cielo y de la tierra, hay múltiples contactos. Los
principios de energía y movimiento se rigen por la unión que existen con la
iluminación. Este es el contacto eterno: cuando todos formamos una sola
estrella. Lo que está cerca no permanece por siempre de esa manera, se tiene
que salir para regresar y viceversa, más es imposible regresar a la estrella de
donde venimos no sin antes traer algo dentro de nuestros destellos, por tal
motivo tenemos que interactuar con nosotros mismos, pero a través de otros
cuerpos. Eso, además de permitir un autoconocimiento traerá consigo un segundo
contacto: se abren entonces los ojos. De este surgirá el tercer contacto, aquel
que definirá el rumbo que deberá de forjarse con una nueva iluminación afín de
retornar a la estrella que nos da la fraternal bienvenida en forma de cometas.
Eso fue dictado por los
oradores, olvidado por los escribas y retomado por los profetas. Desde que se
inventó el libro la humanidad se ha postrado en la oscuridad de los mares
siendo pocos los que cargan con una conciencia que por mera responsabilidad nos
corresponde a todos. Vestigio, vestigios de sobrevivencia ahora contemplaba en
los bordes de todos los ojos. La bomba nuclear no sólo había causado secuelas
en Japón, sino en cada una de las mentes posteriores a esa época. Los herederos
continúan estallando en su interior y el motivo no es necesario mencionarlo.
Sin embargo, mi amigo
representaba la persistencia: era fuerte, audaz y un hombre honorable, según la
terminología del siglo XX. Su nueva pareja lo seguía opacando. En esta ocasión
no con infidelidades, gritos o humillaciones, sino con regalos excesivamente
caros, que la tarjeta de crédito solventaría, es decir, lejos de lo que él
podía pagar, las vagas promesas de una vida con alcurnia y la felicidad eterna
sustentada en el lujo y la ropa de marca. Con tales controversias, de mí se
alejaba aquella imagen que una vez estuvo y fue para dejar un cuerpo vacío y
sin sentido.
Unido a lo anterior, las
pretensiones por parte de mi padre crecían más y más, el volcán pronto
eructaría piedras ardientes y cenizas, vomito de grandes masas de lava y
sombrillas de ceniza amenazando la existencia de las especies más vulnerables.
La alerta se colocaba en lo alto del cielo, en medio de sus oraciones y en el
centro de mi corazón. Nuevamente, era tiempo de alejarme o relajarme. Un viaje
a solas idealicé, pero por el momento no podía cubrirlo. Un fin de semana sólo
para una mente que estaba más que perdida como maldición de un niño con muchos
tíos, tías, primos, primas, abuelos, sobrinos, hermanos… pero carente de padre
y madre.
Todo a su tiempo, todo
a su tiempo, y todo a su tiempo. Las manecillas no saldrían de su aburrida
monotonía, en cambio, yo sí. El agua que alimentaba la sed creciente de un
camino desierto, como consuelo, era la charla que había sostenido con aquel
imprudente chapulín, así como con la sabiduría que éste me había sofocado a tal
grado de alzar los dedos hacía la meditación… viento al viento.
Salí de casa con
dirección a la tienda. Por suerte a unas cuantas cuadras se ubicaba. La
conversación con quien atendía fue tan larga como lo que destino a contar mis
penas. Compré el atún más económico y trataba de hacer a un lado la situación
precaria que me envolvía: exceso de graduados sin empleo, carreras con un
futuro poco prometedor y las ruinas al borde de la expansión. Hace mucho que la
armonía no transitaba por estas calles. Las necesidades básicas continuaban
fundiéndose con las primordiales dificultando y nublando el propósito de la
existencia.
Desconecté a mi cerebro
y subí las escaleras que me llevaban hacía la morada del amor. Prendí la radio
y el éxito de la semana sonó por toda la habitación. Dirigí mi cuerpo a la
cocina cuando la silueta de un gato sobre la estufa me detuvo. No dirigí
movimientos a mis músculos, permanecí de pie observando el vacío de su rostro.
Pensé en espantarlo para que saliera huyendo cuando éste murmuró:
-¿Trajiste el atún?
-preguntó.
-Claro, pero no es para
ti -contesté.
-Por ahora -dijo el
felino.
-¿A qué te refieres con
ello? ¿Eres capaz de rasguñarme para conseguirlo?
-No es necesario. Estoy
seguro que compartirás un poco conmigo, bueno, al menos eso se rumora entre los
animales que habitan por estos rumbos. Además, no has tratado de lastimarme pese
a que continúo frente a ti en medio de los calentadores de tu estufa.
-Es cierto. Para serte
sincero creo que solo eres un visitante con bigotes con algunos días sin probar
algún tipo de bocado que te quite tu necesidad de comer. Si, lo acepto, es
demasiado molesto aquí aunque esto es algo tolerable.
-Lo sabía -dijo el gato
y dio un salto que lo acercó prácticamente a mis pies. Formó un par de círculos
a mi alrededor y después de unos breves minutos mostró un rostro agresivo: dejo
a la vista sus pequeños colmillos blancos y bien lustrosos mientras su cuerpo
largo tomaba una joroba como la que tienen los camellos. Me estremecí por aquel
cambio brusco de estado de aquel animal, sin embargo, con una patada bastaría
para calmarlo.
-Tú eres el nuevo aquí…
igual que todos los demás, sólo que los anteriores a ti mostraron más seguridad
a lo desconocido de lo conocido, dominaban sus miedos y su ingenio era
absolutamente único. Seguramente el orden se ha vuelto más accesible o por el
contrario los de tu especie han sido gobernados por la decadencia.
-Tus palabras son
demasiado agresivas como para evitar que yo no modere mi carácter. Recuerda que
estas en dominios donde mi ley se ejerce con severidad y capricho.
-No es necesario que
muestres sentimientos ajenos a los de tu conciencia. No vengo por atún como lo
dije anteriormente. Pasaba por esta zona del valle cuando a mis orejas llegaron
cuchicheos de que el consejo había determinado al nuevo guía. Estando tan cerca
no podía perder la oportunidad de conocerlo. Además, tú sabes muy bien que los
vientos son muy cortos en este lado del muro. A ninguno que yo recuerde, por
ahora, ha gozado de dicho privilegio… o disgusto. Como sea: tus dominios no
parecen encontrarse en su mejor condición.
Con recelo, miré
alrededor de las paredes que conformaban mi pequeño espacio y ciertamente aquel
siamés sabía de lo que hablaba: trastes sucios de dos semanas inundaban el
lavabo desde el fondo hasta la llave de bronce. A ello se unían el exceso de
grasa pegada sobre el color negro de los calentadores de la estufa, mientras
que los restos de alimentos se reían de en la superficie de la mesa y los gusanos
construían su nicho en el interior del bote de basura.
No sentí algún tipo de
vergüenza porque era mi espacio, mi lugar de estar. Un cierto grado de molestia
punzaba como martillo en mi mente. Caminé unos cuantos pasos y de golpe llegó a
mí la casa de mi padre: un lugar polvoso y sucio a causa de su descuido y el
trabajo, en lo odioso que era limpiar en esos momentos más no porque fuese un
hombre desalineado, sino por la ira que deambulaba en mi habitación y mis cosas
personales para mantener la desobediencia de alguien que me fomentaba la
limpieza como hábito pero era incapaz de limpiar su carácter, pulir su
conciencia y purificar tanto sus ideas como su tolerancia.
-Alguien ya te aconsejó
que debes limpiar tus ideas ¿O dime si estoy equivoco? Yo te voy a aclarar, al
contrario de ellos, que alimentes tu odio con más odio hasta que seas incapaz
de contenerlo.
-¿Deseas que sea un
amargado?
-No. Deseo que odies
tanto como puedas porque gracias a él existe el amor. Odiar es vital para
derramar lágrimas, emociones, sentimientos y volver a nacer. Sin él solo
seríamos meras maquinas de felicidad maquillada y mentes inertes sin la
posibilidad de renovarse. Por ello Adán y Eva abandonaron el paraíso: porque
deseaban intensamente sentirse libres, seres vivos, probar el odio que se
encuentra en medio del amor; la perfección los ataba al suelo de largas brazas
calientes con grandes y pesadas cadenas.
-El odio genera
destrucción. Yo lo veo a diario, genera más odio y ambición. Corrompe, engaña,
altera, domina y confunde ¡Mira como estamos! Lo has dicho ¡La decadencia come
con nosotros!
-Precisamente -dijo el
gato- confunde. Te han inculcado que la confusión es signo de malestar mental y
que conlleva a la inseguridad, pero es una gran mentira. La inseguridad abre
las brechas escondidas del único camino que transita la mayoría. Si la sabes
aprovechar, la inseguridad te lleva a la exploración, a la duda, a la corona
que refleja sobre el suelo húmedo y fértil la figura de la curiosidad. Un ser
confundido llegó a ese nivel porque tiene mucho dentro de si y recuerda que es
necesario saber para decidir.
-Hace unos momentos me
juzgabas porque mostraba inseguridad, miedo y poco ingenio.
-¿Y? ¿Qué te importa lo
que yo diga y piense? ¿Quién soy yo para que mis palabras sean ley sobre tus
dominios? La confusión es la llave, es el camino, es el suelo de las mariposas
y del espíritu que rodea su metamorfosis y es parte de la búsqueda eterna de tu
especie en el paradigma que encierra la verdad. Tú estás cerca de ella. El
paradigma se abre ante ti como el mundo abrió sus puestas a Adán y Eva. Muchos
nacerán, crecerán y regresarán de donde vinieron así, como materia: vacíos. En
ti tal vez sea lo contrario pera eso es algo que se haya lejos de mi en
entendimiento. Son ese tipo de presentimientos que no existen a menos que tú
los traigas al mundo tangible y los alimentes con la potencia de tus actos y
perduren más allá de los eones…
Justo cuando pronunció
la última palabra, dejé el atún sobre el refrigerador gris. Se escuchó caer un
chorrito de agua dentro de un vaso con jabón líquido del cual inmediatamente
creció blanca espuma hasta derramarse por los bordes del vaso. Lavé un
trastecillo verde con esmero de tal manera que mi rostro se reflejaba en la
diminuta capa de agua que bañaba aquel utensilio que pertenecía a mi madre.
Dentro coloqué un poco de atún para aquel gato que había venido, con la
esperanza de que él regresaría a probar, por lo menos, un pequeño bocado.
Aventura
7
La
primera hoja se marchita
Decenas de veces mis
oídos han escuchado la misma historia en las películas del cine: todos tus
recuerdos, absolutamente todos, desde el más diminuto hasta el más desagradable
se presentan ante tu memoria como campanas de navidad para recorrer tu cuerpo
en forma de pensamientos y finalmente escaparse en el límite de tus venas para
dar paso a tu fin… la muerte… pero son mentiras del filme.
Después de lo
acontecido hace algunos días en las playas de Acapulco, ahora pienso que lo
anterior fue la experiencia de alguien que se propagó como plaga para evitar un
ocaso amargo y terrible, pues cuando el episodio final es inevitable es mejor
creer que lo que viene es algo maravilloso, incluso mejor que toda la vida
terrenal. Claro, es una magnifica idea que nos han vendido para evitar una evolución
religiosa.
Pero ese no es el
motivo por el cual reflexiono, en estos momentos, sobre los últimos respiros
que da un ser cualquiera, sino por mi propia experiencia en el interior de los
mares, ya que ahora comprendo que fue una prueba para descubrir que tan
separado de vida me encontraba, al menos eso me explicó aquella noche un ser
que siempre creí inferior: la cucaracha.
Donde ahora me
encuentro no importa mucho: estoy entre la inmensidad donde inicia la claridad
del día y donde termina la oscuridad de la noche. Es una línea delgada
invisible para los ojos, pero íntimamente cercana a los parpados que permanecen
cerrados con un respiro sereno. Todavía puedo describir como fue aquel largo
atardecer y la noche con horas que parecían milenios.
Un par de amigos
decidieron visitarme unas semanas antes de las fiestas patrias, en septiembre.
La plática fue tan amena que se prolongó más de cinco horas; la cena no fue con
plato fuerte: sólo una merienda con pan, leche y café. El reloj marcaba ya
cerca de las once de la noche, por tanto, era difícil que ellos se retiraran. Nunca
tuve la intención de prestar mi colchón para que ellos pasaran la noche conmigo,
en cambio, tuve que hacerlo como gesto de cortesía, algo que no se me da mucho
debido al egoísmo que rondaba muy cerca, sin embargo, sólo serían por un par de
horas insignificantes.
Las cobijas limpias de
repuesto guardadas en los cajones para las visitas abrigarían mi piel en
aquella madrugada. En tan sólo unos minutos, las ropas de anfitrión las tuve
que cambiar por las de huésped, para poder vestirme con ellas. Ellos ocuparían
las que usualmente yo solía vestir. Mi habitación fue el pequeño sofá de la sala
y por el tamaño no tenían mucho problema con ello.
Antes de que las manecillas
del reloj marcaran las dos de la madrugada, el sueño me continuaba meciendo
dentro de su cálida cuna. Si mi mente dibujaba imágenes, es posible que no
fueran de gran relevancia puesto que fueron interrumpidas por una pequeña
comezón. Lo curioso, hasta ese momento, era que la comezón que había iniciado
en uno de los tobillos de mis pies lentamente se acercaba a la rodilla,
transitando por mi pierna delgada y cubierta por el sarape rojo.
Al instante el susto se
apoderó de mi tranquilidad. Sin embargo, di un profundo respiro y esa energía obtenida
se esparció a lo largo de mis venas, lo que ayudó a calmar mi estado de ánimo,
obligándome a recorrer con mis manos la búsqueda de semejante molestia. Lo que
encontré justo sobre mis rodillas liberó un tormentoso grito que estalló sólo dentro
de mis paredes neuronales: una cucaracha grande, enorme, con alas, de un color
café y unas patas asquerosamente desagradables. No sé qué me horrorizaba más,
si el hecho de observar su horroroso aspecto o el hecho de imaginarla con sus
patas recomiendo mi cuerpo.
Tras continuar respirando
profundamente, no dude en quitarla velozmente de mi rodilla y después de
pensarlo dos veces, la aplaste con el peso de la cobija roja. La intención era
acorralarla más no matarla, aunque en el fondo no sólo me causaba repulsión por
su grotesco aspecto, sino también un poco de miedo. Por tal motivo, las
cucarachas pertenecían a la lista de insectos que más me causaba repulsión.
No siempre fue de esa
manera, es sólo que no recuerdo el momento exacto en el cual comenzó la
clasificación los animales entre los que me resultaban más simpáticos y los que
no tanto. Supongo que fue mientras crecía cuando sucedió eso. Entre los
miembros de mi familia se decía que las cucarachas portaban enfermedades y
además deambulaban en los alimentos.
Eso no me parecía un
mayor problema, al contrario, si gustarles nuestros alimentos era cierto podría
ser algo maravilloso, pues dejaba claro que tenían gustos similares a los de
los nosotros, es decir, no estábamos tan alejados unos de los otros, incluso,
porque negarse a cerrar la puerta que podía juntarnos para ser buenos amigos, sin
menospreciar la importancia del perro.
El problema radicaba en
que, si uno las trataba y cuidaba, las cucarachas pronto se convertirían en
plaga difícil de controlar, aunque también eso tenían en común con la especie humana,
pues me recordaba a nuestros antepasados invadiendo tierras ajenas, cometiendo
abusos sobre los conquistados, llevando muerte y destrucción, dolor y soledad,
entre muchas otras virtudes bajas, al menos retomando todo lo que dicen los
historiadores.
Sin embargo, había un
premio especial que las cucarachas poseían y que seguramente los humanos
envidiaban: ellas se aferraban a la vida de tal manera que era difícil eliminarlas
una vez que se extendían. Tal vez ese era el verdadero motivo de desprecio del
hombre hacía esos insectos. Como siempre, la corrosión en la supervivencia del
hombre daba un paso adelante; y ese desprecio es el que yo había heredado.
-Es tu culpa -dijo la
cucaracha- el que yo sea despreciable. No puedes llamarte autónomo ni tampoco
independiente si aún conservas las ideas de los ancestros de tu especie que te
anclan en lo profundo de los mares. Nosotras existiremos por siempre. Deja la
idea de la aniquilación como lo han venido haciendo tus hermanos. La
destrucción se puede opacar si se concentran en aprender el secreto de la
resistencia. Ustedes son más frágiles que una hoja seca de otoño, más no lo
quieren admitir. Se disfrazan con el poder y la humillación sobre otros, lamentablemente
la guerra se acerca y es inevitable que suceda.
-Ya he escuchado mucho
sobre la guerra que se avecina. Supongo que es una batalla entre ustedes y la
naturaleza donde el hombre no tiene el papel del protagonismo ¿Cierto?
-¿Cierto? Por vientos
se ha buscado y evitado, por El Orden, el enfrentamiento final y en la mayoría
de las ocasiones se ha logrado la preservación de la existencia. Tu puedes
volar sobre el valle para ver cómo se conforma de múltiples razas, tanto de
animales como de plantas y así la admiración inundará tus sentidos por la
maravilla de la cooperación; para cuando caminas en medio del valle serás
consiente de que el abismo se impone, la ira crece como verdadera plaga y te
das cuenta de la realidad de las cosas. Especies y especies luchan
incontablemente por dominar a las más débiles con una tregua que jamás se
presentará.
-Esa es la ley de la
vida.
-Esa es la ley a la
cual sirven aquellos que ignoran el sentido de la armonía.
-Si hay naciones que
pelean entre si no hay armonía. Si dicha guerra se acerca y las batallas se
iniciaron desde antes de nuestra existencia, simplemente no es nuestro asunto.
-Ni tu ni yo tenemos elección. Nuestra
capacidad todavía es demasiado débil para discernir entre la vida y la muerte.
Sólo se nos permite existir, no elegir. Aquellos aventurados que lo hacen son
consumidos por la confusión de la marea. Hay excepciones: presidentes pobres,
reformistas y pacificadores, y no olvidemos a los elegidos. Tú estás entre
ellos, así que El Orden te protege, no tienes nada que temer.
-Ya he escuchado esos
cuentos. Un gato me puso al tanto de la situación hace apenas unos días. Sin
embargo, a medida que esto avanza presiento que continúo ignorando la verdad
¿Cuál es mi papel en esta guerra?
-Es porque todo llega
cuando estás preparado para que llegue. No llegará algo que no deba que llegar.
De suceder lo contrario la destrucción puede envolverte en llamas.
-Mi curiosidad me
obliga a deambular entre las posibles respuestas.
-Ah… si la curiosidad
te invade y descubres las cosas antes del viento y no eres destruido ocurre
algo fantástico llamado sensación. Tú ya has probado mucho de ella, si eso no
fuese cierto, las arañas que rondan en las esquinas de tu casa ya se hubieran
esfumado.
-¿Arañas? Están ahí
porque no las he querido matar.
-Están ahí porque
cuidan tu morada del peligro que puede acecharte al igual que las moscas que
rondan por tu habitación. La tortuga que cuidas en el estanque también te fue
asignada, es un regalo especial del Orden que otorga a los elegidos. Por
cierto, te pido una disculpa por merodear en tus alimentos, pero se me ha
encargado cuidar que ningún tipo de veneno inunde tu boca. Ya imaginarás por
qué.
Sonreí unos segundos
mientras pensaba en las palabras de la cucaracha. La tortuga levantó mi ego y
me sentí como las princesas de cuentos de hadas y magia, pues ellas se rodean
de animales que les sirven de personal de limpieza, sastres, cupidos,
mensajeros y todo tipo de oficios extraños. Ya sólo me faltaba comenzar a
cantar hasta que alguien tocara en mi puerta diciendo que es mi príncipe azul.
-Oye, pero…
-¿Por qué estuviste a
punto de morir ahogado en el revolcadero? -leyó mi mente la cucaracha.
-Exacto -contesté.
-El Orden necesita de
hombres valientes. ¿Has escuchado la frase de que un hombre que nada tiene que
perder es más peligroso?
-En algunas ocasiones.
-Pues El Orden te
colocó en medio de una prueba. La dominación del miedo a la muerte es la más
grande de las virtudes que muy contados alcanzan. Tú lo lograste: estabas
frente a tu familia pero lejos de la respiración: el momento más fuerte de la
conexión entre la vida y la muerte. A ti te invade la serenidad, la aceptación y
no el temor. Demostraste la prudencia en momentos difíciles: eres hombre de
honor.
-¿Y si no hubiese
pasado la prueba?
-Un tiburón rondaba
cerca para evitar el suplicio.
La traición se forjó como
un pésame durante aquellas palabras que zumbaban como avistas enfurecidas por
todo mi cráneo ¿Cómo era posible que si El Orden necesitara de mí había enviado
un tiburón sobre mis piernas para no dejar rastro alguno si yo perecía en la
prueba? Después de enterarme de aquello por parte de la cucaracha, la tomé con
un papel e inmediatamente me dirigí al inodoro.
-Quiero una vida
tranquila. Sin pruebas de ningún tipo, enamorarme y morir como la gente normal
-dije.
-Ya es tarde -respondió
la cucaracha -el ritual ha cumplido su cometido. No hay vuelta atrás. Pronto recibirás
el mensaje que contiene los propósitos que deberás realizar.
-¿Y si me rehusó?
-Te lo dije antes y te
lo repetiré una vez más: no puedes elegir.
Guarde silencio
acompañando a la madrugada. Incliné la hoja y aquel diminuto animal cayó en
medio del agua del inodoro, jalé la cadena lentamente para observar cómo el
remolino se llevaba su cuerpo al interior del drenaje. Las palabras lastiman y
lastiman mucho. El mensaje recibido por aquel animal hizo sentir que mis
órganos eran los suyos, mis pies sus patas y mi espalda sus alas: era una
cucaracha en medio de aguas que eran controladas por alguien desconocido para
mí: El Orden, y con ello caía, como maldición, el destino que habían elegido
para mí, ligados a sus intereses que permanecían ocultos por muy debajo de los
míos.
Tal vez aquel tiburón
debió terminar conmigo aquella tarde cuando el agua salada buscaba llenar la
profundidad de mi garganta y el par de pulmones… ser consumido por el miedo y
el líquido hubiera sido el final feliz de este cuento mágico… pensé mientras regresaba
al sillón para cubrir nuevamente mi cuerpo con aquella cobija roja y permanecer
rodeado de una habitación oscura con arañas en las esquinas.
Aventura
8
La
presencia del rey
-La naturaleza del
hombre es el pensamiento, no hay duda en ello. Para encontrar el origen y la
armonía como los demás seres que habitan este planeta se tiene que indagar en
nuestro entorno. Desafortunadamente, esa esencia que les ha sido otorgada fue utilizada
de tal manera que sólo se ha conseguido generar más destrucción de la habitual
en este plano delicado -respondió la mariposa cuando yo le pregunté cual era
nuestra misión como especie humana -Pero eso sólo es un principio. La vida ha evolucionado
en variadas formas biológicas que es por ello que es indispensable la presencia
de El Orden inmediatamente. Yo sólo soy La Monarca del Florecimiento de las
criaturas.
-Entonces, dime ¿Qué
hace falta? -vacilé.
-El último pétalo de la
rosa carera y la pregunta no es qué, sino quién. Difícilmente se solucionará el
conflicto si se carece de alguien que lo ejecute. No hay manuscrito sin
escribano que maneje la pluma para su escritura. Es cierto que el pensador se
acerca a la idea creada por la naturaleza porque la idea no nace en la frente
del pensador, sin embargo es vitalicio una interpretación exacta del mensaje.
Para nosotros es sumamente restringida la lectura de los símbolos plasmados
sobre la piel de los cuerpos y es de gran exclusiva la comprensión de los
mismos. Hemos luchado porque no sea de esa manera, lamentablemente ese ideal se
esfuma cuando el descubrimiento trae catástrofes artificiales. Por ello, el
libro de la sabiduría cierra sus hojas para abrirse una vez cada eternidad. A
si ha sido desde el primer movimiento microscópico.
-Si antes del
formulario ya estipulado primero urge un falso formulista engañado por la madre
tierra para dar a conocer tan sólo un párrafo de su libro ¿Dónde está la
libertad de ideas?
-Esa llega a través de
la invención. Es auténtica en su cuerpo como todos los caminantes de esta
corteza, pero proviene de la cuna sobre la cual ya algo fue mecido
anteriormente. Por otra parte, el trabajo del inventor es ese: balancearse
entre ambos precipicios y si sobrevive ante una verdad angustiosa, traerá
consigo una nueva verdad más certera.
-Ante tal prueba,
seguramente el escribano tiene características imposibles de cubrir por algún
humano.
-Para un cuerpo…si…
Para varios no tanto.
-¿Quién falta entonces?
-Faltan los espíritus
ancestrales que merodean en la penumbra de los parpados. Muchos los conocen por
sus nombres vulgares. Los auténticos es revelan con cada respiro que dan las
especies
-¿A quienes te
refieres? ¿Fantasmas?
-El segundo es La
Monarca de la Unión y el tercero es La monarca de la Desaparición. Los tres
conformamos El Orden. Nuestras palabras se han pronunciado a través de otros:
los mensajeros que tú has estado recibiendo día a día.
-Claro, los mensajes…
aún los recuerdo -la vista rodó al suelo –¿Por qué soy yo aquel que ha tenido
que conocerlos? - trate de no mirar fijamente a la mariposa sin éxito alguno.
-Por tu potestad sobre la
conmoción. No la elevas a un plano extremo, sino que la procuras con mesura y
empatía. Mantenerla en ese estado te permitirá mantenerte estático en un mundo
agitado. Además, lograste agudizar los sentidos que te fueron otorgados. Tu
conciencia ha rebasado a las arrugas antes del viento marcado.
-Aún tengo muchas
lagunas en mi mente y mientras converso contigo se convierten en océanos que
pronto cubrirán las bahías neuronales con respuestas que permanecen entre mis
dientes cerca de la lengua, sin embargo, lejos de mi estómago.
-No tuviste calzado
desde temprana edad. La planta de tus pies tuvo que sentir frío, calor, humedad,
resequedad, lo rasposo de la tierra, lo punzante de los minerales, lo resbaloso
de la grasa. Todo se calmó hasta viento después. Las oportunidades son para
quienes carecen, porque para quienes duermen en abundancia ¿Qué sentido tendrá
disfrutar de un vino que ya su paladar no distingue? Aquel que camina,
contempla. En cambio, aquel que corre, observa. La sabiduría es un tesoro
inevitable, pero si lo elevas a sus grados superiores puedes encontrar la
perdición.
-No recuerdo que eso me
hayan enseñado en algún momento de mi formación. La sabiduría no corrompe, sino
el ego, la vanidad y el uso que le damos a los conocimientos. Un sabio puede
ser prudente y no un tirano.
-Pero un tirano si
puede llegar a ser sabio. Incluso tomar decisiones entre como utilizar la
sabiduría conlleva necesariamente una habilidad del pensamiento en el cual
emplearás toda la razón conveniente, por ello necesitarás la máxima sabiduría
equilibrada.
-Dicen entonces que ¿No
debemos de pensar para librarnos del mal de la sabiduría para elegir?
-Sólo digo que debes
despojarte de esta vida de trampas para alcanzar el máximo nivel que te prepare
para tu siguiente etapa.
-A eso me refiero. No
acabo de entender una cosa y tú me dices otras para generar más dudas dentro de
mí.
-Por ahora te digo que
la reunión será pronto cuando el viento marque la temporada de la unión, el
florecimiento y la desaparición. Entonces estaremos las tres presentes, ante
tus manos y la encomienda dará inicio para ti…
Tras haber pronunciado
aquellas palabras, la mariposa salió volando desde la ventana con dirección a las
nubes que tenían forma de flor con un color gris. No tardó mucho en perderse de
mi vista debido a su tamaño diminuto, por la distancia y por aquellas extrañas
nubes en el cielo. Inmediatamente pensé que ya estaba listo para enfrentar
aquello que estaba por venir, y si fuese un autoengaño, de cualquier manera se
tendría que lidiar, eso era lo inevitable.
Por otra parte, me
sentí especial por primera vez en toda mi vida. Desde niño recordaba lo mucho
que imploraba ser igual que cualquier infante de mi edad, pertenecer a una
familia que muchos denominan de tradicional, casarme, tener hijos, dejar
herencia, tener un buen trabajo sin asistir los domingos, jugar con los nietos
y sonreír con sus visitas los fines de semana; lastimas que eso no funcionó… pero
ahora la fortuna me daba la grata sorpresa de que aquello que muchos creyeron
defectos de mi personalidad en realidad eran dos diamantes con gran brillo de proezas
y virtudes.
Como lo había dicho
antes, nuevas dudas inundaban mi mente ¿Quiénes eran esos seres? ¿Qué querían
de mí? ¿Cómo podía ayudarlos? ¿Qué sucedería después?... Traté de olvidarlo
todo por unos instantes para regresar a la vida mortal. Preparar un poco de
comida porque mi estómago me recordó que necesito alimentos. Reí un poco y
caminé rumbo a mi pequeña pero encantadora cocina.
Como era tiempo de
festejar, busque los ingredientes para preparar un poco de arroz. Agregué
jitomates eligiendo, a diferencia de otras ocasiones, los más rojos que
encontré. Esta debía ser una comida especial. La cebolla estaba con un poco de
lama, la cual eliminé con un cuchillo y agregué, según los consejos de mi
abuela, dientes de ajo. El toque especial fueron los chiles huachinangos. Al
cabo de treinta minutos el delicioso aroma que emana de los granos de arroz
recién hervidos por el agua bañada en ricos nutrientes del jitomate inundaba a la
cocina, la sala y el comedor. Basta con decir que con tres platos bien soperos
casi termino con todo el guiso.
Un sueño acaparó mi
entorno y aunque en aquellos días solían ya ser fríos por el acercamiento del
invierno, la tarde pintaba un cálido rosa alrededor de la nieve del volcán. Un
tarro tibio de café con canela me acompañó hasta la alcoba y ahí me envolví
entre las más suaves cobijas que guardaba en mis cajones. Los rayos del sol
atravesaban mi cortina más blanca que amarilla por el desgaste que ocasiona a
diario el astro de la luz.
Todo se ubicaba donde
debía de estar. Por muy egoísta que suene, parecía que sólo existía yo y nada
más… el universo estaba extinto al igual que dios, la propia nada, no tenía cuerpo
ni carne, sólo el diminuto latido de la mente que generaba imágenes amorfas era
la que permanecía latente. No fue extraño, todo lo contrario: fascinante pues las
preocupaciones tampoco estaban presentes… sólo un rastro seco con aroma a dulce
serenidad.
Finalmente la neblina
bañó el éxtasis de mis neuronas y sucumbía el placer de los recuerdos que
merodeaban mi ser en forma de sueños y realidades que iban y venían, así en un
vaivén ilimitado, lejos de este mundo. Dude en analizar mi vida con sus
desgracias irreparables, los momentos de angustia transitados inimaginables, la
soledad, el dolor, la tristeza; así como el hielo en la punta de los de dos de
mis pies, el cual crecía y recorría todo mi esqueleto.
Mi aparato locomotor
hervía como lava y mis nervios estallaban en forma de caldera, de ira y de
incertidumbre. Todo aquel mundo se deformaba conmigo y para mi sorpresa se reformaba
al mismo tiempo pues las células caminaban y desfilaban para reintegrarse. Cada
una tomaba el lugar correspondiente para realizar su función debida. Fue
entonces cuando la temperatura dejo el abrigo del calor y la desnudez del frío.
La responsable de mantener la calidez de todos mis muslos comenzaba a revitalizar
un nombre cuya silueta desconocía mientras tocaba aquel escrito que desaparecía
con cada oración leída.
Desperté a tiempo para
observar al amo del cielo despedirse y prepararse para viajar al otro lado del
mundo. No leí su mensaje en la luz que expedía ya que estaba seguro de que
pronto sus hombros regresarían trayendo las calles de mi memoria. Sé que
también traería consigo la palabra que ahora parece olvidada y que en realidad
solo se haya polvosa y descuidada, esperando ser ansiosamente limpiada por los
dedos de cristal. Mientras tanto, se alejaba en medio de las montañas que siempre
ha gobernado y vigilado bajo este esplendoroso valle: territorio radiante
otorgado solamente para mí.
Aventura
9
Bajo
el color de los límites
Mi piel puede describir de
mejor manera al frío por el color que la rodea y por el alma que la conforma
que la propia mente con todas las palabras habidas y por haber porque ¿Quién
sabe más sobre dicho ser que aquel órgano que reconoce todos sus estados de
humor tan enigmáticos? Porque quien trata de describirla con ideas corre el
riesgo de engañar al mundo entero, y peor aún, a sí mismo.
Ahora comprendo que tampoco
puedo describir al viento, y menos ahora que La Orden lo ha convertido en el
tiempo. Es suave, de eso si tengo la certeza, y su perfume es el conjunto de
cristal líquido que entibia los juegos de los niños que gritan, lloran, ríen y
se corretean en el parque que se sitúa frente al balcón sobre el cual escribo
mis últimas ahogadas notas que algún día serán reescritas por alguien más.
Pasaron algunas semanas
desde que La Monarca del Florecimiento visitó mi casa para resolver algunas
dudas y a generar otras. Los encuentros con los insectos que hablaban sobre
guerras habían cesado posterior a esa audiencia. Es extraño, pues desde aquel
día los fríos fueron más crudos y más largos acompañados de fuertes vientos que
chocaban duramente con los cristales de las ventanas. Por lo menos mi cabello
lo disfrutaba a tal grado de alborotarse al verlo.
Las distracciones que
ocasionaban los placeres humanos, tales como las canciones trasmitidas por la
radio o por el reproductor de discos no sólo invade el espacio personal del ser
humano, sino también el tono de voz del interprete, sobre todo cuando mantiene
un ritmo tan suave como el chiflido de los gorriones. Al mismo tiempo invaden
las emociones que surgen de las ideas provocadas por la magia de las palabras que
ellos mismo cantan en armonía con los instrumentos musicales que conforman la
melodía.
Además de algunos
recuerdos, las visitas a mis abuelos han tomado una mayor importancia. Aún creo
que eso es extraño, supongo que la soledad al fin después de ser mi capa y
espada se han oxidado y me han oxidado junto con mi armadura. Ahora camino
observando los destellos que ocasiona el sol al reflejo del lago sobre una base
que parece piso, más no tiene tierra ni pasto. Pero eso no me basta: ahora he
aprendido a recibir su mensaje, ahora puedo tocarlo a él y mismísimo viento.
Sus mensajes envueltos
tenazmente entre la tela de la interpretación con las cadenas de la
incertidumbre y los candados del engaño se desvanecen con el calor del amor y
las miradas intercambiadas antes y después de los abrazos me acompañan y me
sonríen a cualquier lugar que toca la punta de mis pies. Antes me hablaban los
animales: ahora lo hace el ambiente entero.
Hoy, por ejemplo, los
pétalos morados de la flor que crece en la tierra que coloqué encima de un vaso
hecho de unicel se abrió frente a estos ojos ciegos. El movimiento fue lento
para la vista, sin embargo, es eterno para la memoria. No creo que me haya
sonreído en agradecimiento por su crecimiento ya que ella misma lo logró por su
perseverancia, por aferrarse a la vida y por saber alimentarse. Ayudarla con el
agua que vertía sobre su tierra y sacarla a probar el aire de la calle cada
mañana antes de salir a correr fue lo único que hice, no más.
El esplendor no radica en
el interior de mis venas, pues de ser así, esa planta ya mediría por lo menos
dos o tres metros de alto. Los pensamientos de mis antiguos maestros se hacen
presentes ya que la corona de mis ojos no me pertenece y la corona de la flor
que se forma con los pétalos tampoco es suya: ambas coronas son una sola, se
conocen desde hace ya varias eternidades gracias a que son del mismo padre y ahora
que finalmente una ayudaba a la otra, como los buenos hermanos, no era un
descubrimiento, sino un reencuentro.
Tal vez eso es lo que
filósofos, pensadores, escribanos y espirituales han procurado explicar lo que
es la vida, en especial la ciencia y el propio conocimiento: nada se descubre por
el hombre… sólo se reencuentra después de una separación que se gestó en el
mismo momento en que dejamos el vientre materno o justo antes de la fecundación,
cuando el espermatozoide, esa máquina genética que dejo un ser para unirse a
otro.
Hay que reconocer que ese
también es uno de los pocos pero múltiples eventos maravillosos que suceden en
nuestra especie y en la de muchos animales ¿Cómo un ser diminuto se aventuró a
invadir otro mundo diferente, desconocido, ajeno a él para enfrentarse a uno
nuevo? ¿Qué no piensa o no tiene miedo? ¿Confía en sus instintos o esta
programado para ello? ¿Cuál será la verdad? ¿Cuál?
¡Pero vaya! Por eso mismo
nosotros nunca abandonamos nuestro origen: imitamos al espermatozoide del cual
provenimos en busca de nuestro óvulo, así en un ciclo infinito: somos
espermatozoides desarrollados andando en un planeta que es nuestro ovulo eterno.
La cuestión, el problema y lo intrigante es ¿Qué surgirá de nuestra fecundación
con el planeta? ¿Qué especie surgirá y cuál poco a poco se extinguirá?
Las flores, por el
contrario, no sólo han fecundado al planeta, sino que además lo adornan con su
gama de colores más diversa que el total de culturas que se han brotados en los
continentes. Han hecho que el universo se colme de trofeos por este trabajo y
que la luna, marte, júpiter e incluso los anillos de Saturno sean acreedores de
la más grande envidia. Estoy casi seguro de que por ellas somos la envidia de las
estrellas y los cometas.
Además de que ellas no
pelean, ni se destruyen unas a otras ni se humillan. Tal vez compiten, pero no
veo que tengan que pasar por encima de otros para alcanzar su crecimiento
total. Ahí esta el asunto, nunca atacan, sólo se limitan a defenderse como
cualquier criatura en este mundo, mucho menos sonríen o festejan con la caída
de otros, como sucede entre las naciones y patrias.
Ellas son patriotas sin
importar la tierra en la cual se encuentren. Al contrario, prefieren engalanarse
con sus relucientes y exóticos colores que dan la atracción a sus vestidos.
Están ahí, sólo existen y se extienden, aunque lo hagan de forma lenta. Unido a
esto, las flores hacen el mayor trabajo para que existan los animales sobre esta
superficie ya que la producción del oxígeno que contiene el aire y la
purificación del mismo se debe a ellas.
Es, incluso, como si
ellos fuesen los guardianes de la vida y tal vez lo son las verdaderas
protectoras del mundo y los intermediarias del caos. Nosotros talvez somos las
guardianes del pensamiento, pero es una carga difícil porque como la he
razonado, y muchos otros también, puede conllevar a la destrucción.
Los sentidos me permiten
renacer las sensaciones de las cuales alguna vez fui privado. Los juegos que
creí alejados han vuelto para quedarse. Hay una pequeña diferencia clara, los
juegos han tomado la forma de cooperación y de trabajo. Jamás imaginé que toda
mi niñez se me preparara para los juegos de grandes, es decir, mientras jugaba
a las corretizas, actividad popular entre los infantes de mi época, ahora sean
han transformado en otro tipo similar: ahora corro al trabajo, a la escuela,
por la despensa y por la familia: cierto, los compañeros con quien me divertí
han cambiado, pero enfatizó que por ello no he dejado de jugar.
Las escondidillas, por
mencionar otro juego que se da en la edad adulta y en la de niñez donde una
persona debe buscar a todas las demás luego de contar hasta cierto número con
los ojos vendados, daba a mis mejillas y sobre cuando era el último en ser
buscado por el ingenio que poseía para perderme entre las calles, los terrenos
baldíos como el camaleón y en ocasiones contadas hasta en l escuela.
Varios anos después, más
de 25 para ser exactos, también me escondo de las personas que por algún motivo
no deseo ver: lo que mis amigos me han recomendado que deje de hacer. Me
escondo del crédito hipotecario por los excesivos costos que impone a los
huérfanos de tierras, o del pago de la luz y del agua, que, aunque pertenecen
al pueblo por derecho de ingenio o nación, seguimos pagando cuotas innecesarias
con un papel que fácilmente puede servir para hacer barquitos que naveguen en
las tardes cuando haya lluvias.
Tal vez la ambición y la
codicia que nutre a la especie seudo-dominante de este planeta del sistema
solar hacen que las cosas más sencillas sean confusas, y las confusas sean aún
más perplejas. De aquello que si estoy seguro es de lo que tengo que hacer, con
o sin miedo a las consecuencias que traigan consigo lo que venido repitiendo día
con día, viento con viento.
Espero tristemente que los
meteoritos que llegaron algún día para remover a los gigantescos reptiles que
la estaban acabando vuelvan pronto y que el día último para nosotros llegue a
su alborada y traiga consigo la madrugada final. El cielo permanecerá nublado
para todas las especies, no sé si bien merecido, pero seguramente ni las mariposas
podrán remediar la catástrofe que no espera sino llegan antes los meteoritos.
Porque si no somos
capaces ni de eliminar la preocupación antes del sueño, ni el hambre o la
pobreza con todos los recursos del mundo ¿Qué será de nosotros en cincuenta años?
Esta noche caminaré descalzo entre el pasto del jardín y el cemento de la acera
dejando que encuentre el límite de mis sentidos, de mi ventana, de los colores
que concibo a diario, de aquello que me ha sido negado, pero sobre todo de
aquello que esta por venir, porque después de los límites se encuentra la
desintegración de las cosas que formarán parte de la nada: una materia que
viaja sin música, sin letras, con mucha violencia interna pero al mismo tiempo con
la inocencia extrema: un punto culminante nos acerca a lo imposible en donde
las fantasías son pesadillas y en donde la sal es dulce, siempre a cambio del
alto precio que cobra el cambio de la cosas.
Aventura 10
El ejército de las arañas
A mediados de otoño noté varios hilos de telaraña unidos en algunas de
las esquinas de mi hogar, si no es que en todas. Como es sabido, no me
molestaban, es más, ni me causaban preocupación alguna. Unas semanas después
encontré tres tipos de arañas juntas en la pequeña cocina. No sabía a qué se
debía ello. Por tal motivo, caminé hacía el cuarto de servicio y comencé a
colocar la ropa sucia en el suelo con la intención de dejar en claro que no me
interesaba más conocer su reunión.
- Bien, que buen aire es el que ahora circula por aquí. Y tú – intentó
conectarse conmigo la araña más grande, negra y horrorosa - Cuando las ráfagas
del movimiento planetario sean más fuertes por fuerte y ocasionen una sensación
de tenuidad a tu piel, El Orden estará presente. Entonces esta zona será
resguardada por nosotros, por lo cual pedimos de tu cooperación para que todo
funcione según las medidas convenientes establecidas desde el principio de la
materia.
La araña más pequeña, de color gris, saltó hacia adelante y manifestó:
- Lo que queremos aclarar es que a lo largo de este tiempo nosotros
construiremos una línea de telaraña gruesa alrededor de tu casa; nuestra misión
es proteger a El Orden y a ti, por supuesto, para la renovación.
- ¿Protegernos de qué? ¿De quién?
Entonces la araña de piernas largas y cuerpo del tamaño de una lenteja
transmitió:
- De nadie y de todos. De nadie por cuanto todos ignoran el próximo
evento a suceder. De todos porque habrá animales, incluso de tu propia especie,
que caminen junto a ti y que de un momento a otro puedan ser dominados por sus
instintos más difíciles de manejar. Con esto quiero dar a entender que no son
malos, simplemente, carecen de una mayor autodominación propia. Clarifica tu
postura ¿Qué especie exigiría algo a cambio de ofrecer un recurso que la propia
naturaleza te otorga, por ejemplo, el agua? Quien hace eso muy seguramente no
es tu amigo dado que te pretende privar de un elemento sustancial algegando que
así está estipulado.
- Pero a qué protección te refieres. Cuando vino a mí la Monarca del
Florecimiento no hubo alguien que la resguardara ¿Cómo es que ahora es
importante el cuidado de ellas, de El Orden? Ah… porque ya soy sabedor de quien
compone El Orden. Más regresando al asunto, apuesto a que, en estos mismos
aires, donde quiera que se halle no anda resguardada.
- La Monarca del Florecimiento no puede ser resguardada por un ejército
de arañas tan débil como el nuestro. Ella es resguardada por todas las
criaturas en evolución, ya que se alimentan de ella y, por lógica, de ella
viven, de ella dependen. Dicha monarca no es vista por ninguno de nosotros. Tan
sólo es percibida por medio de una fuerte presencia en el cuerpo y talvez de la
mente. Ella está a diario con nosotros y se encuentran en todos los lugares en
donde la existencia es posible. Es más, en este momento yace aquí, contigo,
conmigo, en nuestros pensamientos que compartimos o ¿Es que acaso no la
presientes? Tal vez ya conozcas El Orden, pero aun ignoras la renovación. Cuando
es tiempo de dar un paso hacia otro cambio, La Monarca del Florecimiento toma
cuerpo y figura, podríamos decir que se materializa, pero aun así es imposible
de ver, al menos no para el elegido. ¿Recuerdas a los reptiles gigantes de
sangre fría y apetito voraz? ¿Recuerdas a las especies que en aires atrás
dominaron a los mares? Pues bien, ellos en su aire también fueron los elegidos
y entonces también la pudieron ver, e incluso, tocar. Más al momento de
corromperse perdieron esa facultad y en consecuencia, El Orden se tuvo
nuevamente que separar cambiando su forma. Por ello no para todos es la misma
figura, pues dependiendo la finalidad es el cuerpo que muestra, que tú veraz. Próximamente
pasarán contigo las otras dos monarcas, y al cabo de cierto tiempo, ellas
volverán a desaparecer. Entonces tu morirás y la línea de la existencia
continuará según la nueva dirección que se dada.
- ¡Morir! ¡Cómo! ¡Yo! ¡Porqué! ¡Nadie me habló de ello! ¡Explícame!
- Es necesaria tu muerte para la comprensión de la razón de tus nuevos conocimientos,
así como de la trascendencia de tus próximos actos para que se convertirán en
el pilar de los nuevos sabios de la existencia ¿Cómo piensas que se trasciende?
Nada rompe el aire: sólo la muerte.
- ¿Nuevos sabios de la existencia? ¿A qué te refieres? Yo no quiero
morir, es más, están más cerca ustedes de la muerte debajo de mi zapato que todo
yo.
- Haz lo que quieras. De cualquier manera, nuestra muerte acerca más la
tuya.
- ¡Es una amenaza!
- Es sólo la verdad.
Desesperado y enojado tomé la ropa y la aventé encima de ellas, dejando
cubiertas solamente a dos, pues la más pequeña salto a tiempo para observar
como caminaba con dirección a mi habitación, pretendiendo ignorarlas, pero no
sólo a ellas, sino también a la locura que comenzaba a asecharme primero por
comunicarme con insectos; segundo, por escuchar que el principio de mi muerte
había iniciado.
- Yo comenzaré a rodear la casa. Por las otras dos arañas que quedaron
debajo de tu ropa ni te apures. Una, la más negra, saldrá de ese montón y subirá
al techo, mientras que la otra de patas delgadas se quedará merodeando por las
habitaciones. Además, debo de advertirte que acudirán otras de nosotras en
apoyo a nuestro trabajo, porque el aire se acerca. Hemos esperado esto desde
que nuestra especie fue elegida como fiel servidora al terminar la última
reunión de El Orden. De esta manera nuestra especie al fin descansará.
- Desde ese entonces – comunicó otra de ellas desde el montón de ropa -
se ha venido capacitando a más de un tercio de nuestra población, misma que
llegará poco a poco, no hasta aquí, se irán quedando y agrupando en círculos
cercanos: tu hogar es el sol y ellas los planetas con sus respectivas órbitas.
Tenemos resguardado este lugar y alcanza hasta todas las montañas más cercanas que
rodean este valle. Así, en dado caso de que un percance sucediese, tendríamos
viento para actuar y trasladarnos a un sitio aún más seguro, pero eso ya forma
parte del archivo secreto.
- Tendrás a tus pies a un ejército completo de arañas, perfectamente
bien adiestrado en maniobra de ataque y defensa – aseguró la araña gris
saltarina - algunas poseen un veneno tan potente que es capaz de matar a mil
elefantes… estas bajo el mejor resguardo para recibir a la muerte.
Aventura 11
Las alas de una mosca
Eran los primeros días de diciembre cuando me recuperaba de una severa
gripe que me había mantenido siete días en reposo forzoso. Al menos había
conseguido descansar mi cuerpo que estaba severamente desgastado por lo largo y
tedioso del año, pues de mí dependía mi sobrevivencia. De la renta de un cuarto
había pasado a la paga de una pequeña hipoteca en una zona demasiado
descuidada, pero lo suficiente barata para el acceso a su compra.
Pero ello parecía carecer ya de sentido, pues según mis visitantes pronto
moriría, lo cual también implicó un desanimo en varias de mis actividades.
Incluso ya no me importaba perder un empleo con sueldo barato que, si
sobrevivía a la caída, reaparecería otro en las mismas o peores condiciones en menos
de cinco días, y es que la noticia de mí sacrificio había producido cambios
lentos en todas las decisiones que tomaba: me sentía como prisionero de guerra.
De igual forma, comenzaba a preocuparme menos por detalles en los cuales
antes hubiese hecho una tormenta en un vaso de agua. No estaba seguro todavía si
era serenidad o descuido, más esa incertidumbre me invadía de tal manera a
orillarme a vivir el momento: abandonar la conciencia de mis actos y alejarme
de la demencia que me había acosado durante toda una niñez.
Desconozco, para ser sincero, si la demencia se heredaba o se adquiere y
si ello me convierte en un ser inocente o en un demente porque, el hecho de
llevar una vida recta, digna y pulcra no libra al hombre de aquello que puede
ser nefasto para la especie por cuanto alguien ha dictado las virtudes que han
de ser endiosadas y las antivirtudes que han de ser endemoniadas… ¡Talvez Salomón
lo sabía y por eso dejo cola que le pisen!
Todo esto me recordaba lo sensible que es el mundo, porque si bien la
ciencia ya lo dijo – a toda acción conlleva una reacción – yo llegaba a la
conclusión de que toda acción no sólo conlleva a una reacción, sino también a
una pregunta sensorial de las percepciones generadoras de motivos que
forzosamente abordan una postura que saldrá a relucir ante tal hecho generador
de las emociones y razones.
De cualquier manera, no importaba mucho que pensara, esto, además de disolverse
ante las neuronas de mi cerebro, también quedarían atrapadas en la esfera del
vacío que se produce por el desinterés del mundo que gira en una sola dirección
forzada. Esto si de alguna manera mis pensamientos salieran más allá de las
palabras… todo se perdería: soy como una mosca entre un ejército de arañas
hambrientas bien adiestradas no para devorarte de un sólo bocado, sino que,
para su deleite, te rodean dentro de una capa de hilos finos y delicados que te
da una esperanza de salida, de libertad, haciendo que el sufrimiento y la
agonía sean eternos, ya que tales cadenas jamás serán removidas, pues la llave
única la tiene la muerte debajo de su cuello.
Supongo que por ello las moscas ponen cientos de huevecillos, pues
buscan afanosamente una revolución en contra de sus agresoras, la cual jamás se
llegará a consumar, pues el error de ellas radica en el abandono de sus crías
que, a comparación de las arañas, aun en el peligro arrastran consigo a sus
huevecillos… ¿Quién lo diría? Un acto tan sencillo tiene un gran impacto en el
reino animal, pues, aunque las moscas sean dueñas del mejor diccionario de
aromas es el ingenio y la sensibilidad lo que superpone a las arañas…
Talvez sea mosca panteonera la que tenga una oportunidad no sólo para
vencer al ejercito de arañas, sino a la propia muerte, pues es ella la que
sobrevive a partir del cadáver: ha aprendido a degustar el trabajo de la
inquietud de la muerte. Talvez sea ella la que debe ayudar a sus afligidas
hermanas. Talvez ella tenga el poder para luchar y vencer, pero lamentablemente
su existir sólo radica entre los difuntos, en el inframundo terrenal, en donde
pocos se atreven a explorar.
Aventura 12
La mariposa de la unión
Todos los días suceden acciones que moldean, de cierta forma, nuestro
carácter, y con ello, la manera de expresar nuestras emociones, trayendo como
consecuencia los accidentes en el sentido: la turbación de la armonía que
regula la existencia pura interna. Y es que la contaminación es tan sutil, tan
sublime, tan nítida, tan liviana como suele ser el aroma de los helechos.
- ¿Qué se supone que debemos hacer como especie? ¿Cuál es nuestro fin en
las acciones del presente si el futuro no existe?
- La energía es el paradigma de la naturaleza que se encuentra oculto,
celosamente resguardado por los seres más diminutos que nos componen. A mi
parecer, es la inestabilidad lo que da forma y figura al espíritu de la
materia: la energía. De no haber inestabilidad jamás hubiese habido reunión,
fusión, acercamientos, recreación, unión. Las colisiones serían ajenas a lo
eterno. Y es que, cuando la energía estalla da origen a las figuras que
acompañan nuestro mundo. Sin embargo, necesitamos forzosamente de la conciencia
para que los tipos de materia sean artefactos. Ahí, entre la creación y la
conciencia se encuentra el inicio de la especie: la supervivencia, pero también
encuentra el fin. Estamos condenados a la supervivencia porque huimos de la
inactividad de la inmovilidad, de la tranquilidad. Esta tarea no es fácil de
llevar. Es por ello que alguien debe fungir como responsable: yo.
- Es difícil, muy difícil… comprender el mensaje de tus palabras, ya que
es una metamorfosis del alma en un espacio frio, incierto y sensible. Aún, a
estas alturas y tan absurdo que se escuche, no logro concretar aquello que
realizo todos los días. La mitad de mi mente se encuentra esparcida en los aparatos
que utilizo como herramientas de trabajo, la otra mitad en la concentración
debida para la utilización correcta de dichas herramientas, la otra mitad en
aquellos que acontece a mis espaldas a modo de defensa, y la otra mitad en
aquello que las células producen para generar mi inteligencia emocional. Y si
todo lo que he mencionado da claridad a la metamorfosis del alma que has
comentado ¡Ni aun así logro comprender el motivo de esta entrevista!
- Ahí está el problema. Posees tantas mitades alejadas la una de las
otras que creas espacios de dudas sin puente de conecte que ayude la fundición
de las mismas. Hay muchos ladrillos, bloques sin rehabilitación que aíslan tus ideas,
debilitando e impidiendo la cima de tu energía potencial.
- Eso ya lo sé, se le llama inseguridad y no es necesario que lo
menciones. Ya he aprendido a vivir con ella: somos hermanos gemelos, pues fue
concebida casi como mi alma con mis primeros pasos fuera del vientre materno.
- Es falta de respiración, de desapego con todo lo que fuiste. Claro
que, para lograr penetrar en una selva que se ha atestado de materia, es
pertinente observarla para posteriormente ponerte a trabajar. Eso tú ya o
hiciste y abriste tantos caminos que no ha decidido cual seguir. Pues bien,
olvida todos y guíate por uno. Permite que los demás florezca a tu alrededor y
no lo dañes más. Deja que alguien más te alcance y enfócate en tu propia
reunión, pues ya has colisionado bastante… ¡Re – únete contigo mismo para
alcanzar el propósito de la vivencia, de la existencia!
- No lo sé cómo reunirme conmigo mismo. He visto como todos los días
muchas cosas en la vida del ser humano se unen de diferente manera. Incluso,
ello es reproducido en los actos, como las bodas, y también en la biología por
cuanto se da la fecundación de las células. Sería de tontos decir que una re -
unión es aquello que junta lo necesario para dar como resultado lo que se ha de
conformar, talvez, en esto que nos involucra ahora, la conformación de mi ser,
del tuyo y de lo que está por venir.
- La unión es aquello que permite la existencia de diferentes tipos
individuales de materia, por medio de la energía. De aquí la relevancia de
aquello que permite el movimiento. En este caso las palabras ya no importan,
pues han perdido su razón de ser: es el espíritu de ellas la que nos importan:
las ideas. De esto se deriva que las palabras más difíciles de pronunciar son
las más sencillas de escuchar, siempre y cuando lo hagas con plena conciencia
del significado de la idea que has de comunicar. Más, ahora que ya te has arrodillado
ante mí por cuanto tus oídos están aprendiendo a dialogar con tu conciencia, la
re – unión contigo mismo será a través de mí, de tu especie y de todo ser
viviente que ronda en este planeta, ya que sus necesidades son las mismas,
aunque su cuerpo sea diferente…
Esas fueron sus últimas vibraciones de aquella mariposa de la unión,
porque después de ello inició el vuelo hacia la planicie fresca que se dibujaba
a través de aquel cielo. Ella parecía quedar atrapada entre el viento que
circulaba, dejando su cuerpo a merced de estos aires casi invernales que se acercaban
lentamente. De esta manera, ella, inmóvil, se dejaba perder entre el espacio
cuyo fondo son dos volcanes.
El color de sus alas era transparente, pero a medida que permitía que el
viento la cargara deslizando sus ráfagas entre su cuerpo, aparecía una
combinación entre lo que parecía ser un blanco celestial, el rosa de un
atardecer y azul intenso del mar. Aunado a ello, mientras continuaba
desapareciendo, un olor concentrado a helechos inundaba el ambiente de la
habitación en donde había tenido lugar aquel encuentro.
Ese color exquisito fue un golpe a la memoria: algunos instantes de mi
niñez en casa de mis abuelos salieron como un barco a punto de hundirse. Pero
la tripulación fue mala y cruel: por aquellos días solía aventar chapulines a
las telarañas sin conocer los motivantes de aquellos actos. Ello dio paso a
reconocer a aquel niño acostado entre la humedad de la hierba, con los
girasoles salientes a un lado, rodeado por una infinita gama de insectos desconocidos:
negros, largos, amarillos, rojos, rosas, combinados… Y fue entonces cuando la
culpabilidad desapareció: no conozco el nombre de aquellos insectos tanto por
mi edad como por la falta del guía que los conociera. Lo mismo aplicó para
todos los males que ocasioné, en los cuales la víctima fui yo pues no hubo
alguien interesado en mostrarme la bondad.
Ahora la ciudad ha crecido y desconozco el paradero no sólo de ellos,
sino de sus hijos. Me pregunto qué fue de ellos, qué será de ellos y en dónde
estarán ellos. Me preocupo tanto porque ahora sé que son parte fundamental de
mí, ya que sin ellos no sería posible mi yo como ser de descendencia. Me
preocupa tanto que no los encuentre y que ellos dejen de existir.
Aventura 13
La libélula de la desaparición
Solo, solo sin ni siquiera mis pensamientos. Todas mis ideas se han
esfumado y mi mente siente cada microbio, cada bacteria que provoca el
desvanecimiento. Ello afecta a mis energías, a mi preocupación y al interés por
todo lo que sucede en mi entorno. Pero a comparación de otras ocasiones, no es
por la indiferencia que solía tener hacia los de mi especie.
Y en ese momento, estaba ahí entre la libertad y la esclavitud, pues,
finalmente, después de tanto tiempo de esperar algo que no pedí yo estaba ahí:
con un cuerpo presente pero disuelto. Mis sentidos se aliaban a mis órganos y
estos transitaban señales al espacio que chocaban con la primera materia al
paso, alterando el alejamiento y rebotando nuevas sensaciones hacía mí.
Y esas sensaciones que mantenían dentro de un estado petrificado
consciente fueron la puerta de acceso, no para la visita de la desaparición,
sino para destruir las murallas mentales del frío que tanto me habían dividido,
pero, detrás de ello, ahí estaba ella sobrevolando: una mariposa en forme de
libélula con límite de vapor, el cual se deterioraba con cada vistazo que le
daba.
No fue necesario concentrarme para intentar interpretar la vibración de su
mensaje, ni la más diminuta carga energética de atención porque, según
recuerdo, aquello que debía ser transmitido se había liberado e intersectado en
mí por medio de las nuevas sensaciones que me envolvían, como sucedía con los
mensajes que recibía del mundo a través de mis sentidos corporales.
Todo siempre estuvo ahí, dentro de la esencia que conformaba a mi mente
y tan sólo tenía que aprender a leer a través de la creación de las formas.
Comprendí el por qué se justificaba el proceso del cambio, la mentira de la
muerte como un pasaje necesario hacia la vida, la realidad de la transfiguración
propia sobre los demás… este fue mi verdadero renacimiento, la conclusión del mensaje
de la desaparición.
La luz revelada desvaneció la función de mis células y las fragmentó a
cada una en sus primitivos seres corpóreos: Yo viví la esencia de la función,
de la interacción entre aquellos seres primitivos que me conformaron y también
mi propia creación, así como las de todos los demás que ahora ocupan un lugar.
Transgredí y ocupé el lugar de una omnipotencia eterna jamás imaginada para
entonces extender mis nuevos tentáculos al mundo entero.
Primero vencí al tiempo, y después, jugué con él. Contemplé los sueños
eternos del hombre que han sido los cimientos de toda su cultura. También fui
sus sueños efímeros que han sido los cimientos de todas sus pasiones. Comí del
primer alimento dado a la primera especie y luego di un centenar de vueltas
como bailarina de valet en medio de la galaxia más lejana visualizada por el
hombre y con un pequeño saltó alcance a su vecina. Indague dentro de las
paredes del cofre del principio y también indague sobre los abismos que se
creen la culminación, el fin.
Acerqué los cometas más distantes y me alejé lo suficiente para darme
cuenta de lo cerca que se encontraban. El polvo de estrellas transitó dentro de
mí, acaparando toda mi nueva figura. Incluso, pude regar agua a un tulipán que
se encontraba en medio de un asteroide. Las mejores maravillas de todas las
maravillas especuladas fueron para mí un acontecer infinito. La magia no
existía porque era yo el que la poseía.
De algo sí estaba seguro: aunque me había convertido en una deidad, en
una Era, no habría retorno hacia el terreno material. El puente entre mi mundo
y el terreno material seria la imaginación, en primera instancia, las ideas, en
segunda, y los actos como tercera ¿Por qué me encontraba en tal cúspide? Porque
me dispuse a conocer la verdad que no se oculta, sino que se asoma y que es
adictiva por cuanto hay un principio, pero no un fin ¡Y fueron los colmillos de
esos seres celestiales los que atrajeron hasta aquí!
Este nuevo reino de las interconexiones sustanciales en el que habito
jamás ha sido profanado ni por la caricia más sublime del ser más recóndito, y
por ello, es un lugar bendito porque desde aquí se presiente desde la
manifestación del abrir y cerrar de los parpados que resguardan a los ojos
hasta las complejas conformaciones de las unidades que coexisten para dar
función a un instante.
El engaño se ha desnudado para mostrarme la estructura de su esqueleto.
Además, me ha prometido la enseñanza de su columna vertebral. Aquí no hay necesidad
de siquiera preguntar sobre cuál es el precio, porque ahora todo se postraba
ante mis pies. Tan sólo se tiene que respetar algunas autonomías, pero a partir
de mis últimos aires, acceder a lo más lejano era lo mismo que mirar hacia
adentro de mis nuevas aparentes venas.
El viaje, como dije, no concedió el retorno, pero sí me permitió enviar
un último mensaje.
deviste dejar pdf (Y)
ResponderEliminarnada más que termine la historia
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